Muchos perros rabiosos que no soportan perder sus privilegios, que le es imposible aceptar que hubo un cambio de paradigma en el estilo de gobernar y que convivieron a la sombra de la gestión más corrupta de la historia de este país, no descansan ni duermen buscando como socavar la confianza depositada por los dominicanos en este gobierno.
Ahora, cualquier indelicadeza, por más insignificante que sea, la convierten en un escándalo y con ello pretenden borrar o dejar en el olvido las barbaridades que se cometieron en la pasada gestión, que podrían llenar una enciclopedia de muchos tomos.
No hay que inmutarse, no hay que prestarle mucha atención, pueden ladrar, pueden conseguir resultados destruyendo reputaciones y hasta es bueno que todos estén vigilantes para que no se repita lo sucedido en el pasado.
La respuesta del gobierno es simple: seguir excavando, seguir las huellas y seguir el dinero para desenmascarar a estos ladrones y llevarlo a la justicia.
¿Hay algo más escandaloso que la declaración jurada de bienes del expresidente Danilo Medina? Pero a Kimberley la están crucificando por unos dólares más. Y no defiendo a nadie y menos cuando se trata de una denuncia de Nuria Piera, a quien respecto y admiro, pero es penoso que no se comience a juzgar primero a los que desfalcaron el país, muchos de los cuales salen con frecuencia en los diarios exigiéndole al gobierno honestidad y transparencia. ¿Creen que somos estúpidos? ¿Creen que nos comemos la mierda que evacuan en sus declaraciones?
Cuando hablamos de desfalco, no se trata de trafico de influencia para ganar contratos y obtener privilegios, que es una práctica corruptiva muy extendida en el país, se trata de grandes sobornos por miles de millones de pesos, donde la punta del Iceberg es la puta Catalina. Con todo ese dinero robado se podría reducir el inmenso déficit fiscal que nos pone al borde del colapso económico. De eso se trata.
Por eso a los dominicanos se nos hace tan difícil avanzar, progresar, dar ese gran salto para escapar de las garras del subdesarrollo, la pobreza, la injusticia, la corrupción y la podredumbre institucional. Es una lucha constante contra esa crápula de mentes enfermas que solo piensan en sus intereses sin importarle un carajo que el país se hunda.
Jamás un gobierno a tomado las riendas del poder en condiciones tan difíciles como la que existen actualmente. Las cifras económicas meten miedo. Terror, si las apreciaran en su real magnitud. Pero a muchos no les importa.
Un paquetico impositivo, lo convierten en una crisis política. Una reducción de las asignaciones a los partidos políticos, en una conspiración contra la democracia. Y el barrilito y corralito ahora resulta una tragedia, un escándalo, una pandemia, cuando por largos años esos beneficios se disfrutaron como si fuera una conquista revolucionaria. Una obligación de la sociedad con esos traficantes de leyes.
Jodernos no es el camino. Hay demasiada gente consciente de quienes son los verdaderos culpables de nuestra desgracia. De nuestra tragedia. No es por nada que llegamos a ocupar los más altos índice de corrupción en el mundo y cambiar eso implica remover los cimientos del sistema político dominicano, de la conciencia social, que por años cerró los ojos ante la impunidad de estos malhechores.