Este es uno de mis programas favoritos de la televisión y estoy seguro que será uno de los más populares en Cuba, cuando poco a poco se vayan recuperando las libertades económicas que el socialismo tiene sepultadas por medio siglo. Cada episodio es una joya que nos habla de la superioridad de la propiedad privada, el libre intercambio, la especialización, la asignación subjetiva de valor a los bienes y la fascinante experiencia de descubrir el precio de cualquier cosa, exclusivamente por la interacción de los propietarios interesados en el intercambio.
El dueño de carro antiguo, libro famoso primera edición, escultura o cualquier cachivache que lo quiere cambiar por dinero es la estrella invitada de cada entrega. Trae el objeto, información sobre su origen y una idea de lo que puede conseguir. No viene auxiliado por un agente de entidad estatal que vela por sus derechos como consumidor o un libro de precios justos publicado por el gobierno, para perseguir la quimera de que en el intercambio ambas partes deben ganar de manera equitativa. Es recibido con cortesía y la pregunta de rigor ¿qué nos trae por aquí? Por lo general todo el que llega cree venir con oro molido o pieza original de colección, hasta que se encuentra con el viejo Richard o su hijo Rick y ocurre el primer choque de información.
Rafael llega con grandes expectativas para vender su estatua de Perseo y Pegaso, del famoso escultor francés Picault, que jura en su santo ser es una de las 800 copias certificadas hechas en el Siglo XIX. El Viejo Richard no conoce de la escultura, pero el hijo si tiene información precisa. En los casos que no tienen idea clara, siempre solicitan al vendedor que se auxiliaran de un tasador especialista, cuyo dictamen verbal lo ofrece en presencia de todas las partes. Es Rick entonces que inspecciona la pieza y señala marcas que revelan no es una de las copias originales antiguas, que no es de esa edición limitada, es una réplica hecha por el 1950, en Estados Unidos, una imitación de escaso o ningún valor comercial.
En los pocos episodios donde un cliente pierde los estribos, Rafael insulta a Rick, le dice que no le importa un carajo lo que aprecia, que está hablando pura caca. Seguridad, moreno corpulento de casi siete pies, se acerca discretamente. Rick le hace seña de parar, que no hace falta y el Viejo Richard lo fulmina, en voz baja y pausada, con este argumento de antología: “Nosotros podemos estar equivocados. No lo sabemos. Estamos en este negocio para hacer dinero. Cuando no nos sentimos cómodos con algo, entonces nos retiramos. Le estamos realmente muy agradecidos que haya traído la estatua, pero no es para nosotros. Eso es todo lo que tenemos que decirle.” Este Rafael seguro es de los inmigrantes de países donde la competencia es escasa, los negocios los dominan oligarcas mercantilistas, el consumidor es tratado a patadas y siente con cada transacción la explotación de los mercados dominados por oligopolios cortesía de privilegios les otorga el gobierno. Peor aún, si viene de Cuba socialista donde estos intercambios entre propietarios libres es prohibido por el Estado, para evitar la explotación y el engaño de los que más tienen, y donde todo está resuelto por el gobierno desde el nacimiento a la tumba. ¿Por qué salió?
Luego de este choque de información, en que cada parte hace un ajuste de sus expectativas, generalmente se procede a descubrir el precio. ¿Cuánto crees que vale? Vendedor lanza una oferta, los dueños de la tienda le indican que estarían dispuestos a pagar un valor menor. Explican que tienen que comprar para vender con un beneficio, que a ese precio más los costos para restaurar, enmarcar o promocionar no ve que pueda hacer un beneficio. Vendedor baja un poco, comprador sube otro tanto y, por lo general, terminan equilibrando expectativas en un precio donde ambos ganan. Ambos salen beneficiados porque prefieren la situación nueva a la anterior. Vendedor valora más dinero que recibe que devolverse a su casa con el cachivache. Los dueños más felices con nueva reliquia que dejar el dinero en la caja. Más nada se puede inferir de ahí. Quién gana más o menos es irrelevante e imposible de determinar porque las valoraciones son subjetivas. Estas tampoco se pueden inferir por los resultados de futuras transacciones que hagan ambas partes con lo que obtuvieron en el primer intercambio. Hablar de que el mejor intercambio es el que es equitativo, donde cada parte gana lo mismo, es un soberbio disparate.
Pawn Stars en cada capítulo muestra propietarios felices de poder hacer transacciones en libertad, sin injerencias de terceros intrusos dictando pautas sobre precio, calidad o exigencias de garantías que no solicitan contratantes. En alejarse de ese modelo se encuentra la explicación de gran parte de los desmadres causados por gobiernos intervencionistas y socialistas.