Como se conoce, en todos los discursos filosóficos y éticos, el entendimiento de los sistemas de pensamientos, organización mental y simbólica de la realidad, siempre arroja algún nivel de análisis que permite describir contextos o incitar debates. Y es a partir de las interrogantes que se alzan o enuncian, que se pueden dilucidar amigablemente o con justa saña, los argumentos de comprensión que señalan, la incapacidad de la institucionalidad y gobernabilidad del sistema de representación del poder en los actuales momentos.
A sabiendas que las raíces de este presente, me llenan de ira, frente a tantas injusticias e infamias, que hasta el viejo Voltaire me daría la razón, para justificar un combate encarnizado y sistemático contra tantas incongruencias, iniquidades, desigualdades sociales, y porque no decirlo, frente a mentiras tan obscenas como: “siempre con la gente”.
El discurrir por esos engorrosos discursos me devuelve de nuevo, a un viejo pensador llamado Norberto Bobbio, para preguntarme qué hacer con ese sin sentido histórico, que implica una aceptación y tolerancia de los otros, a pesar que violan consuetudinariamente sus propias leyes. Estos personajes novelescos de Corín Tellado, se embelesan con el discurrir de sus pasiones, no baratas (Rolls Royce y Chateau Margaus) entre otras bondades que les proporciona, el suculento botín del tesoro público.
Ustedes no respetan ni sus propias leyes, han violado los pactos sociales consuetudinariamente
Para Bobbio esto es intolerable, no puede aceptarse una estructura legal que justifique el robo, o simplemente viole sus propias reglas para atender a los juegos del lenguaje del poder. A esto él lo llamó: “la Ley sin Pasiones”, es decir todo tiene que someterse, a la ley, en virtud del principio de legalidad. Cuyo planteamiento se basa en el argumento Aristotélico, de que la racionalización y el imperio deben sostenerse bajo la ley, frente a los abusos del poder en contraste con las pasiones humanas.
Pero este grupillo purpurado, no tiene interés, en seguir tales racionalidades, basadas en la seguridad jurídica, ni asumirla de manera formal, tal como lo planteaba Weber. Para los susodichos, estos discursos son simples chácharas argumentativas. Su deleite aromático y sexuado es mirarse, bajo un espejo en el que se figuran tolerantes y libertarios mintiéndoles a otros y así mimos. Cuando entona al unísono, el epígrafe de una única fe, la de gobernar hasta réquiem eterno.
Lo siento, “señor Jefe”, usted y su camarilla oficial, junto a la institucionalidad que lo representa es inequívocamente infame. Ustedes no respetan ni sus propias leyes, han violado los pactos sociales consuetudinariamente. Ni la razón, ni las predicas de las palabras sacrosantas emitidas por usted en su último discurso sobre: “paz, unión, progreso y justicia social” se concretizan o pueden tener asidero en el presente.
Cómo pueden justificar, la construcción de dos plantas de carbón en Punta Catalina, las ventas de las tierras del CEA, la impunidad de los ladrones del tesoro público, los altos salarios, la malas construcciones de escuelas para obtener beneficios dolosos, los suicidios por deudas, la entrega del patrimonio nacional a manos extrajeras, o las pretensiones de rehabilitar el tramo carretero de Las Mercedes hasta el Aceitillar violando el área de amortiguamiento del Parque Nacional Sierra de Bahoruco, al parecer para sacar la bauxita. Son múltiples, las violaciones de su secta partidaria. Pero ignorar no es mi regla, el modelo de sociedad que proponen y obligan a asumir como verdad, es político. El deterioro social, económico y ambiental no se puede ocultar. No acepto, la tolerancia social, en un paisaje obsesivamente autoritario, bajo la corte peledeísta.
La apuesta teórica de espacios de libertad y pluralidad no están garantizado bajo esta matriz conservadora de gobernabilidad. La única vía posible es desmantelar, bajo otro Poder y Campo Moral sus “grandilocuentes fantasías” de su supuesta convivencia pacífica y democrática.