Alguna gente piensa que las últimas decisiones económicas adoptadas por el Gobierno, sobre todo, el paquete tributario y el aumento de la tarifa eléctrica, tienen la intención de hacer daño a la candidatura presidencial de Danilo Medina y provocar que su partido pierda las elecciones, bajo el entendido de que esto viabiliza al Presidente mantener su liderazgo y le facilita regresar al poder cuatro años después.
Yo no interpreto las cosas de esa manera. No quiere decir que las medidas impopulares no dañen la candidatura de Danilo, sino que esa no es la intención. Y más aún, no adoptarlas iba a resultar a la larga mucho más dañino.
Recordemos que el acuerdo Stand By que tiene el país con el FMI tenía dos etapas: una de reactivación económica que tuvo lugar entre finales del 2009 y el año 2010, y otra que se previó desde un principio para ajustar las cuentas, lo que tendría lugar desde finales del 2010 y en el 2011.
La primera era la parte bonita para el Gobierno: mucho dinero de empréstitos, bonos, muchas inversiones, subsidios y nada de impuestos. En resumen, el sueño de cualquier político en el gobierno.
Pero todos los plazos se cumplen, y al momento de ajustar cuentas el Gobierno se resistía a hacerlo, por impopular. Y por primera vez el Fondo le hizo frente a este Gobierno, que siempre encontraba la forma de embaucarlo y terminaba perdonándole todos los incumplimientos, y hasta de financiárselos.
En este caso le plantó cara, y el acuerdo entró en un limbo que duró más de seis meses. El Gobierno resistió el tiempo que pudo y no pasaban muchos días sin que algún ministro o funcionario negara categóricamente que hubiera la intención de hacer reforma tributaria o que se fueran a subir las tarifas de electricidad. Mientras tanto, se moderaron los gastos, se controló el crédito bancario y la emisión monetaria, se subieron las tasas de interés, bajaron las reservas monetarias y se estableció una especie de suave control del mercado cambiario.
Pero eso no resistía hasta las elecciones. Recordemos un poco la historia: en el año 2000 el gobierno del Dr. Leonel Fernández aplicó una receta parecida antes de entregar el gobierno: se negó a ajustar los precios de los combustibles (que a fin de cuentas era hacer reforma tributaria porque significaba aplicar el diferencial), se fue comiendo las reservas monetarias que había y se pospusieron pagos. Pero eso funcionó porque era por poco tiempo, de modo que si la crisis explotaba le explotaría ya en manos de otro, que ya se sabía con alguna certeza que sería de la oposición.
Pero ahora la amenaza era que explotara mucho antes de las elecciones. La razón es que la economía dominicana viene funcionando desde hace tiempo con dos grandes brechas, las cuales hay que tapar cada pocos meses: la brecha presupuestaria y la de cuenta corriente de la balanza de pagos.
Y para cuadrar las cuentas se necesitaba un dinero que debía entrar pero ya, pues ni el presupuesto era sostenible sin unos recursos previstos de organismos internacionales y de colocación de bonos soberanos, ni la tasa de cambio resistía mucho tiempo con un déficit corriente que no se compensara con entradas de capitales. Y si explotaba este año o a inicios del 2012, el principal perjudicado sería el Lic. Danilo Medina.
El país se ha acostumbrado demasiado a vivir de lo prestado. Eso solo se resuelve aplicando una política con visión de largo plazo encaminada, no a cubrir esas dos brechas, sino a evitar su existencia, a suprimirlas. Que el Tesoro público reciba lo que esencialmente se necesita, que gaste lo que tenga y los recursos se usen en lo que se necesita, y que el país genere con su propio esfuerzo las divisas que gasta sin tener que depender de entradas de capitales.
La solución de eso no está ni en acuerdos con el Fondo ni en políticas presupuestaria, monetaria y cambiaria concebidas exclusivamente en función de conveniencia política. Y esto requiere un liderazgo diferente, pues tengo serias dudas de que esa visión sea compatible con la forma de gobernar del Dr. Leonel Fernández.