Si alguien conoce el tema en todo su alcance de la temprana contratación de futuros prospectos con potencial para integrarse a los equipos de las Grandes Ligas y los problemas que acarrea, ese es Pedro Martínez.  La suya, es, por consiguiente voz que goza de suma autoridad para referirse al mismo y sus señalamientos de obligada acogida y debida atención.

Considerado el lanzador más dominante de su época las revelaciones y advertencias que hace y divulga la sección de deportes el matutino “El Día” ponen al descubierto los graves perjuicios que se derivan de la temprana firma de niños de apenas doce y trece años, que según señala con  expresión gráfica “son raptados de su escuela, de la enseñanza, de su amor familiar exponiéndolos a muchas manos inadecuadas.  Nadie va a estar de acuerdo con tener a un niño trabajando horario de hombres”.

Al respecto, recuerda que “poner a trabajar a los niños como si fuesen hombres es una acción que está penada por los organismos internacionales de protección a la niñez”.

Y continúa expresando el estelar miembro del salón de la fama de Cooperstown “Eso es abuso a la niñez y todos lo sabemos.  Lamentablemente tenemos un país donde hay corrupción en todas las partes.  Hay descuido.  No hay la educación necesaria y tantos factores que hacen un problema mas complicado”.

En aval de sus palabras, Pedro Martínez evoca la reciente gira que en compañía de la embajadora estadounidense, Robin Berstein, los llevó a Hato Mayor a visitar a  un joven de 17 años al que hubo que amputarle una pierna por consumo de esteroides.  De la dolorosa impresión que les produjo su penosa situación, relata “recuerdo que ambos nos fuimos en lágrimas al ver un niño con un futuro promisorio en esa condición”.

Las oportunas manifestaciones de Pedro Martínez sobre un problema al que no se le ha prestado la atención debida, se produjeron durante su asistencia al acto inaugural de la nueva academia de los Indios de Cleveland en San Antonio de Guerra.

Las mismas reflejan y nos recuerdan que muchos de esos jóvenes que sueñan con ganar fama y riqueza proceden de familias en extremo humildes, han conocido la pobreza muy de cerca y convivido con ella, poseen un rudimentario nivel de escolaridad que bordea casi el analfabetismo y no están preparados en lo absoluto para manejar un cambio drástico en su vida de la noche a la mañana y de modo tan inesperado como significativo mediante la firma de un bono millonario. Deslumbrado, carentes de formación y buenos consejeros, se alocan como se dice vulgarmente y comienzan a mostrar un comportamiento errático, dispendioso y peligroso.

Peor suerte toca a aquellos muchos otros, la gran mayoría, que al final no dan la talla, ven frustradas sus aspiraciones y han perdido valiosos años de escolaridad que luego merman sus posibilidades de desenvolverse en otros campos de actividad con el nivel de competencia requerido.

Bien  ha hecho Pedro Martínez en tocar esta campanada de advertencia que es de esperar cobre eco en las autoridades cuya intervención plantea como necesaria a fin de adoptar disposiciones legales y medidas específicas que protejan a los menores y velen por sus derechos fundamentales, sin que  ello signifique en modo alguno que se les impida desarrollar al mismo tiempo sus habilidades deportivas pero en el tiempo y en el marco de las condiciones adecuadas.