La verdad es lo que es, y sigue
siendo verdad aunque se piense al revés
Antonio Machado
Los dominicanos, desde el más humilde hasta el más encumbrado, siempre hemos estado contestes en que como pueblo, somos un crisol de castas. De tal composición siempre hemos sido orgullosos. ¿Ha visto alguien, que alguna vez sintiéramos vergüenza los dominicanos, de patricios y héroes de nuestras epopeyas como Gregorio Luperón, de Francisco del Rosario Sánchez, de Antonio Duvergé; o de artistas y deportistas como Pedro Mir, Johnny Ventura, de Ricardo Carty, o de David Ortiz, entre muchísimos otros? todos, personas de color de los que nos sentimos orgullosos por sus aportes al engrandecimiento de nuestro lar nativo.
El patricio Juan Pablo Duarte en su proyecto de Constitución, se mostraba contrario a la desigualdad que se basaba en el honor y el privilegio. De igual modo, veía en el individuo y en su esfuerzo el soporte para el progreso y el desarrollo de la sociedad. Entendía que una verdadera aristocracia se basaba en el talento y la virtud. Asevera su hermana Rosa, que Duarte y los Trinitarios manifestaron: “…que la Ley no reconocía más vileza que la del vicio, ni más nobleza que la de la virtud, ni más aristocracia que la del talento, quedando para siempre abolida la aristocracia de la sangre”.
Duarte y los Trinitarios se oponían vehementemente a las ideas racistas. Sobre este particular el doctor Alcides García Lluberes en su artículo titulado “Duarte y la Unidad de Raza”, destaca que la unidad de raza es uno de los elementos más poderosos en la formación existencial de las naciones, añadiendo más adelante que “Duarte puso en los cimientos de su perdurable obra ese gran principio”.
Hay que subrayar, como lo hace el historiador, sociólogo y político dominicano ya fallecido, Franklin Franco Pichardo, que los enemigos de Duarte, tanto los de ayer (los afrancesados), como los de hoy, tenían un rasgo común: Todos eran racistas. Agrega Franco que contra los racistas de ayer y los de hoy escribió Duarte unos versos que en aquella época se convirtieron en una canción patriótica de extraordinario valor que circuló en el pueblo de boca en boca, como mensaje que explicaba en pocas líneas que la unidad racial era el elemento fundamental en el proyecto independentista dominicano. Veamos los versos a que hace alusión el historiador:
Los blancos, morenos,
cobrizos, cruzados,
marchando serenos,
unidos y osados,
la Patria salvemos
de viles tiranos
y al mundo mostremos
que somos hermanos.
La población dominicana en más de un 80% está compuesta por negros y mulatos, y todo el extranjero que nos visita de inmediato repara en nuestra sociedad multirracial y multicultural. Usted se sienta en un parque de cualquier localidad o provincia de nuestro país, y verá compartiendo a negros, mulatos, blancos, y personas de todos las tonalidades de piel.
Pero a los dominicanos nos vienen haciendo creer que somos racistas y que históricamente hemos discriminado y maltratado a los haitianos, por lo que una gran parte de nuestros connacionales llegan a ver a estos como víctimas, aflorando entonces el complejo de culpa; pero no nos percatamos del carácter histórico de la cuestión del racismo en la isla.
Al surgimiento de Haití como Estado, los constituyentes plasmaron en su Constitución la negritud del Pueblo Haitiano, y el rechazo acérrimo de los blancos. Entonces, la nación haitiana estaba compuesta por unos 500 mil habitantes, incluyendo unos 25 mil blancos, y 20 mil mulatos. A decir de algunos historiadores, los blancos fueron matados, todos en una sola noche, así como a la mitad de los mulatos. Todo para que la Nación surgiera “pura”.
Específicamente el Artículo 12 de la Constitución Imperial de Haití de 1805, Año II, establecía que: “Ningún blanco, cualquiera que sea su nación, pondrá un pie en este territorio con el título de amo o de propietario, y de ahora en adelante aquí no podrá adquirir ninguna propiedad”. Como se ve, la intención era que el color fuera sólo uno, el negro. También se advierte el odio hacia cualquier otro color de piel que no fuera aquel. Sin embargo en cuanto a religión e idioma, no era igual, pues en estos elementos se advierte una gran diversidad de los mismos, tanta, que nunca han llegado a entenderse y a tener una verdadera unidad socio-cultural.
De igual manera, veamos lo que establecía el Artículo 14 de la primera Constitución haitiana: “Necesariamente debe cesar toda acepción de color entre los hijos de una sola y misma familia donde el Jefe del Estado es el padre; a partir de ahora los haitianos solo serán conocidos bajo la denominación genérica de negros”. Es decir, que para los gestores del Estado Haitiano, que eran una representación perfecta de las creencias y sentimientos de la mayoría de los antiguos esclavos, que ahora liberados, conformaban el primer Estado de negros independientes en toda América.
En la actualidad, es muy difícil ver a algún blanco o mulato en los organismos de poder haitianos.
Ante lo ya expuesto, nos surge la interrogante: ¿De que lado ha estado siempre el racismo?
Le corresponde al Gobierno Dominicano, llevar al ámbito internacional la respuesta, así como las razones históricas, aunque sean conocidas por todo el concierto de naciones, y traten de ignorarlo.