Así pues, José Asunción Silva, Juan de Dios Peza, Salvador Díaz Mirón, Amado Nervo y posteriormente Osvaldo Bazil, Manuel Acuña, Rubén Darío y Porfirio Barba Jacob, influyeron en el pensamiento poético de Ramon Arturo Jaar y Pérez. La concepción del amor y la muerte es el resorte óntico-existencial y místico-teleológico particularizador del espacio poético de RAJP.

En confesiones hechas en el año 1972, el poeta vislumbraba un orbe propio para las raíces espirituales de una nueva mentalidad artística, poseedora de todos los vínculos con las esencias fundantes. Su contacto por los años 50 y 60 con el poeta Domingo Moreno Jimenes en el Instituto de Poesía Osvaldo Bazil y con el crítico rumano Horia Tanasescu, le hizo reconocer ciertas estructuras interiores del drama poético mediante la llamada “luz sagrada” que en la última etapa asumió el gran poeta postumista. Kempis y Kierkergaard fueron en lo filosófico sus grandes maestros y soportes espirituales, siendo a través de ellos cuando se pronuncia en su vida el terror y el temblor místicos, pero también el riesgo de la desesperación ontológica.

En efecto, la muerte, la existencia y el amor fueron los motivos fundantes de su poesía, pero más que eso, de su filosofía ante el ser-ahí/ser-para-la-muerte que asumió en sus grandes rupturas; en el desajuste que se produce entre poeta/sociedad, poesía/pensamiento, poesía/contingencia, orden interno/externo. Por confesión personal conocemos que el ejemplo de la Vita Christi a través de Thomas Kempis fue lo que llevó al poeta desde su órbita humana a realizar la correspondencia entre Dios-natura; Conocimiento-Dios; Cuerpo-Dios.

Su concepción de la muerte lo conmina a ver el mundo a través de los estados de visión que se expresan desde las presencias misteriosas, como puede observarse en el texto siguiente:

“Llegó vestida de novia

A visitarme la muerte…

Acarició mis cabellos

Y me dio un beso en la frente…

Yo sentí un escalofrío

Precisamente de muerte…

-No temas, amor, me dijo,

Se te va a quitar la fiebre…

Besó mis ojos, mis labios

Y otra vez besó mi frente…

Y se fue como un celaje

Por mi ventana la muerte…”

Pues la muerte es la única revelación que junto al amor aspira en soledad a transformar la vida en sueño, contingencia y aceptación:

“Cada día se ensancha el vacío…

Cada día se estrecha el cerco cruel…

¡Dios mío!

Y dices que me amas…”

Una insistencia lírica es observable en los atildamientos sacrificiales, unificadores de toda la polivocalidad del poeta. El girón esta vez no se queda en su definición poética misma, sino, en sus posibilidades intuitivas en el marco de la ilusión y el imaginario del poeta. Como definición, el girón expresa el mundo de las intensidades interiores, justificadas por la vocación que descubre los llamados efectos líricos y musicales que nunca descubrió el poeta. Pues, en su perspectiva, cada sílaba y cada frase poética se definía en el ritmo-rima interno vocalizado en el hacer poético. Esto puede observarse en las siguientes unidades:

“Yo soy una alma

Que vaga

En cuerpo ajeno metida…

Alma de un joven poeta

Que desparramó la vida

Para escapar de las leyes

Humildes del ser humano…

¡Soy un propósito vano…!

Soy un contraste tremendo

De medios, formas y modos,

Y aunque me adapto y convivo,

¡Soy un solo entre todos…!

De la humana incertidumbre

De la humana incertidumbre

Ni la muerte me limita.

Soy un propósito vano

Soy una angustia infinita…”

El fraseo poético y el ritmo acentual producen la sonoridad simétrica determinada por la vocalidad textual, fundamentada en modelos poéticos de amplia tradición en la historia del verso hispánico. De ahí que el ritmo asumido por el poeta reproduzca los modelos siguientes:

  1. (´- – – ´- – ´- ´- -) (Octosílabo)
  2. (´- – – ´- ´- – ´- -) (Octosílabo)
  3. (´- – ´- – ´- – – – ) (Octosílabo)
  4. (´- ´- – ´- – -´- – ) (Octosílabo)
  5. (´- ´- ´- ´- – ´- – ) (Octosílabo)

Tanto los modelos rítmicos y acentuales como los modelos estróficos regulares e irregulares fueron cultivados con pasión y seguimiento, aún en la perspectiva de la polémica muchas veces amanerada por teóricos y preceptistas  antiguos y modernos, acerca de la necesariedad o no de la rima, el metro y el ritmo. Estos temas candentes en los estudios literarios de clásicos españoles  ocuparon en parte la atención del poeta desde sus estudios liceales  y en el Instituto de Poesía Osvaldo Bazil de San Cristóbal, guiado y dirigido por el poeta Domingo Moreno Jimenes. Por su propia confesión (1972), conocimos de su amistad con el animador del Postumismo, de quien se nutrió mediante lecturas, enseñanzas y opiniones. De ahí el homenaje póstumo del poeta RAJP encontrado entre sus manuscritos:

“Caminaba lento

Algo cabizbajo

Como meditando…

Creo que tenía

Un solo traje

Y una sola corbata.

En los bolsillos del saco

Siempre llevaba

Cazabe o galletas…

Su portafolio era

Una maletita

De “hojalata” a colores…

Cuando saludaba

Siempre lo hacía

Con una reverencia…

Su voz, su rostro

Su sencillez, su amor,

Su caminar, su humildad…

No permitían duda alguna

¡Era un hombre superior!

¡Era un excelso poeta!

¡Don Domingo Moreno Jimenes!

Y yo no creo necesario

Que haya que rogar por Él”.

Estas letrillas, representan el homenaje más directo, interiorizado y confesado que el poeta RAJP ha eligió para cantarle al que fuera en vida y hecho su maestro.