El auténtico experto tiene plena consciencia del alcance de su pericia, que evidentemente puede variar en el tiempo. Más importante aún, el perito limita su ejercicio al ámbito de su experticia. Resiste la tentación de transgredir las fronteras de su especialidad, o al menos establece con transparencia que habla como lego cuando se sale de su zona de confort. Pues es justo que el experto en agujeros negros opine como cualquier ciudadano sobre el cambio climático, pero no a título de experto en la materia, a menos que realmente lo sea. Experticia en una rama de la astrofísica por sí solo no es credencial de pericia en el calentamiento global. En cambio el charlatán expone como experto en todos los asuntos, inflando y falseando sus supuestas credenciales de experticia como si fuera polímata, sea por ingenuidad o maldad.
No todos los intelectuales tienen la entereza que exhibió el dos veces primer ministro británico Winston Churchill. Ese caballero estadista se dedicó al pasatiempo de la pintura después de su primera gran derrota profesional que le provocó una crisis existencial. Al cabo del tiempo adquirió cierta destreza en la técnica que cultivaba como aficionado, y entonces el editor de una revista le solicitó un artículo sobre la pintura. A pesar de la atractiva retribución ofertada, su esposa le aconsejaba no arriesgarse a publicar sin ser experto en la materia. No obstante Churchill aceptó el reto, publicando inicialmente dos artículos que luego fueron reformulados en el encantador opúsculo titulado, La pintura como pasatiempo.* El sabio escribió con propiedad y maestría sobre el goce de explorar la pintura como hobby, basado en la reflexión inteligente sobre su propia experiencia. En realidad escribió como experto, no sobre la pintura pues nunca pretendió ser maestro de ese arte a pesar de su admirable empeño como aficionado, pero sí tenía experiencia en cómo cultivar la pintura al óleo como terapia de relajación, y era experto comunicador desde sus tiempos de reportero de guerra.
Sir Winston Churchill también publicó en vida diversos artículos especulativos/divulgativos sobre temas científicos, pues su curiosidad abarcaba múltiples disciplinas. A pesar de sus evidentes conocimientos y afición por las ciencias naturales y las tecnologías, jamás pretendió hacer ciencia o ser experto en estos temas. Recientemente ha sorprendido el descubrimiento de escritos inéditos del permio Nobel de literatura 1953, incluyendo el interesante ensayo de 1939 razonando especulativamente sobre la vida inteligente en el universo, sin dudas otro pasatiempo del parlamentario intelectual para disipar las angustias provocadas por la amenaza de Hitler.**
La experticia en una disciplina no se homologa automáticamente en otras, por cercanas que sean. La recomendación de un premio Nobel en química sobre una cuestión especifica de genética no es la de un perito en la materia, al menos no prima facie. Debemos aprender a distinguir cuándo la declaración de una eminencia es fruto de su experticia en lo tratado, y cuándo es solo reflejo de su natural derecho a la libre expresión como ciudadano sobre un tema de su interés. Tenemos la deferencia de respetar su parecer, mas no la obligación de atribuir a esa expresión el mismo valor que al dictamen de un experto. No entregamos nuestros zapatos a un costurero, pues aunque el zapatero puede cometer un error en la reparación del calzado, es mucho menos probable que en el caso de un sastre. El hecho de que una persona sea especialista o erudito en determinado campo del saber no lo convierte en alguien infalible, pero su argumento debe ser valorado apropiadamente en asuntos de su experticia.
Es importante para todos los ciudadanos desarrollar la capacidad de distinguir cuándo una persona habla como experto y cuándo comenta como lego; es crucial para los comunicadores que divulgan esas declaraciones por el efecto multiplicador de su quehacer profesional. En este sentido el consumidor de noticias es muchas veces un receptor pasivo, pues confía en el comunicador profesional para depurar la calidad de la información que transmite. El periodista es un guía, un maestro, responsable de consultar con reconocidos expertos o de lo contrario señalar en qué capacidad opina la persona citada. Precisamente esa es la esencia de la experticia que esperamos del buen comunicador. Es muy engañoso atribuir una declaración al “doctor fulano”, “profesor de la universidad tal” y “autor de best sellers”, declarando sobre un tema que no es de su competencia profesional. Lo honesto es decir puro y simple que perencejo opina, sin confundir con credenciales que no vienen al caso pues no están relacionadas con el asunto tratado. Y en caso de que esa opinión vaya en contra del consenso general, es recomendable presentar el contra argumento de uno o más peritos para contrarrestar el primer parecer. El periodista asume un compromiso de ser muy cuidadoso con las fuentes que utiliza y cómo las identifica al público. Por lo menos ese es mi criterio basado en el sentido común y la reflexión sincera, pues nunca he estudiado ni ejercido el periodismo en ninguna de sus múltiples formas, y no pretendo ser experto en ninguna disciplina.
La búsqueda y el buen manejo de las fuentes son esenciales para el periodismo profesional. En estos tiempos de creciente especialización y explosión de conocimientos, la identificación de expertos es una tarea vital para el comunicador comprometido. Por eso han surgido nuevas herramientas basadas en diferentes algoritmos que permiten una selección instantánea de peritos según diversos parámetros, aunque esos buscadores aún se enfocan primordialmente en personas vinculadas a instituciones académicas, quizás por facilidad en una primera etapa. Esta es una nueva tendencia, y como es natural son plataformas con bases de datos de los principales centros de investigación, diseñadas para facilitar la labor de los comunicadores en mercados de gran desarrollo del periodismo. Aun son de limitada ayuda sobre todo para el comunicador alejado de la metrópoli, quien debe resolver con las limitadas herramientas tradicionales a su alcance para seleccionar a los expertos locales.***
El desprecio que en la actualidad sienten muchos ciudadanos por la experticia se debe en gran parte al desprestigio de los autoproclamados expertos que pontifican sobre temas que no son de su competencia, amparados en sus credenciales en otras disciplinas. También contribuyen al desprestigio de la pericia los comunicadores que no siguen al pie de la letra las normas que rigen el uso de la experticia en sus labores de investigación y difusión. Urge el rescate de la confianza en la experticia, pues si bien no es una panacea, combate la proliferación de supersticiones y la charlatanería que en muchos casos vienen desplazando a la información de calidad en algunos medios con gran incidencia en el público. ¡Luchemos por restablecer la experticia en el lugar que le corresponde como aliada del buen periodismo, y del buen gobierno!
https://www.churchillbooks.com/GuidePDFs/g147.pdf
https://www.theguardian.com/books/2003/aug/30/highereducation.news
http://www.elespanol.com/ciencia/investigacion/20170215/193980858_0.html
http://www.nature.com/news/winston-churchill-s-essay-on-alien-life-found-1.21467
http://expertisefinder.com/for-journalists/
http://archives.cjr.org/feature/the_trouble_with_experts.php