Nada es más poderoso que la voluntad de un pueblo que se decide a cambiar el rumbo de su nación o a enfrentar una realidad cualquiera de tipo político, económico, social y humano. En estos casos, el espíritu de lucha de la ciudadanía, y sus líderes, toma una dimensión insospechable. Los ciudadanos se convierten en un verdadero ejército de una causa común, que todos asumen como suya y se convencen, bajo una férrea unidad y voluntad, de que todo obstáculo en el camino es superable, con la determinación de un colectivo que lo desafía todo. Frente a esta realidad, el dinero, el poder político y todas sus estrategias para derrotar la voluntad popular, resultan insuficientes para detener al pueblo en su lucha patriótica.
La generación que vivió esa época pasada puede dar fiel testimonio de la fuerza popular y cívica del pueblo dominicano en la lucha por el cambio democrático, los derechos humanos y la libertad. Cuando se celebraron las elecciones del 78, como le llama el pueblo, quien escribe este artículo era estudiante universitario y estaba por mitad de carrera; venía de la lucha estudiantil del liceo y había sido víctima de la persecución. Vi al ejército marchar por las calles con banderas rojas en las culatas de los fusiles para defender y mantener al Gobierno en un poder político insostenible política y socialmente. La voluntad popular, con una ciudadanía movilizada y desafiante, como ocurre ahora en el país, se convirtió en un poderoso ejército del pueblo.
La voluntad popular por el cambio es mayor en las elecciones del 2020 que en las del año 1978. Esta realidad está comprobada por las estadísticas de todas las investigaciones serias que se realizan y podemos comprobarla también en la vida cotidiana hablando y escuchando a las personas de todos los sectores sociales. Hay un gran hartazgo de parte de la población y un crecimiento popular en espiral que se produce día a día, rechazando al partido que está en el poder, sus funcionarios, dirigentes y al propio Gobierno. No tienen forma de retener el poder por la vía cívica, democrática, legal y electoral. Los meses que faltan de campaña serán cruciales y el asunto no se resuelve con dinero ni utilizando los recursos públicos. Hay una decisión de la nación para producir un cambio. Cualquier otra cosa sería un acto de locura y tragedia.
Contrario a lo ocurrido en el año 78, cuando el extraordinario liderazgo de Balaguer impactaba sobre amplios sectores de la sociedad dominicana y tenía un partido unificado -además de que era un gobierno con una clara visión sobre el interés nacional y el patrimonio público- el partido que gobierna actualmente ha sufrido una división muy profunda, que lo convierte aritmética y geométricamente en dos mitades tan similares que no guardan diferencia. Bastaría con ver y analizar los resultados de las encuestas y el posicionamiento de los dos candidatos, el oficial y saliente después de las primarias del 6 de octubre, quienes se pelean por el mismo universo electoral. Frente a esta ecuación no hay salida posible y el crecimiento de Luis Abinader, candidato de PRM, y líder de la oposición, es indetenible durante los meses de campaña que restan hasta el día de las elecciones de este año. La inevitabilidad del cambio es lo único seguro.