En Cuba hay tremendo alboroto con la televisión digital. Desde el pasado año comenzaron los trabajos para la sustitución paulatina de la televisión analógica y el bichito de «lo nuevo» picó fuerte la curiosidad de la población, quien espera algún cambio, venga de donde venga.

Al principio, las empresas responsables del proyecto realizaron pruebas de recepción de la señal en algunas localidades y barrios específicos. Primero vendieron, a precios simbólicos (por concepto de almacenamiento y transportación), una caja decodificadora que permite a los actuales televisores recibir las señales digitales emitidas en el país. Y el revuelo fue general.

Además de los cinco canales existentes, las personas que poseen esas cajitas pueden disfrutar de diversas opciones. Un canal de videos musicales las 24 horas, otro de animados, y un tercero con las propuestas de la televisión habanera. Asimismo, es posible grabar programas, escuchar la radio, y consultar las carteleras audiovisuales, propuestas que el público siempre agradece.

El problema radica, en estos momentos, en el costo de las susodichas cajitas. Si al comienzo y como parte del periodo de prueba eran casi gratis en las zonas escogidas, ahora las tarifas de compra se dispararon. Cerca de 48 CUC (50 dólares estadounidenses aproximadamente), igual a 1152 pesos cubanos, el equivalente a dos meses y medio del salario íntegro de un trabajador promedio en Cuba. Resulta increíble, pero así son las cosas.

Las autoridades han anunciado, por su parte, que todavía queda un buen tiempo para el «apagón analógico», sin fecha definida, aunque se especula que sea en el 2023. De esa manera, cualquier inconveniente estará justificado de antemano y corregido si las circunstancias lo permiten.

Incluso, aquí se habla del posible otorgamiento de créditos bancarios a personas de bajos recursos para la adquisición de las cajitas y existen comentarios sobre la venta, próximamente, de dispositivos más baratos y, por tanto, con menos prestaciones. Pero no hay nada confirmado y la gente deposita sus esperanzas en las promesas habituales. Quizás se cumplan. Quién sabe.

Las tiendas en moneda fuerte (CUC) comercializan, por estos días, miles de televisores híbridos capaces de decodificar ambas señales (analógica y digital), alternativa poco viable debido a los elevados precios de los equipos. Sin embargo, empresarios gubernamentales revelaron durante la presente semana que ya se han vendido más 36 mil unidades, cifra insuficiente teniendo en cuenta el número de hogares cubanos.

Según los especialistas, alrededor de cinco millones de habitantes en la Isla disponen hoy de la televisión digital, pues la señal se propaga por las principales ciudades del país y algunos municipios aledaños. El resto tendrá que esperar. Al menos, la prensa oficial publicó que para el 2015 instalaran 17 transmisores, lo que ampliará el área de recepción. Noticia alentadora, por supuesto.

Las cajitas decodificadoras y los televisores híbridos son de fabricación china y se acogen a la norma DTMB (Transmisión Digital Terrestre de Multimedia), también de esa nación asiática. En cuanto al por qué de la selección de la norma escogida, las autoridades afirman que se produjo después de exhaustivos estudios y evaluaciones acerca de la conveniencia técnica de su aplicación en el caso particular de Cuba.

Tampoco resulta extraño que haya sido China el país agraciado, si se toman en consideración los estrechos lazos (a veces demasiados estrechos) económicos y políticos que sostienen los dos países. Los acuerdos comerciales y financieros rubricados en años anteriores sitúan al mercado cubano en la órbita, casi absoluta, de las importaciones chinas. Por ahí vienen los tiros y no de presuntas ventajas tecnológicas y otras justificaciones. Aunque la defensa es permitida.

El pueblo quiere cajita, pero anda cabizbajo y con los bolsillos vacíos. Las preocupaciones diarias para llevar un plato de comida a la mesa y el pago de las cuentas pendientes monopolizan la atención de la gente común. Los beneficios de la televisión digital, cuando se carece de muchas cosas, pasan a segundos planos. La vida está dura y la plata escasa. No hay que perder las esperanzas. Todo llega. Puede que tarde, pero llega.