Primero un guiño a mis lectores: la encuesta de CPI de la semana pasada dio 42% a 38% a favor de Leonel Fernández contra Luis Abinader, una diferencia de solo cuatro puntos existiendo solo 5% de indecisos. Como el margen de error fue de 2.5%, significa que la carrera está muy apretada, si estos fuesen los dos candidatos. Pero veamos la contienda en perspectiva. La encuesta de Mark Penn de octubre pasado arrojó una diferencia a favor de Leonel Fernández de doce puntos, 37% contra los 25% de Abinader, con un 17% de indecisos. Significa que Fernández ha subido solo cinco puntos, Abinader trece puntos y los indeciso han bajado en doce puntos. ¿Se mantendrá esa tendencia?
Pero, querido lector, vamos al tema del artículo. Al igual que en la República Dominicana hasta 1962, los impuestos de importación en Haití representa el grueso de las recaudaciones y por eso la gran preocupación por las importaciones dominicanas en la medida en que están subvaluadas o simplemente evaden el pago de aranceles. El incendio deliberado la semana pasada de la aduana frente a Jimaní es preocupante. La solución es copiar el esquema europeo y colocar las aduanas de ambos países en un solo edificio donde las autoridades de aduanas haitianas reciban inmediatamente la liquidación que hacen las autoridades dominicanas. La continuación del uso de la compañía suiza por parte de Haití también ayudaría mucho. La Hacienda haitiana prefiere que mercancías vayan por barco hasta la aduana en el muelle de Puerto Príncipe porque allí la liquidación es más honesta y también lo prefiere el dueño de ese puerto privado porque hace más negocios y los empresarios haitianos que compiten contra las exportaciones dominicanas también lo prefieren, porque el costo de nuestros productos aumenta. Pero ese cabotaje es absurdo.
En Haití no hay ITBIS, ni impuesto sobre la renta, ni una mina de oro como en nuestro país y la ayuda externa, que era extraordinaria en el pasado, se ha reducido mucho. La tributación de las llamadas telefónicas internacionales sigue siendo importante, como es el caso de las remesas, incluyendo las provenientes de Santo Domingo.
Entre 1905 y 1941 las aduanas dominicanas de Jimaní, Elías Piña y Dajabón eran administradas por americanos para garantizar el repago de nuestros bonos y lo mismo sucedía en esos tres puntos del otro lado de la frontera con el manejo de las aduanas haitianas. Los reportes de la Receptoría General de Aduanas (que pronto serán publicados para todos esos años por nuestra Academia Dominicana de la Historia) indican cuan eficiente era ese cobro que ahora podrían emular los haitianos con la compañía suiza.
Aunque Haití se incorporó hace varios años al esquema integracionista de Caricom, es tan solo recientemente que se ha comprometido a cumplir con sus requisitos económicos que incluyen adoptar un arancel igual al de los países de Caricom y que es más alto que el vigente hoy en día en Puerto Príncipe. Eso significará que los productos dominicanos pagarán más altos aranceles, los mismos que ahora pagan nuestras exportaciones cuando van a Jamaica, Barbados, etc. También significa que siendo Haití parte del mercado común de Caricom, los productos que proceden de esas islas no pagarán impuestos en Haití, por lo que las exportaciones dominicanas que sí pagan impuestos tendrán que competir con exportaciones de Jamaica y otras islas exentas de impuestos. Es lo mismo que ocurre en el libre comercio dominicano con los países centroamericanos bajo el DR-CAFTA.
Los países y organismos donantes han exigido a Haití que firme un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y este requiere, como es su norma, una reducción del déficit presupuestal. De ahí la tan desagradable medida tomada para eliminar el subsidio a la gasolina y que tanta reacción negativa provocó. Pero si no se cumple con el FMI no habrá ayuda. Ese es el gran dilema. Venezuela luce que ahora quiere aprovechar y ayudar.
Los dominicanos tuvimos ese dilema en abril de 1984 y la reacción ante el traspaso de productos de primera necesidad desde una paridad oficial insostenible de un dólar por un peso a la tasa del mercado libre de RD$2.80 por dólar, también provocó una reacción popular muy adversa.