No hay dominicano que no sepa que la justicia no funciona contra la corrupción de los que están el poder. O que el borrón y cuenta nueva bloqueó la Destrujillización de la Republica y propició el retorno por doce años a la dictadura sin Trujillo pero con Balaguer. No se esperaba el reciclaje de caudillos ineptos y corruptos y la continuación de la impunidad en el Siglo XXI. Nos cristalizamos en el final del siglo XIX, sin las luces de Gregorio Luperón, Eugenio María de Hostos, o Pedro Francisco Bonó.
De “lo que diga Balaguer” hemos pasado a “lo que diga Leonel”. Mujeres y LGBT están sometidos a “lo que diga el Cardenal”. El primero señalado por Trujillo y el presidente Lyndon B. Johnson; el segundo señalado por el primero; y el tercero señalado por el segundo y el monarca eclesiástico Józef Wojtyła. Ni la meritocracia ni la racionalidad de la Constituciónson tomadas en cuenta.
Tampoco cuenta el conocimiento científico, la innovación tecnológica, la transparencia o la verdad. Lo importante es la imagen y la propaganda, construidas para enmascarar y favorecer la continuidad de los que ostentan el poder político y religioso. Solo sabemos que los corruptos siguen gobernando y los curas pedófilos siguen sueltos. No importa los intentos por someterlos, el número y tamaño de las protestas, y las denuncias y razonamientos en los medios. La impotencia se traduce en el fatalismo legendario.
Por décadas hemos tratado de explicar la realidad para cambiarla. Poco hemos cambiado. Pero identificar el problema es el primer paso para solucionarlo. Aquí propongo que le demos un chance a Max Weber.
Karl Marx (1818 –1883) y Max Weber (1864 –1920) son los teóricos del sistema de clases más influyentes. Weber, que conoció los textos de Marx y vivió en un capitalismo más avanzado, contribuyó nuevos elementos y se diferenció de Marx en aspectos importantes, aunque en lo esencial coinciden en otros. Para fines de ésta breve colaboración, basta resaltar tres diferencias importantes identificadas por el profesor decano de Ciencias Sociales de NYU Abu Dhabi, Iván Szelényi; especialista en estudios comparativos de estratificación social a través del tiempo y de diferentes culturas.
La teoría de clase de Max Weber, nos permite analizar aspectos relevantes del capitalismo dominicano. Para Marx, la lucha de clases existió desde principios de la Historia, es decir, abarca todas las formaciones sociales que han existido en la historia de la humanidad. Esto así porque Marx establece el antagonismo de clase entre los dueños de medios de producción y la mano de obra desposeída de esos medios. En cambio para Weber las clases no existen con anterioridad al capitalismo.
En la teoría de Weber, el sistema de estratificación social pre-capitalista está basado en estatus o prestigio—los esclavos y los siervos feudales no son clases, sino grupos estratificados según su estatus, (del alemán Stand que traducido al Inglés puede ser status o estate) o sea estatus o propiedades (riquezas) con valor de uso pero no de cambio. Por eso, Weber define como relaciones de clase en las economías capitalistas las existentes entre el empleador y el empleado, entre el gerente y el trabajador; no entre el dueño y los trabajadores.
Una tesis fundamental de Szelényi es que la distinción de clase entre Marx y Weber es histórica. Weber busca investigar el origen del poder. En otras palabras, qué lo legitima, ¿la autoridad tradicional basada en status o riqueza o la autoridad racional-legal de la economía de mercado? Su análisis permite estudiar la transición de un tipo de estratificación basada en estatus a una basada en clase. Además, permite analizar hasta que punto la autoridad tradicional puede continuar subsumida en la autoridad racional legal, y de facto obstaculizar el funcionamiento racional y legal de las instituciones modernas del Estado democrático de derecho.
Otra diferenciación entre ambos cientistas es que Mientras Marx veía que la lucha de clases aumentaba con el avance del capitalismo, Weber la veía decrecer. Es decir, era más salvaje e intensa durante la acumulación originaria.
Siguiendo el método de Weber, el capitalismo en República Dominicana se inició con la ocupación de los Estados Unidos (1916-1924) y no antes, dado que el principal medio de producción, la tierra, no se había convertido en mercancía en el mercado de cambio. Bajo las condiciones pre-capitalistas existentes, el uso y tenencia de la tierra estaba regido por el sistema de terrenos comuneros originado en el siglo XVI. La tierra tenía valor de uso pero no de cambio; y además estaban ocupadas por pequeños agricultores de subsistencia que abastecían el mercado local de alimentos, y por siglos usufructuaban la tierra mientras la trabajaban. De aquí la consigna campesina durante el proyecto de Reforma Agraria de los setenta de que “la tierra es de quien la trabaja”.
Para que las empresas internacionales azucareras pudieran establecerse, el gobierno de Ocupación estadounidense intervino para crear las condiciones que cambiarían el sistema de tenencia y uso de la tierra convirtiéndola en mercancía de intercambio en un mercado capitalista. Debía ilegalizar la posesión tradicional de usufructo de la tierra, sustituyéndolo por la legalización estatal a través de un titulo del terreno localizado y topográficamente medido. Algo que el campesinado no podía financiar. Y debía crear un ejército que ejerciera violencia para defender el sistema si fuese necesario. Concretó ambas metas antes de desocupar el país en 1924.
Los denominados “gavilleros” del Este, fueron los campesinos despojados de sus tierras que resistieron defendiendo con las armas sus parcelas. Adicionalmente, la industria capitalista azucarera necesitaba una fuerza de trabajo libre, es decir, no atada al conuco de subsistencia. Por esta razón intentaron descampesinizar la población comprando más tierra de la necesaria para la industria y así crear una clase obrera para las labores agrícolas de los ingenios. No contaron con la baja densidad demográfica del territorio a principios del siglo XX y la alternativa de los campesinos de continuar su producción en las montañas. La solución del gobierno de Ocupación fue iniciar un programa de braceros, importando mano de obra haitiana para los seis meses del corte de la caña. Los contratos se realizaban entre los dueños de ingenios y el gobierno haitiano, sin intervención del gobierno dominicano. Al finalizar la cosecha, los dueños de ingenios debían repatriar a los braceros.
El libro de Melvin Knight, Los Americanos en Santo Domingo (1939) debe de ser un texto de lectura obligada en la Secundaria. Se trata de una traducción de la Universidad de Santo Domingo del original en inglés publicada por la Vanguard Press de New York en 1927. Documenta de manera objetiva los intereses estadounidenses en el establecimiento de los ingenios azucareros y describe con detalles la historia que aquí he sintetizado. En el libro Bateyes del Estado, yo documento en el primer capítulo la historia y las razones del fracaso y cierre de los ingenios estatales durante la última zafra 1999-2000.
En otras colaboraciones continuaré el análisis con el instrumental teórico de Weber para explicar la estratificación social y el tipo de autoridad imperante durante otros momentos claves de nuestra historia y en la coyuntura actual.