Uno de los elementos fundamentales que identifica la condición humana es la posibilidad de expresarse, presentar ideas o vociferar. En la medida que la expresión se vuelca a lo político (como casi todo), la capacidad de expresarse se hace consustancial con nuestra visión democrática occidental. ¿cómo hablar si somos muchos? ¿Como dejar la huella?

El voto es la vía para ello. Una herramienta subestimada, olvidada, pero poderosa, que nos permite muchas cosas, cometer errores y lograr aciertos; pero, principalmente, aspirar. Aspirar a ser mejores, o soñar con dicha posibilidad, el voto nos permite a sentir que nos movemos hacia allí o bien que nos alejemos. Nos hace sentir algo. Sentir que tenemos una opinión y que es una opinión que se necesita, aunque sea únicamente por los números. Ahora, es un número que hace una diferencia, si no se emite, crea una diferencia, si se emite, crea otra. Siempre hay un impacto y como siempre existe ese impacto, hay que tomar el voto como lo que es, algo serio. 

No es casual que existe una defensa del voto propio como del voto ajeno. No creo que es algo paternalista cuando rechazamos que alguien venda su voto o bien sea obligado a votar por coerción. El voto es un reflejo de nuestra autonomía y de nuestra capacidad de asumir responsabilidades. Al final, cuando apelamos a una persona que no venda su voto, que no se deje intimidar o presionar para votar, a la larga, lo que defendemos es que esa persona sea libre, autónoma.

Hay un lado romántico que, para los que aman la democracia, es difícil no apreciar. Votar da la impresión de que puedes hacer algo tan grande con tan solo un poco de esfuerzo. Es el primer paso para poder desenredar las cosas, pero, a la vez es el voto de confianza para aquel que quiere entrar en las difíciles tramas de la política dominicana; o el voto de confianza para nosotros mismos de que lo intentamos.

Como votantes tenemos dos opciones: jugar a ser electores pasivos o ser electores estratégicos. A mediano o largo plazo nuestra sociedad requerirá compromisos para poder avanzar. En estas elecciones con tantas caras nuevas, o caras viejas que tratan – con dificultad – de ser nuevas, el voto asegura el futuro y la permanencia. La conciencia de los políticos que nos usan no nos alcanza cuando nos ponemos en esto, porque los políticos esperan de nosotros la indiferencia y el voto autómata, pero, cuando también les disputamos el poder, cosas interesantes pueden pasar.

En más de 20 años de nuestra historia, un voto no ha significado tanto como el voto que depositaremos en estas elecciones del 2020. De repente nos convertimos en importantes, sobre todo por aquellos que se fueron, por los que están y por los millones que están por venir. No perdamos de vista lo que tenemos frente a nosotros, lo que depende de nuestro pequeño esfuerzo y si nos atrevemos, podremos saber cómo termina o continúa esta historia.