Atenazado por el miedo al fracaso y agobiado por las presiones de su padre para que se dedicara a la vida convencional alejado del arte que tanto le apasionaba, Edvard Munch se encontraba en una dura encrucijada, atormentado por las muertes de su madre y una de sus hermanas, le faltaba fe en sus posibilidades como pintor, conversando sobre sus dudas con su tía Karen esta le lanzó una frase que, al final, sería acicate para su decisión final: "Hay que proponerse vencer la tormenta que uno lleva adentro, porque de lo contrario el mar embravecido podría hundirte…"

El dialogo al que hago referencia está recogido en la novela "La víspera del grito", opera prima de la escritora boricua Helena Sampedro, que describe la vida del célebre pintor expresionista noruego, famoso por dedicar gran parte de su obra a escudriñar los misterios del alma humana y a reflejar en ella los demonios internos que lo azuzaban como consecuencia de una vida emocionalmente convulsa.

Repasando la vida de Munch, a través de esta grandiosa historia que Sampedro construye magistralmente, no puede uno evitar reflexionar acerca de los estragos que llega a causar en la vida del ser humano una emoción como el miedo.  Cuando los temores desbordan los cauces de la racionalidad se convierten en prisiones de la voluntad del ser humano.  Ciertas dosis de miedo son necesarias para preservar la vida ante situaciones de peligro o para aguzar los sentidos en momentos difíciles, pero cuando lo convertimos en eje de nuestras decisiones más vitales siempre termina conduciendonos al peor de los fracasos: el que resulta de la inercia, del no hacer.

El miedo es un duende con un superlativo don de persuasión capaz de llevarnos a construir una prision de maxima seguridad para nosotros mismos.  Desde decisiones tan individuales como hablar una nueva lengua hasta más colectivas y trascendentes como el voto que depositamos, a menudo se ven lastradas por ese estridente encantador de serpientes que es el miedo.  Cuando hacemos del miedo nuestro Dios particular, terminamos siempre tomando el camino hacia la soledad, la abulia y el desencanto.

En lo individual y lo colectivo, siempre será inteligente escuchar lo que dice el miedo, valorarlo en su justa dimensión pero tener en cuenta que su rol es cuidarnos ante peligros físicos como el ataque de una fiera o un accidente de tráfico, sin embargo, cuando se trata de decisiones vitales como sacar adelante un proyecto personal trascendente, la oportunidad a conocer el amor o hasta por cuál candidato votar el miedo lejos de ser buen consejero, al final acaba por convertirnos en nuestros propios carceleros.

En el diálogo que recrea Sampedro en "La víspera el grito" Karen, la tía de Munch, le aconseja a "enfrentar la desesperanza" a retar lo que le causa aflicción y terminó su arenga diciendole que "No hay manera de que tus errores se conviertan en realidad…" Al final, Munch le dio la espalda a sus miedos, siguió su pasión y se dedico al arte, convirtiéndose en un icono universal de la pintura que tiene en una de sus obras, "El Grito", una de las mejores de todos los tiempos.

Como el, todos debemos atrevernos a romper con las barreras que el miedo nos impone y dedicarnos a vivir, porque todos ya sabemos que uno siempre se arrepiente de lo que deja de hacer.