En su artículo del 7 de junio de 2016 en las páginas de este diario, y en las penosas dos entregas que le han sucedido, el doctor Odalís Pérez realiza la asombrosa hazaña de refutar la reseña de un libro que no ha leído. Esta proeza le asegura un lugar destacado en la historia intelectual dominicana del disparate y la infamia.

El escrito que activó las alarmas del miembro de número de la Academia Dominicana de la Lengua es "Revisita de la obra menos conocida de Pedro Henríquez Ureña". En el mismo comento En busca de la identidad: la obra de Pedro Henríquez Ureña (2015), del lingüista dominicano Juan Valdez, estudio publicado en Argentina por la editorial Katatay, responsable de la edición de la prestigiosa revista de crítica cultural del mismo nombre.

El estudio de Valdez examina con minucia la producción de Henríquez Ureña que aborda temas relacionados a la lingüística al tiempo que pasa revista a la bibliografía crítica que esa producción ha generado tanto en el contexto dominicano como en el plano hemisférico y europeo.

En su insólito alegato, el doctor Odalís Pérez se concentra en el título de mi reseña para encontrar su pie forzado: "no es cierto como se ha afirmado en diversas ocasiones, que la obra lingüística de Pedro Henríquez Ureña es la menos conocida". Es este detalle ínfimo, y acaso pueril, de un titular lo que genera la andanada sapiencial del dueño del sillón O de la Academia Dominicana de la Lengua.

A partir de su querella por la supuesta falta de precisión en el titular, el doctor Odalís Pérez intenta ejercitar la invectiva. Ahora bien, como carece de solvencia retórica y de la estatura intelectual que hubiera dado a sus palabras alcance de ofensa, el intento no prospera y termina poniéndolo en ridículo.

Para colmo de males, el reputado académico se lanza a desmontar lo que él conjetura son las ideas expuestas en un libro del cual solo ha tenido noticias a través de una reseña. En otras palabras, analiza un texto fantasmal, se enfrasca en una lucha titánica contra su insignificante nombradía entre los comentaristas de la obra de Pedro Henríquez Ureña.

Al leer las tres entregas del doctor Odalís Pérez uno no puede evitar preguntarse por el punto de sus cavilaciones: ¿que no es verdad que la obra de tema lingüístico de Henríquez Ureña sea "la menos conocida"? ¿que es la "más" conocida? ¿que es "medianamente" conocida? ¿Cuál es a fin de cuentas la cuestión? Lo que a todas luces se evidencia es que las réplicas del doctor no son más que el movimiento involuntario de una rodilla ante el insolente que viene a dictar saberes en su capilla.

El incuestionable complejo que la falta de reconocimiento ha ocasionado en el doctor en Filología y Semiótica por la Universidad de Bucarest se manifiesta hasta en la ansiedad que le produce leer en un diario textos que se circunscriban a las ochocientas palabras que las convenciones del ámbito periodístico exigen para los artículos de opinión. "Brevísimo artículo" y "articulillo" son las palabras que usa para referirse a un escrito que se concibió como una reseña y no como un tratado.

Es evidente que el doctor Odalís Pérez no se decanta por la cortedad en el decir; lo de él es el verbo luengo, el verter sobre la página líneas y líneas de una escritura abstrusa, laberíntica y vacua con la cual intenta autoproclamar su "autoridad" en la crítica en torno a Pedro Henríquez Ureña. Así las cosas, uno no puede evitar el preguntarse cuál es la aportación del doctor Odalís Pérez a dicha crítica. La respuesta podría arrancar alguna carcajada. Lo único que avala su prestigio de aire es la introducción a un volumen de ensayos de Henríquez Ureña publicado en 2010. En la misma se pueden encontrar iluminadoras joyas sintácticas como la que incluyo a continuación:

"¿De qué manera leyó Pedro Henríquez Ureña lo social mediante la crítica, la historia y la educación? Esa pregunta supone un proyecto de trabajo que recuperaría su hispanística y reclamaría una respuesta en la línea de una sociohistoria fundada en la relación lengua-sociedad, lengua-cultura y sujeto-cultura-lengua. La particularidad que requiere el tratamiento de una concepción postkantiana y posthegeliana de los espacios culturales supone entonces una culturología crítica avalada por contactos y contextos de pensamiento surgidos de una alteridad y una otredad (sic) ligadas a un tiempo de miradas críticas que hoy apuestan por una visión integrada a los diversos campos de la productividad del pensamiento latinoamericano contemporáneo".

Al parecer es preciso soportar estoicamente ese decir dilatado y torpe cuando se trata de un académico de pro como el doctor Odalís Pérez, quien cuenta con una obra crítica que comprende unos quince libros que nunca pasaron por el filtro de ningún comité de expertos a nivel nacional (y mucho menos internacional) que aquilataran su valía antes de llegar a la imprenta.

Amparado en una "obra" labrada sin tener que probarse en circuito académico alguno, el doctor Odalís Pérez reprueba la brevedad del articulista que prefiere ir al grano, minimiza (¡sin haber leído el libro!) la aportación de Juan Valdez a la crítica sobre Pedro Henríquez Ureña y aprovecha el lance para enumerar, como quien separa las aguas del saber en torno al maestro, una bibliografía harto conocida por los especialistas.

No contento con ello, haciendo gala de un provincianismo casi enternecedor, el doctor Odalís Pérez procede a denostar el lugar que sus compatriotas han alcanzado en los más importantes centros del saber del mundo a través de competencias en las que él jamás podría participar dada la insignificancia de sus aportes académicos.

Con todo, hay que reconocer que el doctor Odalís Pérez también tiene arranques de magnanimidad. En uno de esos momentos de altruismo intelectual tiene la buena fe de aconsejar a los investigadores a su juicio poco experimentados (como quien suscribe, como Valdez) hacer acopio de prudencia al investigar el legado de Henríquez Ureña:

"Es importante, al momento de emitir pareceres no debidamente controlados sobre el tema lingüístico en Pedro Henríquez Ureña, ser prudente y someter una opinión contrastada, cardinalmente comparada y empíricamente verificada para no cometer errores lamentables". 

El doctor Odalís Pérez debería aplicarse esa misma regla y empezar por leer el bien documentado estudio de Valdez que motivó mi reseña. Hacer esto le permitiría no solo estar bien informado sobre lo más reciente en la parcela del saber que se ufana en dominar, sino entender que las carencias que halla en un libro que no ha leído son el resultado de los palos a ciegas lanzados en la extraña conversación consigo mismo que ha mantenido en sus últimos artículos.

Para concluir, vale la pena destacar unas líneas del tercero de esos artículos, en el cual el connotado profesor sostiene que "[d]edicarse a tomar de pretexto a un autor como el maestro dominicano para buscar 'camorra intelectual' es un síntoma indicador de poca solvencia intelectual". Salta a la vista que el escribiente no se percate de que con esa afirmación se retrata a sí mismo. En efecto, ha sido el doctor Odalís Pérez quien con su irascible reacción a la reseña de un libro sobre Henríquez Ureña que ni siquiera ha tenido en las manos ha desatado un pleito de gallera con la intención de exhibir sus apagadas insignias de académico.