La vulnerabilidad unida a la falta de educación y de consciencia, mezclada con el arrastre de la indiferencia (que antes existía) hacia la creación de proyectos que solucionen la problemática de las cañadas en sectores populares de grandes ciudades, iniciando en Santo Domingo, nos hace estar rodeados de caudales de muerte.

Muerte, porque de allí surgen enfermedades y accidentes fatales, como el ocurrido hace poco más de dos semanas en la cañada del sector  Los Peralejos del Distrito Nacional, donde un niño de aproximadamente 10 años se cayó, fue arrastrado por el agua y la basura y encontrado muerto a unos kilómetros de distancia. Lamentable tragedia que tocó el corazón a toda la comunidad y de quienes nos sensibilizamos ante un hecho probablemente imprevisible.

El problema de las cañadas en cualquier parte del país, pero refiriéndonos a los casos más directamente conocidos que bordean y penetran al gran Santo Domingo y el Distrito Nacional con origen en los ríos Ozama e Isabela, diseminando aproximadamente 30 cañadas en dichos territorios, es causado por la disposición de residuos sólidos que de manera insensata y descomunal tiran los ciudadanos/as a las cañadas como una vía de desaparecer, al menos temporalmente, el problema de la basura de sus hogares. A esto se une la falta de ingeniería sanitaria en comunidades hacinadas y construidas sin ningún ordenamiento y planificación urbana desde hace décadas.

La basura no dispuesta en contenedores o no recolectada en las comunidades populares y marginadas y que viene a parar a las cañadas, es causante de altos niveles de insalubridad, originando enfermedades infectocontagiosas y plagas, afectando además el agua y llevando la basura a arropar los ríos, playas o cualquier corriente de agua como destino final.

Si bien se vienen creando iniciativas, programas y proyectos de limpieza, todos somos testigos de que tan pronto se realiza un operativo de recogida de residuos sólidos y saneamiento de una cañada, al otro día vuelve la comunidad a la misma dinámica de utilizarla de vertedero inmediato. Nos hace falta elevar los niveles de educación y consciencia sobre la acción y círculo de consecuencias que ella acarrea, además de implementar algún tipo de sanción para quienes violenten los espacios recuperados, en este caso las cañadas, con el vertido de escombros o cualquier tipo de residuos sólidos o hasta de tipo líquido que sea de afección para la salud.

Un equipo de entidades gubernamentales de manera mancomunada ha ideado el programa ¨Rescatistas de cañadas¨, como una forma integral de buscar solución sino definitiva, a corto y mediano plazo a los elevados niveles de contaminación que estos caudales propagan en la ciudad.

Las cañadas, cloacas abiertas, canalizan enfermedad, accidentes, tragedia, muerte. Si bien existe hoy una alta voluntad estatal y se dispone de recursos para sanearlas y acondicionarlas, se necesita la consciencia de cada uno de los moradores, la voluntad de la comunidad, de los vecinos, y la educación de todas las generaciones. Trabajemos todos para lograr el cambio.