…Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libres.

Juan 8:32

Enero es un mes de conmemoraciones trascendentes para la República Dominicana, que están conectadas de manera intrínseca con las fiestas evocadoras de nuestra independencia, principal gesta liberadora del Pueblo Dominicano; pues en la semana que inició ayer domingo, los dominicanos celebramos este día 21 de enero la fiesta de la querida patrona nuestra Señora de la Altagracia. También celebramos este día 26, el natalicio de quien expresara que: “Vivir sin patria es lo mismo que vivir sin honor”, Juan Pablo Duarte, a quien los dominicanos consideramos el Padre de la Patria, quien fuera el ideólogo principal de la lucha contra la invasión haitiana que culminara con la Independencia Nacional.

Por otro lado, el culto a la virgen bajo la advocación de Nuestra Señora de la Altagracia se rinde desde el siglo XVI, pues existen documentos probatorios que datan de 1502. Pero el 21 de enero como día de la virgen, tiene su origen en el hecho de que en esta fecha, del año 1691, los dominicanos/españoles derrotan las tropas francesas en la Batalla de la Sabana Real de la Limonade (hoy territorio haitiano), precedidas las hostilidades, por las invocaciones que hicieron las huestes dominicanas constituidas por negros y mulatos, a la Alta gracia de la Virgen, por lo que le atribuyeron el triunfo a un milagro de esta. Allí comienza la tradición que se extendiera a todo el pueblo dominicano, de reconocer como su protectora a la Virgen de la Altagracia, por lo que desde entonces se celebra el 21 de enero la festividad de la patrona, convirtiéndose en un símbolo sagrado que representa la dominicanidad.

Según algunos historiadores, en la conciencia nacional hay una estrecha relación entre la Independencia, la dominicanidad, y la fe en la Virgen de la Altagracia; y se narra que el 27 de febrero de 1844, al proclamarse la República Dominicana, rompiendo con 22 largos años de escarnio y humillación por la dominación haitiana, los dominicanos aclamaban por las calles gritando: “Viva la República Dominicana, Viva la Virgen María”. Asimismo, existen no pocos testimonios referentes a la elección de los colores de la bandera por parte de Duarte, Isidro Pérez, y Pedro Alejandrino Pina; tomándolos del cuadro de la imagen de la Virgen de la Altagracia; es el caso de lo escrito por Ramiro Matos González en su obra Banderas y Escudos Dominicanos, en el sentido de que aquellos “escogieron para el pabellón nacional los colores azul y rojo asociados a una cruz blanca para simbolizar la unión de razas que poblaban el país por los lazos de la redención cristiana” esta es la fe que profesó Duarte y los Trinitarios, y que siempre exhibieron como estandarte del naciente pueblo dominicano.

Juan Pablo Duarte llevó la semilla de la libertad por toda la parte española de la isla inspirando en los demás con su espíritu de sacrificio, la decisión de separarnos de manera definitiva del Gobierno haitiano y lograr nuestra independencia como nación libre y soberana. Para eso ideó y creó la sociedad secreta La Trinitaria el 16 de julio de 1838. Ningún otro dominicano ha dado mayores muestras de desinterés personal, visión, y pensamiento liberal como Duarte, de quien sus principios han sido rectores para la mayor parte de los gobiernos dominicanos.

Junto a su esmerada educación, se forjó en su formación, la fe religiosa. Según afirmaba su hermana Rosa Duarte, el niño Juan Pablo, a los seis años recitaba de memoria el “catecismo”, y fue llevado en sus estudios primarios por los clérigos de apellidos Bonilla y Gutiérrez, y más adelante por el Dr. Juan Vicente Moscoso, quien fuera exiliado a Cuba y le sustituyera en tales funciones, el sacerdote Gaspar Hernández. Como cabeza de los Trinitarios propuso Duarte, anteponer a Dios en todas sus acciones, ideando el lema de la sociedad “Dios, Patria y Libertad”.

El juramento trinitario es una muestra de la fe cristiana que profesaba Duarte y los demás padres de la patria y héroes independentistas que formaban parte de la sociedad secreta, veamos:

“En el nombre de la santísima, augustísima e indivisible Trinidad de Dios Omnipotente: juro y prometo, por mi honor y mi conciencia, en manos de nuestro presidente Juan Pablo Duarte, cooperar con mi persona, vida y bienes a la separación definitiva del gobierno haitiano y a implantar una república libre, soberana e independiente de toda dominación extranjera, que se denominará República Dominicana; la cual tendrá su pabellón tricolor en cuartos encarnados y azules, atravesados por una cruz blanca. Mientras tanto seremos reconocidos los Trinitarios con las palabras sacramentales: Dios, Patria y Libertad, así lo prometo ante Dios y el mundo. Si tal hago, Dios me proteja, y de no, me lo tome en cuenta, y mis consocios me castiguen el perjurio y la traición si los vendo”.

En su proyecto de constitución Duarte proponía que la religión predominante en el Estado deberá ser siempre la católica apostólica, pero no se oponía a la libertad de conciencia y tolerancia de cultos y de sociedades que no se opusieran a la moral pública y la caridad evangélica.

Los principios cristianos siempre estuvieron presentes en Duarte y Los Trinitarios, lo que hizo que calara en la conciencia nacional la idea de que el resultado positivo de la magnifica y peligrosa empresa llevada a cabo, se debía a la protección de la divina providencia. En el diseño del Escudo Nacional que se encuentra en el centro de nuestra bandera, hay una biblia abierta en el Evangelio de Juan 8:32 que reza: “…Y conoceréis la verdad y la verdad os hará libre”, lo que indica que en el pensamiento de los Trinitarios, encabezados por Duarte, existía como necesidad, que primara siempre la verdad, y la verdad es, que la Virgen de la Altagracia es y ha sido siempre protectora del pueblo dominicano, y que Juan Pablo Duarte siempre será el Padre de toda la dominicanidad.