La esperanza en un pueblo que poco a poco perdía su identidad, motivó al poeta Ramón Arturo Jaar y Pérez a componer dos textos conocidos a fuerza de ser interpretados por agrupaciones poéticas sancristobalenses: Canción de amor a mi pueblo y el Girón No. 23. El primero es una salutación-declaración particularizada de su amor y reconocimiento al pueblo abandonado, agujereado por los vientos fuertes de la convulsión histórica:
¡San Cristóbal,
Mi voz es amiga,
Mi voz no castiga
Ni ofende tu honor…
¡Mi voz es un grito
Que va al infinito
Del más puro amor!
La ignominia
A sufrir te condena,
Y aumenta tu pena
La cruel realidad
De que en tu martirio
Te dejan sus hijos
Y emigran, ¡se van!
Se seca tu río,
Y el campo vacío
A tu alrededor
Parece un desierto,
Algo que se ha muerto
Por falta de amor!
¡Qué triste y qué oscuro
Tu pueblo inseguro!
¡Sin que nadie sienta
Temblar su conciencia!
¡Sin que nadie diga
Mi voz es amiga!…
El tipo de estructuración épico-lírica hace de esta canción no solamente la salutación del hijo solitario, sino también el mensaje abierto de las voces que junto a él se identifican en el canto profético, en la protesta de los hijos natales y compromisarios con ese San Cristóbal que cada día se desvanece en el tiempo perdido y en el olvido histórico.
Pero RAJP cantó a un San Cristóbal que no fue solamente pérdida, sino futuro. En el Girón 23 se lee lo siguiente:
“Profetizo de ti
Mi amado pueblo,
Con la inquietud
De enardecer tus ansias.
Y cual visión
De tu futuro incierto
Te traigo la ilusión
De mi palabra…
Reclínate a mi voz
Para el ensueño,
Que está de amor
Mi corazón en gracia.
Veo
En todos los deportes
¡Maravilla
¡Maravilla
En las ciencias
Y en las artes!
Dentro de esta lírica testimonial RAJP encontró los necesarios registros poéticos para que su comunidad, aún en dispersión lenta, asegure sus valores particulares. En un tono elegíaco e interiormente romántico-protestatario, encontramos entre sus manuscritos el Epitafio a un Río texto poético donde el clamor-dolor y la protesta por el daño son en un mismo aliento el personaje principal. El conflicto que por los años 70 ocasionó la extracción de materiales del río Nigua de San Cristóbal llevó al pueblo a perder bienes naturales, para que unos pocos se enriquecieran y privaran a San Cristóbal de una arteria ecológica importante. Epitafio a un río está firmado en 1970 y él define la biografía del agua y la dinámica de la inocencia a la sombra de los atardeceres y a la vez de los amaneceres comunales:
“Era un noble río y se llamaba Nigua…
Su cauce natural era, sin embargo,
Deliciosamente caprichoso y traía,
Casi a diario inclinaciones veleidosas,
Que se bifurcaban, como si quisiera
Tener una chorrera par cada niño…
Y de toda hierba que crece
Sobre la faz de la tierra
Se hizo en sus orillas una muestra…
Y las abejas y ruiseñores
Eran felices, como los niños
Y las tilapias y camarones…
Sólo muy raras veces,
-tras alguna lluvia diluviana,
O al paso de huracanados vientos-
Algún daño pudo hacer…
Pero rápidamente se plegaba y hacía
Maravillosos remansos, como recompensa…
(La Cañita, La Poza, El Charco Muerto,
Eran deliciosas piscinas naturales)…
Sin embargo, algunos opinaron,
Que su erosión- ¡Qué blasfemia imperdonable!-
Se estaba haciendo peligrosa- ¡Infames…!
Y lo rasgaron por doquier
Hasta dejarlo
Completamente informe y paralítico…
No hay dudas de que “el bien social”
Fue el gran negocio de los camioneros…
“Y de que sólo es demagogia miserable
El nulo plural de la palabra Pueblo!
Todo poeta rebelde en lo humano es rebelde también en su voz desde la historia epocal. Los fantasmas políticos y temporales también golpearon el corazón del poeta, siendo así que la visión del canto conmovió el fundamento de un nuevo pensamiento sobre la historia de San Cristóbal y sus movimientos comunitarios. La humana sapiencia condena y aísla, pero también sella el vituperio y la desesperanza como tipos oposicionales latentes y manifiestos en la doxa popular. Los cuadernos secretos de RAJP configuran toda una estructura mental cuya legibilidad alterna el inconsciente de una cultura de necesarios amarres en el plano de la épica regional caribeña, pero además, en una lírica insular que abarca escritura y oralidad a un tiempo mismo.
RAJP no escribió poesía solamente. Su testimonio literario abarca tanto en verso como en prosa los siguientes títulos:
- Versos porque sí (poesía)
- Canción de Amor a mi pueblo (poesía)
- Rosaura (novela)
- Carta a un cobrador (prosa)
- Apuntes para una novela (prosa)
- Tras el trasero de Dios (prosa)
- Pedro Cabeza (cuento)
- El cursillo (cuento)
- Kais (cuento)
El poeta creó su propio territorio de signos e invenciones para darle a la muerte una estocada, presentándose como aquellos mortales que en Dostoievski, Nerval y Proust cumplen su misión después de entender que la soledad no puede ser otra cosa que la condena, el sello y la marca de la muerte. La memoria del poeta fue su propia territorialidad abarcante de entradas y salidas al laberinto, estados abismales, sombrías estaciones, suicidios y catarsis, obsesivas noches y obsesivos días a través de los cuales la rebelión metafísica va tomando cuerpo hasta convertirse en finalidad o salvación, nada que en el tiempo se ha hecho visión o trascendencia.
Confesiones, escritos, poemas, girones y cartas constituyen el testimonio, vida y obra de RAJP, poeta sancristobalense que en su existencia breve pudo comprender que la poesía es el acto solitario de los rebeldes ante la creación, la sociedad y la existencia misma.