Los seguidores de la hora Santa, las 2:35 PM (o 14:35 horas en el Santo Calendario Compuesto), buscaban afanosamente saber con precisión absoluta cuanto pesaba dicha hora en Kilos.

Esto se había transformado en un imperiosa necesidad, ya que en ello estaba en juego lo más sagrado de su tradición que se veía amenazada por otras sectas que, a ojos de ésta, eran profanas y paganas.

Así, los seguidores de la hora 3:45 PM, hacían lo propio en encontrar el áureo peso en kilos de su hora divina, a la cual le rendían una devoción encomiable.

Otras corrientes surgían, como los seguidores de las 4:23 PM, 5:17 PM y 9:32 PM. Otras más exóticas aparecían, como las 3:12 AM o las 5:30 AM que afirmaba era la hora de la ambrosía con el mayor peso en kilos que cualquiera.

Sendos debates se realizaban y que convocaban a los más ilustres eruditos de todas las corrientes.

Portentos intelectuales eran convocados para poder dirimir la cuestión y encontrar el peso en kilos de su hora sagrada.

Tratados y más tratados se escribían llenos de referencias, teorías y demostraciones basadas en gramos, libras y quintales para dar con el peso en kilos de las horas santas.

Artistas de todas las regiones trataban de plasmar su visión e intuiciones de cuántos kilos pesaban cada una de las sagradas horas.

Los enfrentamientos llegaban a ser algunas veces sanguinarios y originaban brutales guerras. Muchas de estas batallas no se realizaban, porque los enfrentamientos pautados para determinadas horas eran imposible, ya que si estaban más cerca de la hora sagrada de uno u otro bando, se evitaba la confrontación. Felizmente, a medida que surgían diversas horas sagradas las conflagraciones militares se rehuían cada vez más, pero no tanto como lo deseaban los piadosos.

Algunos pocos seres aparecían avisando del gran error que esto implicaba y decían que era imposible medir el tiempo en kilos. Muchos de ellos fueron decapitados, torturados y hasta crucificados por osar predicar tal blasfemia.

Otros tantos, liberados de la idiotez humana, se recluían en garitas, cuevas y montes totalmente inaccesibles por los hombres preocupados por el peso del tiempo.

Porque esos hombres, liberados de la estupidez humana, no tenían necesidad de entablar trato alguno con la necedad de aquellos que en su decadencia de fatuos intentos registraban el afanoso «peso del tiempo»…