El crecimiento de la antipolítica es un fenómeno inesperado en nuestro país, partiendo de una sociedad con tantas raíces político-partidista y de un proverbial frenesí electoralista, parecería imposible lo que se está verificando al día de hoy en las encuestas, donde un significativo 38% de los electores reniegan su apoyo a todos los partidos políticos del sistema, que no creen en ese altísimo porcentaje, en ninguna de las tradicionales opciones políticas que se presentan actualmente en el ruedo electoral hacia las elecciones del 2024.
En una nación de habitantes tan politizados, se ve como un imposible el nivel de desafección que encontramos en nuestro electorado, simplemente, no he podido creer lo datos que salen de los estudios del mercado electoral, porque viéndolo desde una óptica imparcial, parecería que la gente, que el pueblo, está cambiando radicalmente su forma de pensar, y en un acto de suprema rebeldía, no se identifican con el PRM, PRD, PRSC, FP y con un amplio rechazo hacia la marca PLD, no mencionó a los partidos emergentes, ya que simplemente no aparecen en la ecuación electoral como opción valedera para las elecciones venideras.
Los técnicos y sociólogos encuentran en los cambios dialécticos, de paradigmas y nuevas necesidades de los electores la respuesta a la antipatía que acusa nuestro ciudadanos pero, los políticos de oficios no somos tan simplistas al mirar cómo tan natural esa extremista animosidad, nosotros buscamos las verdaderas raíces, las auténticas causas de ese cambio de pensamiento y de comportamiento del elector dominicano, conocemos lo que siente la gente, porque nosotros los llamados “dinosaurios de la política” la única forma de hacer política que entendemos es la de la vinculación diaria y directa con nuestro pueblo, recibiéndolos, escuchándolos y viendo en ellos como la frustración se ha hecho presa en el alma y en el diario vivir de nuestros compatriotas.
Explicaré desde la óptica de un militante político partidista lo que vemos como consecuencias de la mostrada animadversión a los proyectos políticos electorales que aspiran a tomar el poder en el 2024, buscando ganar la mayoría del apoyo popular, en este “decálogo a la aversión ciudadana”, le buscaremos respuestas lógicas a tanto desencanto de nuestro pueblo hacia los habituales políticos, veamos:
- Solo se explica un crecimiento tan vertiginoso de la desafección política, si la mayoría de las militancias y simpatías partidarias sobre todo de las dos grandes organizaciones políticas se encuentran desilusionadas, y es que las bases peledeístas y perremeístas han perdido la fe en sus propias instituciones.
- Los peledeístas, porque no entienden qué pasó, el por qué perdieron las elecciones, y lo achacan principalmente a la falta de voluntad unitaria de sus líderes, Leonel y Danilo, cuestionan sus bases, a su alta dirigencia por lo ocurrido y de que por culpa de éstos hayan perdido sus empleos, sus ayudas sociales, y se encuentren en una indefensión total por el daño que también acusa la marca PLD por los escándalos de corrupción que han salido a la opinión pública.
- Las sufridas bases perredeístas, bautizadas hoy como perremeístas, jamás pensaron que después de 16 largos años de abajismo, su liderazgo principal lo dejarían fuera del gobierno, porque una amplísima mayoría de sus dirigentes y militantes después de un año de la llegada del cambio “no han visto a linda”.
- A eso se suma que los más frustrados con la política son los mismos cuadros políticos, que entienden que ya no vale la pena hacer política ni trabajar denodadamente por un proyecto presidencial, porque los que cobran por el trabajo de ellos son otros, sobre todo la insaciable sociedad civil, los inversionistas electorales, la familia de los funcionarios, las amantes de los mismos, los corchos u oportunistas que se cuelan en todos los gobiernos, y ahora hay que incluir en la ecuación a los hijos de las familias pudientes, ¡los popis!
- Para colmo los que están en la actividad política de manera permanente son los grandes olvidados, aquí prefieren nombrar mil veces primero a “un blanquito” que a un compañerito de la base, o a una “dama voluptuosa” antes que a una negrita militante de nuestros barrios.
- El liderazgo político intermedio y de base están fuera de todos los espacios de poder, del Congreso, porque ahí están en su mayoría los que el dinero de la corrupción, el lavado y el narcotráfico hizo elegir, de igual manera, los regidores y vocales que a partir de las elecciones pasadas se sumaron al sistema de puja del voto preferencial, donde solo gana el que invierte fuertes sumas de dinero en la campaña.
- Están tan excluidos los políticos, que con el mayor desparpajo se les dice a los profesionales del derecho que por ser militantes de un partido no pueden ser parte de las Altas Cortes, y por no tener curriculum rimbombantes tampoco pueden estar en ningún organismo constitucional, social o económico importante.
- Pero, lo peor es que los propios gobernantes no quieren a su lado a los políticos, a esos hoy “le jedemos” utilizando una palabra coloquial de nuestros barrios, prefieren a sus amigotes de la sociedad civil, a los acicalados popis, a los adinerados empresarios, a los pseudointelectuales, a las bocinas de los medios y a los aduladores oportunistas que de manera hábil y sinuosa se reciclan en los entornos presidenciales.
- Cómo puede estar contenta la población con sus políticos, cuando dicen una cosa en la oposición y luego cuando se instalan en el gobierno hacen lo mismo que tanto criticaron, porque desde el Palacio Nacional no les sirven a los intereses de los que lo eligieron y se enyuntan inmediatamente con la depredadora oligarquía, olvidándose de los compromisos con las causas populares que juraron defender.
- No hay cosa que este hundiendo más a la partidocracia nacional que el “individualismo”, porque los funcionarios solo piensan para sí, no para la gente, ni siquiera para sus compañeros de partido, de los cuales se burlan olímpicamente, para estos sus prioridades son sus intereses particulares, sus cercanos y familiares, sus queridas y sus ilimitadas ambiciones que creen que lograrán con “la magia de don dinero”, todo porque no existía ni existe en el funcionarato público, compromiso y empatía social alguna.
Como verán mis estimados lectores con escenarios así ¿cómo no puede crecer día a día la desafección?, si los primeros que no creen en los políticos son los mismos dirigentes políticos, que han sido timados por las cúpulas de sus propios partidos y gobiernos.
Si a eso le sumamos que los verdaderos líderes de esta nueva sociedad líquida, no son los políticos como lo era antes, son ahora los connotados deportistas, especialmente los peloteros, los muy escuchados cantantes, sobre todo los del género urbano, los populares influencers de las redes sociales, los convincentes opinólogos de los medios de comunicación masiva y las cotizadas “socialités” que con su glamour, imponen la moda en estos tiempos.
A los políticos tradicionales, el pueblo ya no nos escucha, nuestro radio de influencia es sumamente reducido, al contrario del nuevo liderazgo social arriba mencionado, que tienen desde cientos de miles hasta millones de seguidores.
Estos influyentes se han ganado la estima personal de nuestros ciudadanos, porque los sienten más cercanos, más auténticos, menos corrompidos que la clase política dirigente, esos tiempos de la pasión desenfrenada de las militancias partidistas por sus líderes pasó a la historia, sus dirigentes llegados al poder son los grandes culpables, pues estos se desconectaron de su base de apoyo y las olvidaron, y hoy sus simpatizantes les pagan de igual manera abandonando también a éstos.
La cúpula peledeísta frustró los anhelos de su militancia, que era la unidad para poder preservar el poder y mucho peor lo ha hecho la jefatura perremeísta, que se olvidó de sus bases y de la esforzada dirigencia media, y les regaló su trabajo a otros sectores que hicieron muy poco para la victoria en las urnas de la propuesta del cambio.
Como verán no son extraterrestres los que en las encuestas confirman su desinterés en la política, son las propias bases engañadas por los grandes partidos, que frustradas no les interesa hacer política con el tradicional y permisivo con la corrupción, liderazgo partidario que tenemos.
Hace mucho que estamos ante una nueva clase de pseudopolíticos, que llegados al poder traicionan a los suyos, por lo que utilizando una muy usada jerga popular y barrial podemos decir que estos inquilinos palaciegos se han convertidos en ladrones del esfuerzo ajeno, en “cubiadores”, porque no les pagan el trabajo realizado a los cuadros dirigenciales que los llevaron ahí y en “tumbadores”, porque son muchos los que invirtieron económicamente en años de lo poco que tenían en sus proyectos “ahora si los vi, no me acuerdo”.