Porque… “La experiencia aumenta nuestra sabiduría, mas, no reduce nuestras locuras”.

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“Si un hombre no ha descubierto algo por lo cual morir, entonces no es digno de vivir” (Luther King Junior)

Indignación profunda la causada por el comportamiento indebido de personas a las cuales de manera indisputable se les entrega la confianza para tal o cual cosa y lo hacen de manera humillante, vergonzosa. Esto lacera el alma y causa un dolor moral imposible de definir o explicar con simples y vulgares palabras. Lo grave de eso, es que mientras más responsabilidades tienes a tu cargo, más posibilidades tienes de padecer esta laceración que profesional y emocionalmente siempre deja cicatrices.

Estas personas borran todos sus triunfos con acciones repugnantes y sacrílegas a la ética y la moral, quizás por las temibles tentaciones ante las debilidades del alma, olvidando compromisos innegociables consigo mismos, sus amigos y familiares y sobre todo, con aquellos superiores que depositaron su confianza en ese proyecto de futuro y esperanza que constituye todo ser humano y, mucho más, si goza de juventud y preparación.

Se dejan convencer por proposiciones indecentes, propuestas por desechos humanos y quizás, influenciados por gentes que ya hace tiempo están perdidas y necesitan arrastrar al abismo inmoral y corrupto a otros que quizás nunca por sí mismos hubiesen llegado a ese punto. Una pura desgracia humana.

Se dejan abatir por las contrariedades y confían excesivamente que navegarían a toda vela porque el tiempo siempre les sería favorable. En ningún momento se detuvieron a pensar que el viento siempre cambia, para bien o para mal y, mucho menos piensan , que en el momento en que mejor se sientan, la fortuna se cansa de dispensarles sus favores. Quizás, por eso sostenemos, hasta prueba en contrario, que la humildad, seriedad, honestidad y eficiencia en los momentos cumbres, se convierten en el basamento fundamental, para cuando se esté abajo, cuando llegue la soledad o la quietud para tener la oportunidad de contemplar las miles de cosas bellas y naturales que a diario nos presenta la vida, como recompensa por la labor cumplida.

En verdad tengo un espíritu que se la da de independiente y “medalaganario”, aunque esto solo sea un decir y hasta utópico en medio del vanguardismo y globalización que pretende convertirnos en robots o marionetas sin poder de decisión pero, de tanto conocer y ver cosas, escuchar diabluras y soportar sandeces, cada día me gustamás la soledad. Cada día estoy menos dispuesto a creer en algo o alguien –y de amores ni decir-,  y sé que esto no es bueno ni malo, pero, reniego a soportar los inoportunos, y más, si son una combinación de políticos, abogados o negociantes inescrupulosos.

Quisiera en ocasiones, en medio de contratiempos y negruras en mis sentimientos que solo consiguen templar mis bríos en la suerte de la adversidad de sentimientos encontrados, producidos por quienes nunca debieron hacerlo, estrechar relaciones de armonía con aquellos que solo tienen lengua para herir, con su léxico caustico, mordaz, virulento y que quizás, debido a su mal formación desde la infancia, por ser prácticamente hijos de la calle y de padre dudoso o desconocido, que no conocen otra cosa que la mentira y la falsía para mantenerse en el medio,  que podríamos decir que si llegan a lacras sería un privilegio para ellos, intentar tener algún tipo de relación con estos es imposible y la dignidad no me permite permanecer callado ante esos negociantes mediáticos.

Porque son tantas sus acciones perversas, que nos han causado cicatrices, las mismas que nos ayudan a no permanecer con la boca callada y que nos hace ser precavidos ante cosas que antes no les dábamos la importancia debida.

Principalmente, a las insinuaciones capciosas de “programeros” difamadores que se hacen pasar por “periodistas”, profesión que denigran y cualquerizan, que desde la salida del sol hasta el anochecer solo hablan sandeces difamatorias, respondiendo a intereses más que espurios. Muchas veces, hasta para defender u ocultar acciones indelicadas, perversas y abusivas de lacras, militares y civiles con algunas de las cuales están emparentados y que además, en ocasiones les sirven hasta de testaferros. ¿Comprenden he? ¡No hay por dónde, ese es su  dolor! Así nomás.  ¡Sí, señor!

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