Leí el informe de cabo a rabo, y los comisionados por el presidente Danilo Medina para investigar la licitación de Punta Catalina me parecieron seres escindidos entre las escoria del poder y la verdad. Vivimos en el país del uso más desvergonzado del erario, y la práctica política más jactanciosa, colérica e impúdica de la historia contemporánea. El informe, por lo tanto, no extrañó a nadie. Pero duele que solo cuenten las esperanzas abortadas, las esperas inútiles, el sueño desilusionado. Porque, si la voluntad siguiera más o menos al entendimiento, después de la lectura del informe deberíamos regocijarnos de que todos sigamos en santa paz, porque hemos obtenido un triunfo rotundo sobre la incidencia malsana que la compañía brasileña ODEBRECHT ha desplegado en el mundo.
Según el Informe, fuimos nosotros como país los que engañamos a ODEBRECHT, porque Punta Catalina nos costó un 6% menos de lo que vale. Hay que dar una voltereta mental, eso ya lo había dicho Andresito Dauhjre, y Bichara le pagó poco más de setecientos mil dólares por ello; pero que lo recupere la comisión sin analizar todas las objeciones técnicas señaladas a ése nivel de costo, es un divorcio traumático entre lo que dicen los datos y lo que un “analista” pagado inventa para justificar al gobierno. La comisión optó por declararnos campeones: ¡engañamos a ODEBRECHT con un 6% menos! Esa empresa tan diestra en la manipulación, hizo en nuestro país lo que los campesinos llaman “El negocio de capa perro”, que capaba los perros a veinticinco pesos y daba treinta para que se lo agarraran.
Mejor aún: la comisión no encontró indicios de sobornos en la adjudicación del contrato de construcción de la planta a ODEBRECHT. Un hallazgo fenomenal, maravilloso, que la comisión suscribe sin mover un dedo para establecer la verdad. El modus operandi de la empresa ODEBRECHT prefiguraba tres componentes: soborno, sobrevaloración y financiación electoral a propuestas políticas con posibilidades de ganar el poder. El primer paso era el soborno, que llevaba automáticamente a la sobrevaloración; pero en algunos casos, como en el de Punta Catalina, el lobbismo se adelantaba al soborno (más adelante lo veremos). Esa metodología operativa fue tan efectiva que llevó a la compañía a crear una Oficina de operaciones estructuradas para sobornar en distintos países. Esta oficina funcionó, en principio, en los Estados Unidos, pero cuando el juez Moro arreció la persecución en Brasil, la trasladaron rápidamente a República Dominicana, un lugar más idóneo y seguro para ellos. En el documento de acusación de la Corte del Distrito Este de New York, la propia compañía ODEBRECHT detalla los niveles económicos que alcanzaron para sobornar en los países americanos. Argentina, 35 millones de dólares. Colombia 11 millones de dólares. República Dominicana 92 millones de dólares. Ecuador, 33.5 millones de dólares. Guatemala, 18 millones de dólares. México, 10,5 millones de dólares. Panamá, 59 millones de dólares. Perú, 29 millones de dólares. Venezuela, 98 millones de dólares. Brasil, 349 millones de dólares.
Los comisionados por Danilo Medina para investigar Punta Catalina tenían el aliento sostenido que les permitía saltar en su redacción de un elemento cómico a otro. Si antes encontraron que fuimos nosotros los que engañamos a ODEBRECHT al robarle poco más del 6% del costo verdadero de la planta, ahora se hacen los australianos y “no encuentra pistas de sobornos”; sin ver que, por confesión de la propia compañía ODEBRECHT, somos el tercer país en el monto desplegado de los sobornos en el continente americano, y el país sede de la oficina de operaciones estructuradas que les servía de camuflaje. Lo sorprendente, sin embargo, es todavía más deformante, porque el prorrateo por años de la distribución de los sobornos en nuestro país deja muy claramente establecido por el ciclo bancario de la ruta del dinero (VER EL ESTUDIO DE GUSTAVO GORRITI, “LA RUTA DEL DINERO”) que la mayor cantidad del dinero de la mordida entró al país justamente en el periodo del 2012 al 2014, y en ese espacio-tiempo únicamente se contrató con ODEBRECHT la construcción de Punta Catalina. ¿No podría haberse preguntado la comisión a dónde fue a parar el mayor monto del pastel de los sobornos en la República Dominicana?
En el próximo artículo veremos cómo es de dramático estar atrapados entre las escorias del poder y la verdad.