Por Rosa Maria Cruz y Margarita Heinsen
A poco más de un mes para iniciar el próximo año escolar muchos padres, estudiantes, educadores y equipos directivos de centros educativos están preocupados ante la incertidumbre sobre la modalidad que se va a implementar. No está claro el panorama y es necesaria una transformación del sistema educativo ante la situación local y global.
Frente a esta realidad, han surgido muchas inquietudes y posturas en cada uno de los actores involucrados. La decisión que tomen las autoridades tendrá sus implicaciones, sobre todo en las dinámicas familiares y escolares. Volver a la presencialidad total no es una opción por los riesgos que implica. Lo único certero es que la virtualidad seguirá estando presente en los procesos de enseñanza-aprendizaje, lo cual hace necesario que las instituciones y las familias estén preparadas para esto.
¿Cómo nos preparamos para la virtualidad?
Para poder prepararnos, lo primero y más importante es entender que la virtualidad no es integrar tecnología al proceso educativo. Una clase en modalidad virtual implica que el proceso de enseñanza se realice en un entorno completamente digital, donde la interacción entre los docentes y los estudiantes se da a través de una plataforma de gestión de aprendizaje (aula virtual) y requiere de una planificación previa que garantice el logro de los objetivos pedagógicos. Por su lado, integrar tecnología al proceso implica utilizarla como apoyo a la docencia y, para garantizar su efectividad, debe hacerse con una intencionalidad pedagógica. Es decir, integrar algún recurso o aplicación con un objetivo de aprendizaje.
Una vez aclarado esto, es necesario abordar los retos y desafíos que enfrentamos. Desde el punto de vista de las instituciones educativas, es necesario que identifiquen y definan claramente un modelo pedagógico virtual que garantice la realización de las clases a través de entornos digitales. No pueden simplemente replicar las clases presenciales en los entornos virtuales.
Cada centro tiene una realidad y un contexto distinto por lo que es necesario realizar una autoevaluación para identificar las fortalezas y oportunidades de mejora y así poder generar los escenarios más factibles, tomando en cuenta los docentes, los estudiantes, el personal administrativo y las familias. Sin esta información será más difícil tomar decisiones pertinentes y apropiadas que sean posibles y que respondan a las necesidades reales.
Previo al inicio de las clases es necesario planificar cómo será la virtualidad y cómo será la integración de la tecnología educativa, cuidando de no sobrecargar al equipo docente ni a los estudiantes. No todas las clases tienen que ser en tiempo real, ni tampoco es recomendable. Este y otros muchos aspectos se deben pensar y organizar para lograr los resultados deseados.
La virtualidad requiere de un plan de formación enfocado al desarrollo de competencias digitales para el personal docente, administrativo y para los mismos estudiantes. Sin esta formación y un acompañamiento adecuado, será difícil que funcione.
Otro aspecto fundamental consiste en reconocer que cada familia tiene una situación particular que debe ser tomada en cuenta. Los padres tienen otras responsabilidades, sólo tienen un dispositivo para todos en casa, no tienen un buen plan de internet, por su sector no es bueno el sistema eléctrico, así como otros factores que pueden afectar el proceso.
Las familias, por su parte, deben adaptarse a la idea de un regreso mixto a las aulas, en el que tengamos que convivir en mayor medida con las tecnologías, antes de un regreso 100% a la nueva presencialidad. Por tanto, es recomendable tomar algunas medidas que favorezcan esta reinserción:
- Si papá o mamá deben ir a trabajar, es importante comunicarlo previamente al centro educativo para que se tome en cuenta esta situación particular. De igual forma, en sus lugares de trabajo pueden negociar una o dos mañanas a la semana para dedicarla al proceso educativo de sus hijos. Recordemos que en esta situación de pandemia, la negociación es nuestro mejor aliado.
- Dentro de las posibilidades, evaluar los planes de internet que mejor convengan a la dinámica y presupuesto familiar.
- Recordar que estudiar y realizar las clases no es responsabilidad de la familia, por tanto, se debe dejar que los niños y jóvenes autogestionen su aprendizaje siempre que sea posible, respetando las capacidades y ritmos de cada uno, sin olvidar que no es lo mismo guiarlos en el proceso que asumir sus responsabilidades.
El mayor desafío que enfrentamos con miras a la virtualidad en el año escolar 2020-2021, está en la planificación, el diseño y la dinamización de las clases, tomando en cuenta los factores mencionados, entre otros.
Es muy importante que entendamos que la virtualidad requiere de mucho esfuerzo y trabajo, contrario a lo que algunos piensan. Tengamos cuidado al plantear que los docentes y los centros no hacen nada cuando las clases son virtuales. Por el contrario, en la mayoría de los casos, trabajan más.