(Al cientista del Neoconstitucionalismo, Dr. David La Hoz)

"Las 48 leyes del poder" es un libro que representa un espacio de reflexión sobre el poder y sus complicados paradigmas de mandos, en una sociedad de politiqueros y politiqueras que tienen como norma vital el populismo y la demagogia. Sobre ese gris panorama es que se han formados nuestros más connotados dirigentes políticos en la actualidad, de ahí su doblez, su hipocresía y su irresponsabilidad como líderes, en la dirección y/o Administración de las cosas de Estado.

Tal parece que los fundamentos que sostienen al engaño y a la manipulación, como soportes del accionar político, no son los únicos presentados por teóricos del poder, como Maquiavelo y como Fourché, ya que hay principios que inducen al líder a actuar desde una perspectiva humanística, basada en el respeto y defensa de la ética del sujeto. Veamos:

"La reputación es la piedra angular del poder. Sólo a través de la reputación se puede intimidar y ganar; una vez que se pierde, sin embargo, uno se vuelve vulnerable y blanco de ataques por todos lados. La reputación debe ser algo inexpugnable. Siempre hayque estar alerta ante la posibilidad de un ataque, para defenderse antes de que ocurra. Mientras, hay que saber destruir al enemigo minando su propia reputación. Luego hay que tomar distancia y dejar que la opinión pública les lleve a la horca"(Ley #5).

"…nuestros políticos necesitan buscar su mochila, unos tenis y una brújula, para redireccionar su rumbo y su hacer, en una sociedad que merece un mejor destino.."

"La reputación es un tesorero que debe coleccionarse con cuidado y preservarse. Sobre todo al principio, cuando se está creando estáq reputación, se la debe proteger firmemente y anticipar cualquier ataque que pueda sufrir. Una vez que está sólidamente establecida, no hay que enfadarse ni ponerse defensivo ante los comentarios difamatorios de los enemugos-eso demuestra inseguridad, en vez de confianza en la propia reputación-.Nunca hay que aparecer desesperado por defenderse"  (p. 35).

Parece que nuestros dirigentes políticos se han aprendido "Las 48 leyes del poder", tergiversando sus postulados morales. Para ellos, el buen político ha de ser tramposo y mentiroso. Por eso, han desprestigiado el quehacer político nacional, a tal punto, que hoy "nadie" cree en nuestros políticos.

En Ley #9," Ganar a través de la acción, nunca de la discusión". Esto implica un hacer, desde el proyectar nuestros objetivos. Eso implica sostener una enseñanza desde los hechos. " Cualquier triunfo momentáneo obtenido por la discusión, no es más que una victoria pírrica: el resentimiento y la animadversión que se crean son más fuertes y duraderos que cualquier cambio momentáneo de parecer. Tiene mucho más poder hacer que los demás cambien de opinión a través de las acciones, sin decir una palabra". Hay que demostrar, no explicar" (p.49).

Esto implica que, el quehacer político, al estar basado en la dinámica social de los sujetos, en es contexto geográfico determinado,  ha de responder a criterios de responsabilidad, racionalidad y transparencia. La mayoría de nuestros dirigentes políticos carecen de esos valores y no inspiran confianza en el público meta, salvo pocas excepciones.

"Cuando se persigue el poder o se intenta conservarlo, siempre hay que buscar el camino indirecto. Y también hay que elegir las batallas con cuidado". En nuestro país pasa todo lo contrario, quieren imponer a la fuerza sus propósitos, cueste lo que cueste y pase lo que pase. Se pretende imponer la intransigencia politiquera del populismo. Por lo que hacen de este texto, un manual para el ejercicio populista y farandulero, desmeritando así el consagrado accionar de la política en nuestra nación.

"Las 48 Leyes del poder", así como te puede pervertir, también te puede regenerar como sujeto actuante. Todo va a depender de ti y de tu formación en valores, lo cual no se adquiere en las universidades, sino en el hogar, en las iglesias y en los cuarteles. De ser así, entonces, nuestros políticos necesitan buscar su mochila, unos tenis y una brújula, para redireccionar su rumbo y su hacer, en una sociedad que merece un mejor destino, desde la mirada y el ejercicio cotidiano de sus líderes.