Como dijéramos en “El mundo post-Obama” la semana pasada, este se está prefigurando en este momento con la definición de los jerarcas que diseñarán las políticas públicas hacia el interior y el exterior de los Estados Unidos de América.

Trump postuló (porque el senado tiene que aprobar los nombramientos ministeriales) a pragmáticos e ideólogos. Comenzó nombrando a Reince Prebiius, un pragmático presidente del Comité Nacional Republicano, como “Jefe del Gabinete”, contrabalanceado con Steve Bannon, un ideólogo agitador ultraderechista, como Asesor en Estrategia del presidente.

Una mujer, critica a su campaña, la gobernadora de North Carolina, Nikki Haley, como Embajadora ante las Naciones Unidas, un puesto clave para manejar las crisis internacionales. Jeff Sessions, senador de Alabama, como Procurador General, un opositor a la reforma migratoria.

Mike Pompeo se propone como Director de la Agencia Central de Inteligencia, cargo en que podrá confirmar sus sospechas de que en el ataque de Bengasi hubo encubrimiento por parte de la Secretaria de Estado Clinton, ya que él era miembro de la Comisión que investigó dicho incidente. Se complementa con la nominación de Mike Flynn como Asesor de Seguridad Nacional, un general que dirigió la “Defense Intelligence Agency” y que sostiene que EE.UU. está en guerra global con el Islam.

Sylvia Ayuso, en El País, nos trae el dilema mayor para el equipo de la diplomacia norteamericana que moldeara las relaciones con el mundo e intentar llevar la marca de Trump hacia fuera del país, en el siguiente enlace: http://internacional.elpais.com/internacional/2016/11/25/estados_unidos/1480106089_616198.html

Trump se ahoga entre Mitt Rommey, antiguo candidato presidencial perdedor de Obama en 2012, y Rudi Giulani, el notable exalcalde de New York City. Si ninguna de estas figuras fuera la elegida, Trump parece poder apelar a exmilitares: John Kelly, antiguo Jefe del Comando Sur norteamericano, y David Petraeus, ex del Comando Central norteamericano y ex de la CIA. Aún, si éstos no pasaran la prueba, dispone de Bob Corker, el republicano Jefe de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado norteamericano.

El dilema sigue siendo el mismo: ¿un halcón para atemorizar o una paloma para apaciguar; un pragmático que inspire confianza o un ideólogo que repita la retórica anti-todo-el-mundo?

En cierta forma, para nosotros los dominicanos, la cabeza que dirija la diplomacia norteamericana nos conviene que esté bien arreglada. Porque si estuviera desarreglada, debemos estar confesados. Ya que el pensamiento neoconservador de Trump es más proclive a una solución federativa de la isla de la Hispaniola, entregándole en fideicomiso la parte occidental para que el empresariado dominicano se haga cargo del desarrollo y el gobierno dominicano de los servicios sociales.

Aparenta que la reacción de la élite haitiana ha sido apelar al aislacionismo, muy a lo Trump, que se ha manifestado en las recientes elecciones cuando todos los candidatos haitianos hicieron muestra de su dominicanofobia. Otra incertidumbre que se agrega a este ajedrez de espanto.