Primero vivir, luego filosofar
Thomas Hobbes (1588-1679)

Después de que una masiva representación de graduados de la Facultad de Ciencias Agronómicas y Veterinarias de la UASD celebrara en los terrenos de Engombe el denominado Día del Egresado, los miembros de la III Promoción de ingenieros agrónomos correspondiente al Plan de Menciones decidieron organizar al día siguiente y por todo lo alto su trigésimo  – 30 años –aniversario de haber finalizado su plan de estudios en el club “Los Prados” de  Santo Domingo.

Estaban presentes unos cuarenta profesionales aproximadamente y casi una cuarta parte de ellos – una decena – habían venido expresamente desde el  extranjero a quienes por años y a diario los observaba por haberles impartido docencia.  El avistarles nuevamente y sobre todo escucharles en su autopresentación luego de tres décadas de alejamiento, constituyó para el autor de este artículo todo un banquete cuyos pormenores más significativos trataré de describir a continuación.

Si por un lado se cree que los profesores universitarios contribuyen con su magisterio a la formación profesional de sus estudiantes y quizás al prestigio de la institución académica donde prestan sus servicios, por otro lado considero que los ex  alumnos una vez egresados representan  sin proponérselo una fuente generosa de informaciones, datos y experiencias que enriquecen a su vez el bagaje de quienes en el pasado desempeñaron el rol de enseñantes. 

Con los cantos de sirena de que poseíamos unos suelos de gran vocación agrícola – un estudio de la OEA demostró con posteridad que constituían un bajo 20% – y de que nuestra Economía se asentaría por siempre sobre la caña, café, cacao, tabaco y frutos menores, muchos bachilleres dominicanos se sintieron atraídos por la Agronomía – peritos, licenciados o ingenieros – pensando en garantizar, no sólo el sostenimiento  y continuidad del desarrollo económico nacional sino también lograr una plaza estable en el mercado laboral del país. 

Desde la salida de las primeras promociones resultó obvio que el sector agropecuario oficial y el empresarial no estaban esperando a nadie, que todo era una utopía donde el clientelismo político, el compadreo y no los méritos eran los criterios reales para ingresar en nómina, y salvo una que otra excepcionalidad la profesionalidad en la Agronomía ha servido de muy poco, explicándose así la baja matriculación, el cierre de muchas facultades y el imparable flujo de técnicos hacía los países de gran desarrollo económico.

Como les decía en el segundo párrafo un 25% de los asistentes del Encuentro de “Los Prados” estaban en el destierro desde hacían varios años siendo por razones geopolíticas y familiares los Estados Unidos el principal país de acogida, debiendo resaltar, que sea en sus grandes metrópolis como en pequeñas ciudades provinciales, mis antiguos discípulos y actuales colegas  no se dedican al ejercicio de una profesión tan durante adquirida en nuestro país sino más bien a la realización de otras actividades. 

En su etapa estudiantil uno de ellos era un inquieto, locuaz y pretenso líder entre sus compañeros de curso, cuyo lugar de trabajo en la actualidad es un cementerio del Bronx en New York, sintiéndose por eso algo molesto y apocado al momento de su autopresentación.  Pensaron sus compañeros de pupitre que  se dedicaba  talvez a la tanatopraxia – maquillaje de difuntos – o a la cremación de cadáveres.  Sin embargo su labor era no solo más noble sino que estaba en consonancia con su profesión, al consistir en el mantenimiento  de toda el área verde – jardines, grama, cipreses– que ornamentan esa necrópolis.

Acostumbro visitar los camposantos de las urbes de gran principalía como el Pere Lachaise en París, el Staglieno  en Génova, El Colón en La Habana, el Highgate en Londres, el de Montjuic en Barcelona, el de  Eyüp en Estambul, el de La Chacarita en Buenos Aires entre otros, y uno de sus atractivos, además de los ilustres personajes que allí reposan, es el buen estado de su patrimonio vegetal que únicamente un profesional de la agronomía está en condiciones de dispensar.

Los restantes colegas tenían ocupaciones diversas en el extranjero como: trabajadoras sociales, asistente de enfermería, maestra de niños especiales, taxista y negocios varios.  Había uno que confesó estar desempleado algo llamativo en una ciudad norteamericana donde hay ofertas de todo tipo o naturaleza,  pero a pesar de ello prefería estar en un medio donde a la menor ocasión se  presenta una oportunidad  y no aquí devengando en el mejor de los casos un indigno sueldo cebolla como dicen los agentes policiales o un salario lacrimógeno como por experiencia se dice en la UASD.

A pesar de residir en el país de mayor consumo de estupefacientes, ninguno de éstos colegas ostenta en su indumentaria, lenguaje y aspiraciones el más mínimo asomo de la narcocultura, nada de los simbolismos –cadenas, anillos, relojes – y las pretensiones de los dominicans york, actitud demostrativa de llevar a cuestas una formación y una ética de la cual carecen esos jóvenes de barriadas urbanas degradadas o de la ruralía inculta  que intentan allá y aquí llevarse el mundo por delante.  Mis ex-discípulos son resistentes, inmunes a la transculturación.

En las autopresentaciones pudimos constatar que las mujeres, a deficiencia de los hombres, valoran más la sortija de matrimonio  que el anillo de graduación, pues en todas sus intervenciones enfatizaban mucho el hecho de estar casadas y tener una cierta cantidad de hijos.  Es que sólo una mujer conoce lo que es pasar nueve meses deformada, tener malestares en el embarazo, soportar la crisis del parto, luego la lactancia y finalmente la crianza de los muchachos.  Esta última misión es para toda la vida.  Por desconocer todo esto, los hombres pueden saber su costo, su precio pero jamás su valor.

Mucho menos de la mitad de los asistentes trabajaban en la profesión a nivel nacional – negocios de agroquímicos, empaque de vegetales, muy pocos en investigación agrícola, fitotecnia y demás – y una parte más significativa laboraba en las áreas administrativas de ciertos empresas, se habían hecho profesionales del Derecho, técnicos en el Ministerio de Medio Ambiente y cuatro tenían ocupaciones extrañas a la Agronomía: una regenteaba una Estética, otro fabricaba calzados, aquel en ventas de Corripio y aquella era una artista experta en el diseño plástico.  Tienen una increíble capacidad de mutar, de metamorfosearse.

Todo parece indicar, que los sobrecargados pensums que para poder graduarse  debían cursar los estudiantes de la Escuela de ingenieros agrónomos de la UASD, les proporcionaban una formación de amplios horizontes y variada naturaleza que han facilitado sus andancias y errancias por esos caminos de Dios, donde después de todo siempre sucede lo mejor.  Si se me permite la expresión eran planes de estudios horizontalmente profundos. 

Disfrutaba como un enano sorprender alumnos que fueron de alto rendimiento académico pero a la hora actual en precaria situación económica conversando con compañeros de curso bien posicionados económicamente en el presente pero de limitada aplicación estudiantil, notando en la lectura de sus ojos y gestos del diálogo que sostenían, que no obstante el abismo monetario existente en la actualidad cada uno mantenía la dignidad del que tiene mucha competencia pero poca caja,  y del que posee esta última pero sabe que el otro lo supera en profesionalidad.

El éxito en el comercio y en los negocios no es algo que se enseñe en Agronomía ni en cualquier otra facultad-incluso en la de Ciencias Económicas – pues ese triunfo requiere la tenencia de atributos personales, condiciones instintivas y la posesión de un particular olfato que no se aprenden, que se tienen de forma innata.  Estas cualidades se van descubriendo mediante la interacción con los demás, no debiéndose atribuir entonces su bienestar económico a un mejor aprovechamiento de los conocimientos aprendidos  en las aulas universitarias.

En países como el nuestro se piensa equivocadamente que la adquisición de bienes y dinero es la medida más segura para evaluar la asimilación efectiva de una profesión, ya que en la generalidad de los casos el progreso y la prosperidad  son el resultado de factores no necesariamente vinculados a las enseñanzas universitarias recibidas.  De lo que sí pueden estar seguros los agrónomos acaudalados es que en el vanidoso mundo en que vivimos ellos tienen en su poder el recurso, el medio que da sentido a los cinco que tenemos, lo cual no es moco de pavo.

 Las diversas y variopintas actividades que hoy desarrollan los ex-alumnos que festejaron sus 30 años de haber finalizado su pensum, es un indicativo no tanto de que en esta sociedad podemos saber lo que se estudia pero no en lo que  vamos  a trabajar sino también,  de que por grado o por fuerza todos estamos condenados a vivir, se nos ha puesto únicamente para vivir y que muchas veces debemos despojarnos de nuestro orgullo, nuestra soberbia  para poder afrontar y resolver los problemas de la vida cotidiana.

Por suerte y hasta finales de la centuria pasada el pensum de ingenieros agrónomos de la UASD ofrecía la oportunidad de inculcarles a los bachilleres una sólida preparación horizontal en aspectos concernientes a nuestra realidad urbana y campesina, la cual sin incurrir en exageración alguna ha posibilitado su inserción en áreas de trabajo extrañas a las que su profesión presagiaba.  Estos colegas de la III Promoción de menciones talvez perdieron un sueño pero sin temor a equivocarme han conquistado la realidad.

Todos expresaron estas felices en su actual status quo; algunos se hicieron acompañar de sus parejas e hijos; se evidenciaba también que las mujeres son heroínas antes que los hombres intenten ser héroes; que reina una sana camaradería entre ellos; que marcharse del país o permanecer en el ocupándose en asuntos no profesionales es ser obediente a lo dicho por el filósofo inglés  de que lo primero es vivir; todos además estuvieron de acuerdo que sus años en Engombe fueron sus mejores tiempos. 

Corriendo el riesgo de omitir el nombre de algunos que tan gratos momentos me dispensaron en la Facultad y durante el Encuentro, entre los asistentes se encontraban éstos colegas: Soraya Rib Pepén, Justo Gregorio, Ineko Hodai, Víctor Nova, Daisy Martich, Julio César Abreu, Teresa Ruiz, Narciso Rodríguez, Siri Fernández, Luís Paulino, Johnny Guzmán, Raimundo Ramírez, Gerardo Torres, Carlos Ortiz y otros que los tengo en mi panteón laico de Engombe.