¿Quién escribirá la historia dominicana de los días que vivimos? Nos preguntábamos un ingeniero, una periodista, un sociólogo y una abogada días atrás en una sobremesa. No llegamos a una respuesta.

Días después veía el documental Solano, de Patricia Solano y Juan Basanta. La elegante pieza cinematográfica narra la historia del músico, compositor y arreglista Rafael Solano, que en el día de hoy cumple noventa años.

En República Dominicana, el Diez de abril, no es solo un día en el calendario: es una canción, y junto a la juventud acumulada del maestro, una ocasión para celebrar su amplia obra y otros aportes culturales que ha servido a la comunidad. Mientras veía el magnífico esfuerzo de los cineastas Solano y Basanta, la pregunta que quedó colgada en aquella sobremesa encontró respuesta alterna.

Lo que me sucedió hace dos años con un evento histórico y una canción de Solano, se multiplicó disfrutando el documental.

En 2019 se conmemoró uno de los eventos más importantes ya no de la historia dominicana, sino de toda la humanidad: los cincuenta años del viaje a la Luna en el verano de 1969. La imagen de ese cohete holgando hacía lo infinito, vista desde la televisión de tubo a blanco y negro junto a mis hermanos, los cuatro acostados en el piso de cuadros blanco y negro de nuestro viejo hogar de la calle La Cantera de la Zona Universitaria de Santo Domingo, me ha acompañado toda la vida como un momento mágico.

Mi primera instancia mental conmemorativa de ese día fue pensar cómo veía yo el mundo entonces. Con cuatro años, y gracias a lo que pasaban por ese aparato transistor, no estaba ocurriendo para mí una gran historia, solo un juego de fantasías de niños. El Apollo 11 era otra cosa divertida que pasaban por la televisión, lo mismo que Embrujada, Mi bella Genio, Perdidos en el espacio o Los Monkees. Otra fuente para idear entre los cuatro hermanos nuevas travesuras en los juegos.

La historia dominicana que era terrible y ocurría trágica, por ejemplo, a pocos metros de mi casa en eventos desafortunados ocurridos en la Universidad de Autónoma de Santo Domingo quedaban afuera, y una canción de Solano me hizo comprender que alguien protegía nuestra inocencia.

Se me ocurrió buscar en Google el hit parade latinoamericano de julio de 1969. Para mi sorpresa, encontré en un desfile de éxitos publicado en México, la canción Está bien, de Rafael Solano en la voz de Niní Cáfffaro entre los primeros lugares. De repente, mi rememoración del primer viaje a la Luna dio un giro vertical y se levantó alto como el Apollo 11. Acostada en ese piso a cuadros servida de galletitas Familiar y batidas de Leche Rica y Nesquick de chocolate, merienda favorita para disfrutar de la programación infantil de Rahintel, y las mencionadas comedias de situación, divisé otra figura vertical, de ese día y de mi vida.

Solano en Está bien, canción que oían mis padres en la radio, contó mi propia historia, pero desde una perspectiva distinta. Me despegó de la gravedad de piso donde acostada veía el épico lanzamiento. La busqué en YouTube y escuché maravillada la voz de seda de Niní y la composición del maestro. Evoqué la tranquilidad que nos transmitía el mundo de mis padres quienes eran los que escuchaban esas canciones románticas de Solano en casa, mientras nosotros andábamos inventando diabluras por ahí.

A las doce horas meridianas del día del 16 de julio de 1969, mi papá nos pidió ver un hecho que cambiaría la historia. Ese verano, la voz de Cáffaro y la composición de Solano triunfaban en un festival de la voz mexicano, evento recogido en el documental. Mientras veía aquel cohete desafiarlo todo, el mundo de mis padres me cantaba un estribillo que decía que todo estaba bien. Viendo el documental Solano descubro que me aferré a esa premisa simultánea de manera definitiva: creceríamos en un mundo mejor, si tan solo aceptamos las aventuras buenas y no tan buenas que nos impone el destino.

Cada canción de la biografía cinematográfica del músico, forman pasillos que me conducen a aposentos íntimos de mi propia historia familiar, en tanto es la música que escuchaban mis padres y tíos coetáneos y admiradores de Solano, como estoy segura le ocurre a su hija, a Basanta y a mi generación completa. El empeño de los cineastas transmite esa herencia a dominicanos más jóvenes.

Así  Magia es eso para mí, pura magia. Cantada a capela por la poderosa voz de mi tía Guegui, era el final de las celebraciones familiares. Pensaba que era una canción escrita cuando ella y mi mamá eran una jovencitas solteras. Gracias al documental comprendí que esa pasión por el romance de mi tía conduce a una época en que ambas amigas eran madres de cuatro hijos cada una. La canción y yo nacimos para los mismos días. Solo viendo el documental comprendí que además de amas de casa, ellas eran mujeres jóvenes llenas de ilusiones presentes mientras cambiaban pañales y calentaban biberones. Mi tía Guegui, sigue siendo la misma alma llena de fuerza primaveral hasta hoy. Cada sábado me escribe por WhatsApp, para conversar de temas actuales o de los de antaño que nos unen. Su amor por mi mamá, que ya no está, la dispara con la fuerza de un cohete a aprender de tecnología y servir de madre mía a distancia.

Cada canción del documental es una historia de uno de los momentos más dulces en la vida de mis padres o de mis tíos en tiempos más sencillos. Con Por amor  casamos a los tíos Isaura y Pierino Del Giudice, así como a Dulce y a Mario Rivadulla, lanzando arroz y gritando, ¡vivan los novios!. Los fabulosos merengues de Solano, son la melodía del mejor cuento de hadas que me alcanzó. No lo leí, lo presencié cuando mi prima Ketty cumplió quince años y yo contaba con nueve. Pude ver en vivo a Rafael Solano y orquesta tocarlos. Me ubiqué lo más cerca que pude para ver a Vinicio Franco y Rico López cantando Arroyito Cristalino, Siña Juanica  y otros merengues, mientras mi prima y sus damas bailaban con sus apuestos chamberlanes, hermosamente maquilladas y vestidas en tonos pastel. Creo que fue el momento más feliz de sus padres, mis tíos Nora y el Chino Yépez, que lo dieron todo por esa su única niña.

¿Quién va a contar la historia dominicana que ocurre hoy? Todavía no lo sé. Pero mi pedacito de historia social, el que me dice de dónde vengo, está preservado en un conjunto de archivos musicales entre los pentagramas del maestro Solano. Estoy segura que, como ésta, se pueden escribir miles de reflexiones similares, porque no había pick-up en hogar dominicano en los que no se tocaran los discos de larga duración de Rafael Solano, que acompañaban los hogares dominicanos en sus horas más felices.

Por eso, agradecemos a Patricia Solano, que además de productora es hija del querido personaje, por hilar con sentido histórico y matiz artístico el trabajo de su padre, así como a Basanta que la acompaña en ese esfuerzo documental, que reconstruye la identidad desde los espacios más amables de la vida nacional.

El día del cumpleaños de Rafael Solano es festivo porque la familia dominicana construyó sus mejores alianzas de amor en las horas meridianas en que el maestro se sentó al piano. ¡Feliz cumpleaños!