Alexis Gómez Rosa -ese gurú risueño de humor explosivo, humor a flor de piel, sarcástico, hilarante, detonante-, vivió como ensimismado en su poesía, ejerció el oficio con una vocación sacerdotal, con una consagración y disciplina de monje budista, como si se la jugara todo en cada poema, como si en el juego de infinitos artificios verbales se jugara el sentido de esa poesía que era el sentido de su vida y viceversa, como alguien que asumía en su arte poética el pleno sentido de la existencia.

Era esa la manera de ser de Aléxis Gómez Rosa, la manera de ser Alexis, de ser Gómez, su manera de ser Rosa y florecer, derramar su poesía torrencial, invitarnos a todos a El festín, la delicia gourmet, la sombra y el asombro, el sobresalto, la búsqueda insaciable, el deslumbrante hallazgo, la voz inconfundible de un poeta quizás irrepetible.

PCS