Según la FAO, cada año se pierden y se desperdician unas 1,300 millones de toneladas de alimento en el mundo, mientras mueren de hambre 20 mil niños de menos de 5 anos.
El pasado día 5 de junio se celebró el Día Internacional del Medio Ambiente. El lema para ese día fue el de “Piensa. Come. Ahorra. Reduce tu huella”. Este es el nombre de la iniciativa encabezada por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA).
Tal vez esta frase, en primera instancia no nos diga mucho sobre el consumo de los recursos. Pero si analizamos un poco, veremos qué significativas son estas palabras para el desarrollo sostenible. Y es que los números del desperdicio dejan a cualquiera estupefacto.
Según la FAO, cada año se pierden y se desperdician unas 1,300 millones de toneladas de alimento en el mundo. Esta cifra, dice el organismo internacional, equivale a la producción alimentaria de toda el África Subsahariana. Esta cantidad sería suficiente para alimentar a 900 millones de personas hambrientas en todo el mundo. Estos datos son publicados en el estudio realizado para el congreso internacional Save Food!, realizado entre agosto de 2010 y enero de 2011 por el Instituto Sueco de Alimentos y Biotecnología (SIK) a petición de la FAO.
Esta cifra es para no quedarnos de brazos cruzados, sobre todo si, “al mismo tiempo, una de cada siete personas del planeta se va a la cama hambrienta y más de 20,000 niños de menos de 5 años mueren de hambre cada día”, asegura la FAO.
La pérdida de alimentos se refiere a productos que se estropean, se pierden o cuya calidad se ve disminuida durante el proceso productivo antes de que lleguen al consumidor. Normalmente, tiene lugar durante la producción, almacenamiento, procesamiento o distribución.
El desperdicio de alimentos se refiere a productos que terminan el proceso productivo con buena calidad y listos para su consumo, pero que aún así nunca llegan a ser consumidos ya que son descartados antes incluso de estropearse. El desperdicio de alimentos tiene lugar casi siempre, aunque no de forma exclusiva, en la etapa de venta o consumo. Según el estudio de la FAO, un 9% de los 1,300 millones es responsabilidad de cada hogar.
La situación es alarmante y todos podemos hacer ¨algo¨. Nosotros como consumidores también podemos, al comprar en el supermercado o tienda, pensar qué realmente necesitamos, pensar que mientras menos procesados son los productos elegidos menos recursos se habrán invertido para fabricarlos; pensar que mientras más lejos viene el producto, más combustible se invierte en el transporte hasta nosotros; saber que los vegetales consumen menos recursos que las carnes.
Más de la mitad de la comida desperdiciada en Europa, EEUU, Canadá y Australia se desecha en la etapa de consumo, mientras que en los países en desarrollo, dos tercios de las pérdidas se producen durante el almacenaje. Se calcula que el desperdicio per cápita de alimentos por consumidor en Europa y América del Norte es de 95 a 115 kg/año, mientras que en el África subsahariana y en Asia meridional y Sudoriental esta cifra es de 6 a 11 kg/año.
El estudio indica que los 870 millones de personas que sufrieron hambre en el mundo en el período 2010-2012, son tan solo una parte de los miles de millones cuya salud, bienestar y vida son afectadas por la desnutrición. Según el informe, 2.000 millones de personas padecen una o más deficiencias de micronutrientes, mientras que 1.400 millones tienen sobrepeso y de ellos 500 millones son obesos.
La FAO advirtió que el costo de la desnutrición para la economía mundial en pérdida de productividad y gastos de atención sanitaria es “inaceptablemente alto” y podría alcanzar hasta un 5% del producto interno bruto (PIB) mundial.
A ese costo de la desnutrición habría que agregarle el costo de los recursos invertidos para producir esos alimentos. Y es que cuando se pierden o desperdician alimentos, debemos incluir los recursos utilizados para la obtención de los mismos y tener bien presente que los impactos negativos ocasionados al ambiente, han sido en vano. O sea, es una pérdida que aumenta ¨exponencialmente¨. Solo con el agua desechada en los procesos, se podrían llenar 70 millones de piscinas olímpicas, mientras que la extensión de tierra necesaria para producir la comida desperdiciada equivaldría a un territorio del tamaño de México (1, 964,375 km2).
Veamos algunos datos sobre los recursos utilizados. La producción global de alimentos ocupa un 25% de la superficie habitable, un 70% de consumo de agua, un 80% de deforestación y genera un 30% de gases. Es, por tanto, uno de las actividades que más afectan a la pérdida de biodiversidad y a los cambios en el uso del suelo. Los requerimientos diarios de agua potable por persona son de 2 a 4 Litros. Sin embargo, se necesitan de 2,000 a 5,000 Litros diarios de agua para producir alimentos para una persona.
En términos de energía, cada caloría de alimento cosechado requiere la inversión de gran cantidad de gasoil en la maquinaria agrícola, electricidad para los motores de riego, fertilizantes químicos fabricados con alto consumo de energía, pesticidas, etc. Por esta razón, se habla de “papas hechas con petróleo”. Los agricultores están volviendo a un modelo más racional de agricultura, con control biológico de plagas, uso de fertilizantes orgánicos, procedimientos de labranza menos agresivos, cultivos adaptados al clima local que requieren menos agua, etc. Este tipo de agricultura “ecológica” puede producir alimentos con un significativo menor consumo de energía.
Según el informe citado, el sector alimentario -incluyendo la fabricación de insumos, producción, procesado, transporte, comercialización y consumo-, supone cerca de 95 exajulios (1018 julios). Se trata de alrededor del 30 por ciento del consumo mundial de energía, y más del 20 por ciento del total mundial de emisiones de gases de efecto invernadero.
Es lógico que mientras más lejos se produzca lo que consumimos, más recursos estamos gastando. ¨Nuestra huella ecológica aumenta¨.
El Programa de la ONU para el Medio Ambiente (PNUMA) asegura que "una de cada cuatro calorías producidas por el sistema agrario global se pierde o desecha", lo que complica "la capacidad del planeta de reducir el hambre y satisfacer la demanda alimenticia de una población en rápido crecimiento".
En su estudio, Perspectivas del Medio Ambiente Mundial (GEO-5), el PNUMA indica que América Latina alberga el 23% de los bosques del mundo y el 31% de los recursos de agua dulce, pero recuerda que el consumo y la producción insostenibles (asociados principalmente a la agricultura y a la extracción de materias primas) están acelerando la degradación ambiental.
En la República Dominicana, se está implementando la Política Nacional de Consumo y Producción Sostenible, a través del Programa Nacional de Producción Mas Limpia, una unidad que pertenece al Ministerio de Medio Ambiente y Recursos Naturales.
Esta Política es una herramienta, cuyo objetivo general es ¨propiciar los cambios en los patrones de consumo y producción, para el aprovechamiento sostenible de los recursos naturales y evitar al máximo los riesgos que las actividades de consumo-producción puedan generar, y al mismo tiempo garantizar el bienestar humano y la competitividad¨.
Los datos presentados pretenden dar una voz de alerta y contribuir para que estemos conscientes el 100% de las consecuencias de nuestros actos, aún los más simples, como que cada vez que botamos alimentos, porque están deteriorados o dejamos comida en nuestro plato, un niño puede estar muriendo de hambre.