Si en nuestro país usted quiere que lo miren como a un “bicho raro”, solo tiene que decir una frase que puede tener dos variantes: “Yo voy al psicólogo”, o bien “Yo voy al psiquiatra”. Listo: ojos que se abren más de lo que dictan las normas de educación. En el mejor de los casos, un silencio incómodo, o también puede que se encuentre con un aprendiz de comediante con una cantidad considerable de prejuicios, de los que sueltan un comentario que no aporta ningún tipo de conocimiento, como por ejemplo, “Eso e’ pa locos”, “Yo sí que no necesito eso”, o algo similar.

Veo que sucede lo siguiente: en este círculo vicioso que envuelve a la salud mental y emocional, aún es un tema tabú admitir que se necesita asistencia médica, de un psiquiatra o de un profesional de la psicología. Muchas veces la afección es percibida como una señal de debilidad, o una advertencia de que quien la sufre es una persona problemática. Si surge en una conversación, bajamos la voz al tratar el tema. Al no presentar síntomas físicos, como una fiebre, un dolor muscular, o cualquiera de los síntomas de las enfermedades “normales”, y por ser algo que no se mide en un laboratorio clínico con una muestra de sangre, lo hemos convertido en un misterio, casi una mala palabra. Y como pasa con todo aquello de lo que no nos gusta hablar, aunque sea algo cotidiano en la sociedad, se convierte en un problema serio que se alimenta de nuestra ignorancia, crasa en todos los sentidos, y de nuestro deseo de tapar el sol con un dedo, lo cual resulta en que aquellas personas que no quieren ser mal vistas elijan “aguantarse” y no buscar la ayuda que requieren y merecen.

Cada vez que nos burlamos de alguien con frases como “Ese está de psiquiatra…”, “Fulana es como esquizofrénica…” o nos referimos con ligereza y tono de burla a condiciones que no entendemos ni conocemos realmente (como la depresión, la anorexia, el trastorno bipolar, por mencionar los más “comunes”), estamos sumándole peso a la idea de que padecerlas es algo que minimiza a la persona… algo de lo cual avergonzarse. Se convierte en sinónimo de debilidad voluntaria o de “defecto”, y trivializamos realidades que pueden significar la muerte de una persona que no reciba la ayuda profesional necesaria. Esto sin mencionar el sufrimiento que puede significar para el individuo y sus allegados una condición no tratada, al ignorar las señales de alarma, ya sea de forma voluntaria, porque “eso son ñoñerías”, “los psiquiatras son unos locos tó”, o sencillamente porque no tienen conocimiento ni acceso a la información o a los profesionales competentes.

Las herramientas, los estudios, los medicamentos y los procesos terapéuticos para diagnosticar y tratar correctamente una infinidad de condiciones están ahí y se desarrollan cada día más, pero mientras sigamos tratando el tema de la salud mental como el elefante en la sala que es actualmente, y persistamos en descartar las afecciones mentales como si fueran algo que la gente elige padecer y no lo que realmente es (algo que puede afectar a cualquiera, sin importar su raza, edad, condición social, económica, o geográfica), ni que hace que la gente sea “mejor” o “peor”, más y más personas seguirán sin recibir la atención correcta.  Si no consideramos motivo de burla una pulmonía, una gastritis, un dengue o cualquier otra patología y de las cuales oímos hablar a diario, que pueden afectar a quien sea, donde sea, entonces ¿por qué las condiciones psiquiátricas son una muletilla para burlarnos y descalificar en nuestra ignorancia a quien consideramos excéntrico, o sencillamente piensa de forma diferente a nosotros?

Si usted quiere poder diagnosticar a alguien como depresivo, bipolar, esquizofrénico, bulímico, anoréxico o cualquier otra condición que se le ocurra, vaya primero a la escuela de medicina, luego haga la especialidad en psiquiatría, y empiece a ejercer. De esta forma, su opinión al respecto pasará de ser un atraso y un obstáculo a la salud de las personas, y se convertirá en un aporte a la sociedad y al bienestar de la comunidad. Si no puede o no quiere pasar por el proceso descrito, mejor guárdese sus suposiciones sobre el estado mental del prójimo. Necesitar un doctor de cualquier rama de la medicina no es algo de qué avergonzarse, no te define, no te hace menos ni más que los demás, y si de algo estoy segura es de que nadie es más “fuerte” ni inteligente por dejar de ir al médico cuando siente que algo no está bien. La salud en todos sus aspectos, debe ser una prioridad de todos.