Nuestra Zona Colonial es hermosa. Pasearse por ella constituye un verdadero placer. Observar las edificaciones es un premio para la vista. Las construcciones coloniales son impresionantes. Tanto las que siguen en pie, como las ruinas.
Cualquier ciudad del mundo iluminada es preciosa, pero creo que ninguna ofrece un espectáculo tan lindo como la nuestra.
Cada edificación hace que nos quedemos sorprendidos. Tenemos a nuestra Catedral Primada de América. El Panteón Nacional, antigua casa de Los Jesuitas. La Casa de Bastidas. El Alcázar de Don Diego Colón. El Convento de los Dominicos. La Fortaleza Ozama. Las Ruinas de San Francisco. El Hospital San Nicolás de Bari. La Plaza de España. Los parques Duarte y Colón. En fin, infinidad de bellezas que nos dejan boquiabiertas. Y es que de noche con la iluminación y la conjunción de claroscuros y de un color muchas veces ámbar o fuego hace que alucinemos.
Hace muchos años tenía la costumbre de dar una vuelta de noche antes de acostarme con mi hijo mayor por “La Zona”, como le llaman ahora. Una de las cosas que hacía él al pasar por el frente de la casa de uno de sus compañeros de la Sinfónica ya retirado y quien se sentaba en la acera de su casa, (cuando eso se podía hacer sin temor a un asalto), le gritaba “¡Luiiiiiiis y éste le respondía siiiiiiiii!” Ese ya era un ritual diario. Hoy recuerdo ese episodio con mucho cariño.
En estos últimos años, se da una escapadita y viene a darme mi vuelta. Tenemos una ruta fija. “La Zona” es hermosa de día, pero quien quiera disfrutar de un gran espectáculo, que se pasee por la noche.
Mis edificaciones iluminadas preferidas se encuentran en la Calle Meriño entre ellas El Palacio Consistorial que se ve único. Diagonal con él, el hotel y cafetería “El Conde”. Pero antes de estas dos construcciones podemos encontrar el edificio más hermoso e impresionante. Su iluminación emociona a cualquiera. Se trata del que alojaba el supermercado “Casa Velázquez”, desaparecido hace muchos años y que en la actualidad está siendo remodelado. Supongo que lo estarán habilitando para hacerlo hotel. Pienso que nuestro paseo de ahora más que admirar todo, es ver este edificio, que me hace recordar a Buenos Aires con sus hoteles en toda la parte central.
Ver la Plaza de España desde el Este con los cafés o verla desde el Oeste con el Alcázar de fondo, ¡Qué maravilla! Pasearse por las Atarazanas Reales, no tiene precio. Mirar el río Ozama a través de la Plaza España con las luces reflejadas en él o los barcos atracados en el Puerto de Santo Domingo con sus luces y sus marineros, no hay palabras para expresar la emoción.
La Calle Hostos es otra de las atracciones, si la vemos desde Las Mercedes, podemos apreciar las casitas de colores con las trinitarias en sus balcones y las escalinatas que llevan a ellas por una calle empedrada, que ha sido olvidada desde hace muchos años y está toda llena de hoyos. Pero también se pueden admirar las Ruinas de San Francisco desde la Meriño con Emiliano Tejera, mirando hacia arriba, también con su calle empedrada llena de hoyos.
Otra de las atracciones nocturnas de nuestra querida Zona es deleitarse con las casas convertidas en hoteles boutique. Todas con sus patios en los que están colocadas cuidadosamente las mesitas para pasar un buen rato.
Cuando yo acostumbraba a caminar, antes de la pandemia, entraba a los hoteles para “intrusiar”. Siempre me dejaron ver.
La Calle El Conde solo de noche es hermosa. Se ve la gente caminar por ella, adornada con luces todo el año y con muñecas típicas sin rostro, gigantes. Como acostumbro pasar dentro de mis paseos nocturnos por las calles transversales le decía a mi hijo que por qué no dejaban esas luces para diciembre, aunque llegué a la conclusión de que en París la Torre Eiffel permanece iluminada todo el año.
Otra de mis grandes atracciones la constituyen los cafés a lo largo de las calles Meriño, Católica y Hostos, solo debo decir que me quedo mirando hacia adentro con la cara larga, porque pienso que esta modalidad llegó cuando ya no puedo ser asidua a estos lugares. Les juro que me muero por entrar no a uno, sino a todos y creerme que aún soy joven.