De niña leí con atención la biografía de Patria, Minerva y María Teresa: Las hermanas Mirabal. También tuve ocasión de visitar Ojo de Agua para participar en la recogida del café caído en las montañas, secarlo y obsequiarlo a campesinos pobres de la zona para que con el producto de su venta se alimentaran.
Sentía mucho pesar, a mi temprana edad, al rememorar la cruel tragedia que sufrieron las hermanas Mirabal Reyes en manos de sus asesinos, los esbirros del sátrapa Trujillo: un hombre sádico, sexista, misógino, un pederasta que en su desorbitado apetito sexual mancilló la vida y la honra de muchas niñas y jovencitas.
Las jóvenes Mirabal eran mujeres de clase alta que disfrutaban el comfort que les proporcionaba el ser hijas de un hacendado de la provincia Salcedo, que hoy lleva por nombre el apellido paterno de las tres hermanas.
Cuando analizamos el desgarrador índice de mujeres asesinadas vilmente por sus esposos, amantes y novios, y la violencia física y verbal ejercida por sus padres, hermanos y tíos -incluyendo la violación y el abuso sexual- es conveniente recordar a las hermanas Mirabal.
Hay que resaltar la bondad y la entereza de estas tres mujeres. Jóvenes inteligentes, amantes de su familia, luchadoras incansables por la equidad, la justicia social y la libertad.
Y, al rememorar la lucha de las tres hermanas Mirabal contra el tirano Trujillo, neceditamos seguir adelante en nuestro afán por construir una sociedad más justa y más humana.
La eliminación de las tiranías y sus diversas formas de violencia era el anhelo de Las Mariposas.