Con un frío que se colaba hasta los mismísimos huesos, aquella tarde abrileña fuimos a casa de unos amigos, quienes nos invitaron a merendar y  ver el partido de fútbol, a transmitirse por un canal  televisivo. Esta disciplina deportiva, que a los españoles les arrebata y a la que no soy aficionada,  para evitar el aburrimiento  no tuve otra mejor opción que observar los movimientos de los jugadores.

A la vez que los futbolistas corrían y “chutaban” el balón,  degustábamos algunas “tapas y pinchitos”- para nosotros serían picaderas-, variedad de quesos, chorizos y jamones, además de una exquisita tortilla de patatas.  Acompañados de un rico pan francés, todo cortado en pequeños trozos y rebanadas, un rico Rioja, infaltable en toda mesa, también estuvo presente; “los cuernos” rellenos de crema chantilly, resultaron deliciosos. Gracias al café,  no me quedé dormida y también “miré” la tele.

Luego de mucho blá blá blá, que a veces no les entendía ni una pipa (semilla  tostada y saladita, que se extrae del girasol), de mucho consumo entre jóvenes y no jóvenes, mi amiga, muy entusiasmada,  me invitó a ver su "batería". Nos encaminamos al cuarto trastero – destinado a conservar cachivaches-, donde se acercó a una caja grande y luego de abrirla empezó a sacar las "piezas" que casi me provocan un soponcio.

Nada que ver con lo que yo suponía serían instrumentos musicales.  Imaginé tambores, platillos, etc. Pero ni unos ni otros, su batería consistía en un hermoso juego de ollas, tapas y cacerolas, destinadas para la buena cocina y preparar apetitosos guisos.

Al ver todo aquello, no paraba de reír y creí que me pondría mala,  Mi amiga, extrañada, no entendía mis carcajadas.

¡Madre de los Espacios Infinitos! No imaginaba aquella buenísima y regordeta   mujer, entremezclada  entre tambores, bombos y platillos;  tampoco en furia desenfrenada, sus cabellos al aire,  agitando y golpeando las baquetas o escobillas sobre los discos metálicos, además de una mirada loca, buscando lo no perdido en los techos de la casa, tal y como vemos en uno que otro espectáculo musical.

Terminadas mis risotadas, pude explicarle que para los Dominicanos una batería consistía en instrumentos de percusión utilizados para hacer música y lo suyo eran simplemente utensilios de cocina.

Definitivamente las riquezas de nuestro idioma son inimaginables.  Ambas reímos, nos reunimos al grupo y con una copita de buen licor, ¡brindamos por las riquezas de nuestro lenguaje!

Sí señor, porque no es lo mismo “una niña pija” que una “niña comparona o que se la priva”, y lo máximo si es “una jedionda”.  No es igual  “el muchacho con cara de sinvergüenza o fresco, que tá pasao”, a decir que “este tío tiene un morro que se lo pisa”o "tiene una jeta que no puede con ella".

Sí piensa vacacionar por España, en los Madriles, guarde sus cosas en los cajones, porque si se refiere a las gavetas, nadie le entenderá. Recuerdo cómo volví locas a mis sobrinitas, con 4 y 5 años de edad, pidiéndoles los guantes (manoplas para los niños) de su primita de 2, guardados en la gaveta.  Todavía recuerdo sus vocecitas: “¿Tía, qué dices?”  Ay, mi Dios, vivir fuera de casa y creyendo que hablaba español -puro dominicano-   muchas expresiones del español madrileño no las entendía.

Con esta experiencia, tenga en cuenta que las noches pueden resultar frescas y no debe olvidar  llevarse  un  jersei, porque allí el sweter no existe.  En cambio, “la Rebeca”, abotonada en su parte delantera, es el abrigo que usamos en nuestros días invernales. Mucho para aprender de esos mundos colonizadores.  Lo encantador de todo esto ¡es que hablamos español! Jajajajaja..Bendito idioma nuestro.