Perfilado como una medida de seguridad nacional, entre los primeros Decretos del Presidente Donald J. Trump de los Estados Unidos, estuvo el “Travel Ban”. Definido por su administración, como ela Orden Ejecutiva para restringir la entrada de nacionales, de países considerados por la administración, como hostiles hacia los EEUU.
Esta iniciativa y compromiso de campaña, pone un alto a la entrada a los territorios de EEUU por los próximos 90 días, a toda persona procedente de siete naciones, definidas como cunas de extremistas y fundamentalistas islámicos.
Entre ellas se cita Iraq, Somalia, Sudan, Yemen, Siria, Libia y por supuesto Irán. La Orden Ejecutiva, conocida también como el “Muslim Ban”, cuya traducción literal es “Prohibición Musulmán”, tiene como propósito, anular nuevos y posibles ataques terroristas en la nación americana, por parte de nacionales de estos países, excluyéndolos por el momento, en lo que los departamentos y dependencias de migración, establecen un nuevo método de revisión. Sin embargo, desde el punto de vista político, la firma del documento ha sido vista, como un acto separatista soterrado, que divide al país, entre ellos y nosotros.
Además de la supresión momentánea de entrada al país norte americano de oriundos de esa región, la medida también limita la entrada por los próximos 120 días, a todo refugiado político, social, religioso o de guerra, sin importar género, edad, estado físico, riesgo de persecución o perdida de vida. Los más afectados, según el texto del decreto, son los sirios, a cuyos desterrados se les restringe su entrada, de manera indefinida.
Vale señalar, que ningún nacional o residente de estas siete naciones, jamás ha atacado la nación americana. Así que habrá que ver si esto es meramente político, espectáculo o el reflejo de intereses ocultos a una resolución futura o negociación ya ejecutada.
Estas medidas se iniciaron de manera repentina, mientras refugiados estaban en vuelo, camino a “América”. Imagínense el drama al aterrizar, y escuchar sobre la nueva realidad de su estatus., para luego de una breve detención, tener que ser regresados.
Todo esto se ejecutó, sin tomar en cuenta a que nivel estaban los procesos de solicitud de permisos o si existían refugiados programados a llegar ese día o semana. Por asuntos de seguridad, pudiéramos justificar la acción silente y súbita de su implementación, pero la misma resulto ser contraproducente a su propósito siendo vista como algo inapropiado e ineficaz.
Los opositores de la medida, y en especial los del nuevo Presidente, han tildado esta Orden Ejecutiva, como una orden prohibitoria, manchada de prejuicios religiosos y culturales, que más que rendir tranquilidad y seguridad a la población, en realidad lo que hace es proveer un estímulo a todo aquel que ya piensa que los Estados Unidos está en guerra con el mundo islámico. Otros detractores de la medida lo ven como el primer paso hacia la exclusión de otras naciones o grupos étnicos.
El presidente Trump está redefiniendo las fronteras que hasta hace unos meses pensábamos que nos dividían. Eliminando posturas políticas, cortesías diplomáticas y revalorando antiguas y desfasadas alianzas, el nuevo presidente ha puesto a todo el mundo en posición defensiva y en su mejor comportamiento. Esto ya no se trata de colores, ni culturas, ni compromisos, ni cooperación.
Los contornos de la acostumbrada geopolítica mundial, se encuentran en un estado de incertidumbre y sus acuerdos militares, migratorios y de cooperación parecen estar diluyéndose. Pues con sus acciones en política nacional y del exterior, la joven administración está señalando cada día más, un alejamiento de sus aliados y un acercamiento a sus viejos enemigos.
Pero en la política como en todo, las cosas tienen su lugar y tiempo. El obviarlo, puede que limite su justificación, engrandezca su alcance o hasta achique el gesto. La Orden Ejecutiva, cuya justificación amerita ser considerada, fue implementada de forma desorganizada y repentina, donde las agencias gestoras de procesos de migración, las entidades que manejan la inteligencia nacional, los administradores de servicios de transporte, y los canales de facilitación públicos y privados para los antes citados, se mantuvieron a oscuras. Ninguna de estas entidades recibió advertencia sobre la disposición y su posible impacto logístico y legal.
La medida no duró mucho en ser detenida por una pareja de abogados jóvenes, los cuales sometieron una demanda judicial, considerándola inconstitucional. Ahí un Juez Federal de Brooklyn, detuvo la orden, permitiendo que no fuera ejecutado.
Terminando la primera semana de febrero, la medida estuvo detenida, estuvo a esperas de que la nueva administración ejecutiva del Partido Republicano de los Estados Unidos, fuera sometida a una apelación.
La misma cayó tal como la oposición planificó que cayera, justo en la Novena Corte de Apelación, la cual se encuentra en San Francisco, California, la ciudad más liberal de la nación. Para su desagrado, este miércoles, esta corte de inclinación liberal, dice no encontrar indicios ni pruebas para justificar un decreto presidencial que impida el ingreso de nacionales de estas siete naciones.
En las breves tres semanas que tiene en el cargo, el presidente estadounidense ha cumplido con todo lo que prometió en campaña y Washington parece estar aceptando la idea de que esta gestión será la más inusual de todas las presidencias de la nación norteamericana. No necesariamente mala, lo que sí, inusual.
Los puntos de vista, disposiciones y posturas que muchos encontraban como retorica extremista, dirigida a una base partidaria que quería cambio, a lo largo de su ascendente maratón hacia la presidencia, han resultado ser su real plan de gobierno. El trabajo que le espera al Secretario de Estado, el Procurador General y al Jefe de Inteligencia Nacional, no será nada fácil.
Aparentemente estamos entrando en una nueva Doctrina de Monroe. Así que no me sorprendería si este tema de que toda persona procedente de estas siete naciones, las cuales Trump acusaba a Obama de no tildar de ser extremistas y fundamentalistas islámicos llegara a la Suprema Corte de la nación, la cual ahora esta huérfana de un juez y dividida en pensamiento, con cuatro liberales y cuatro conservadores.
Donald Trump no es hombre de abandonar fácilmente una lucha en la que cree, ni mucho menos dar su brazo a torcer, editado una nueva Orden Presidencial, para agradar a subalternos. Sin embargo, todo eso se cae, si el nuevo presidente vislumbra la oportunidad de una buena negociación. Pues él vive para el trato. “A GOOD DEAL.”