En días pasados escribí un artículo que movió a alguien hacerme directamente un comentario. Semanas luego escribí otro que movió a esa persona desconocida a escribirme de nuevo a mi correo. La razón, tenemos algo en común, pertenecemos al “club de los llorones” y me comentaba sobre el libro que estaba leyendo.
Se trata de “Largo pétalo de mar” el libro en cuestión.
Isabel Allende es una de mis escritoras contemporáneas preferida. He devorado, se puede decir, casi todas sus obras. Las he degustado. Las he saboreado. Las he disfrutado. Las he vivido.
Compré el libro no solo por curiosidad, sino necesidad de leerlo y ponerme al día. Me enganchó enseguida, como todas las obras de esta autora. De verdad, me la lloré toda. Me bastó una tarde, un receso y una madrugada para llenarme de su lectura pues no podía con la emoción.
Por momentos el corazón se me contraía, me sangraba. Sentía que no podría seguir leyendo. Cada línea era una angustia. Había pasajes que hacía que sonriera, pero eran los menos. Es una novela basada en hechos reales y esos hechos, duelen.
Isabel Allende es una autora que encanta. La mayoría de sus obras tienden a distraer, nos pasean por un mundo lleno de misterios y fantasías, aún las que trata temas históricos y como en este caso, es algo que todavía está latente.
Los que hemos conocido de cerca los hechos ocurridos en la década de los setenta en Chile, lo mismo aquellos ocurridos en España muchos años antes y que siempre hubo alguien que nos contara por haber sido partícipe de los mismos, aún sin haberlos vivido directamente, no nos queda más remedio que llorar al comparar.
Recuerdo como hoy la muerte del general Augusto Pinochet, pues me encontraba viviendo en Chile. Más que pesar fue algarabía.
Constaté una vez más que ya no tengo la valentía de leer obras, ni ver películas que rompan mi alma. Que me conviertan en nada por la pena y la tristeza.
Como los años no pasan en vano, perdemos hasta la noción del tiempo. Recuerdos no sabemos si son presente o pasado, si son fantasía o realidad, si en verdad hemos vivido lo que contamos. Espero poder leer por muchos años esa combinación mágica de lo real y lo imaginario salido de esa pluma prodigiosa como es la de Isabel Allende.