Es evidente que el sistema democrático, tal como se practica hoy en nuestros pueblos, necesita de revisiones profundas.
En una definición sencilla se plantea que en la democracia el poder y las decisiones descansan en la voluntad plural. En ella el pueblo es quien supuestamente decide el otorgamiento de la administración de la cosa pública. Es decir de las estructuras del Estado.
Tanto se ha valorado la democracia que en el pasado fueron apreciados como enemigos peligrosos los Estados, gobiernos y sistemas que abrazaban otro sistema, mayormente si era el comunismo o socialismo.
Sin embargo, en la democracia, en cualquiera de sus expresiones o forma de ejercerla, los ciudadanos no han tenido una respuesta satisfactoria a sus grandes necesidades e inquietudes.
Es muy cuestionable lo de que el pueblo es quien escoge a sus líderes. Los políticos han aprendido a manipular la voluntad. También saben como doblegarla. La misma pobreza y la falta de conciencia y de educación les facilita el proceso.
Lo peor de todo es que los que ejercen el poder lo usan para provecho propio afectando el erario público. Tanto se practica la corrupción que ya parece ser consustancial al mismo sistema. En esto no ha habido ninguna diferencia con relación a los tiranos que usaban las finanzas públicas como algo personal. Nadie se ruboriza al ver que el funcionario humilde de ayer hoy es un potentado dueño de fortunas, tierra y cosas que no heredó y que no y hay forma de justificar.
No se entiende como los organismos crediticios y de control internacionales son tan flojos en este sentido. A través de los préstamos se pone mucho dinero en manos de autoridades gubernamentales que, luego, los usan de manera no sólo caprichosa, sino que desvían partes a fondos personales. El énfasis se pone en la capacidad o no de pago, no en la eficiencia en su uso. Esto huele a complicidad.
Por eso las necesidades básicas del pueblo no son satisfechas. Incluso, en la democracia se carece de beneficios y bienes que sí funcionan bien en otros sistemas. Por ejemplo, los servicios de salud y de educación en Cuba compiten con los de las democracias latinoamericanas.
¿Será que la democracia es el sistema que mejor permite a las potencias extranjeras ejercer incidencia a su conveniencia dentro de cada país o nación?
Lo cierto es que la democracia no se está ejerciendo con una praxis cónsona al desarrollo y bienestar de estos pueblos. En estas naciones lo que hay es mucha pobreza, miseria, violencia, injusticia, corrupción y manejo medalaganario de las estructuras del Estado. Esto, tarde o temprano, podría conducir a un disgusto que podría estallar por algún lado. La democracia, si ha de continuar, debe reiventarse así misma con la mira de cambiar este estado de cosas preocupantes.