La política dominicana pre-electoral se ha convertido en el callejón más  intrincado que en el mundo exista o haya podido existir.  Si es de tomar tantas rutas disparejas y desmembradas para llegar a resolver el mito del laberinto, pues de nada sirve el esfuerzo.

Un grupo creciente de hombres sin propósito alguno de desentrañar los problemas reales de una sociedad perdida en la confusión, se propone conquistar los designios de Zeus para llegar al poder.  De qué vale tanto despendio de esfuerzo, dinero y palabras vacías que no llevan a una solución del crucigrama actual.   No hay mejor ejemplo para comprender esta realidad que la expresión en inglés que reza así:  “Beating around the Bush” – que significa justamente lo que deseo expresar: “Hablar toda índole de nimiedades para evadir la realidad”.  De esa manera fútil entretienen los políticos a un pueblo sin la energía ni el estímulo de luchar por sus derechos. 

Ante este caos imperante de arrogancia mediocre y de hostilidad en la lucha por intereses espurios, se impone levantar un muro inexpugnable que impida el desequilibrio total de la sociedad dominicana.  Si reflexionamos sobre las incoherencias conceptuales de algunos, la coherencia disimulada de otros, se impone poner un orden en el desorden del Congreso.   Por su lado, a la Justicia no la llamaría desorden sino más bien el Rey de los Desechos en este laberinto infernal que nos ha tocado soportar.  Y luchando para mantener el país en  este desorden, el progreso oropelado sirve de parapeto a la deuda desmedida, a la destrucción del medio ambiente, a la invasión pasiva de nuestras tierras y a la pobreza ingente y abandono de “todo lo que no se ve”.

La actualidad política en la República Dominicana es un ejemplo fiel de una lucha entre el bien y el mal.  Si se sigue transitando en el barco de una posible dictadura de un solo partido enquistado, o si por el contrario, se escoge subir al tren de la democracia real en la que impere la independencia total de los poderes para lograr evitar el despeñadero hacia el cual nos dirigimos, entonces podremos desviar el curso de la historia.