Es deducible que el crimen que se cometió, tras una discusión política, en contra del ex rector de la Universidad Autónoma de Santo Domingo Mateo Aquino Febrillet, fue antecedido por el uso de una violencia psicológica que desembocó en violencia física para cobrarse la vida del también candidato a senador del Partido Revolucionario Moderno, por la provincia de San Cristóbal.

Todo parece indicar que el tan lamentable suceso fue fruto de un intercambio verbal subido de tono, donde se incubaron enconos o se atizaron los odios que dejan las rivalidades políticas mal conducidas, sobre todo en un contexto donde la ausencia de ideología es suplida por las ambiciones personales que no paran mientes a nada, incluso ante el respeto a la vida, que tanto se ha relajado en la sociedad violenta en que vivimos.

Pero lo que quiero llamar la atención en estas líneas es sobre la necesidad de que los partidos se revisen, que inventaríen su composición interna, la calidad humana de su militancia, que se purguen de lo que no sirve, que se doten de ideología que hagan de la política una actividad de servicio al prójimo, donde la competencia sea por demostrar quién da más en términos de entrega y dedicación a los demás, quien está más dispuesto a asumir los mayores sacrificios.

Este es el sentido que debemos devolverle a la política, hacerla un instrumento para el logro del bienestar común, rescatar el romanticismo con que antes se practicaba en los tiempos en que predominaba la ideología y la política era concebida como una actividad noble en la que nos enorgullecíaparticipar, diferenteal campo de intriga y de pasiones desaforadas en que se ha convertido hoy.

La política no puede ser un campo para lavenganza, para acciones delictuosas, para instrumentalizar sentimientos de ira, para desequilibrados mentales, para individuos mercuriales que solo buscan enriquecerse y doblegar la voluntad del otro con malas artes

En el escenario del crimen no se discutían ideas, no se confrontaban posiciones para extraer la verdad de las contradicciones. Se discutían ambiciones individualistas, el adueñamiento de cargos y su consecuente rentabilidad. El vil asesinato de Aquino Febrillet se lo debemos a esta involución del ejercicio político, a este corrompimiento de los partidos, a esta pérdida de valores civilizadores que nos devuelven a la condición más animal e irracional del primitivismo que ahora brota a flor de piel. A Febrillet no lo mató un hombre, lo asesinó la degeneración de los partidistas, la amoralidad que abreva en las pasiones más bajas y en la mercantilización de lo que antes se inspiraba en ideales.

Mateo Aquino Febrillet era un hombre de paz y murió, paradójicamente, por establecerla a través de la mediación entre compañeros que estaban agitados por revanchismos políticos que nada tenían que ver con servir sino con servirse. Tratando de lograr la conciliación y la paz atrajo sobre sí la violencia ciega del salvajismo político. Apostando al diálogo como el mejor método para solucionar conflictos, se encontró con la sordera de quienes conciben el derramamiento de sangre como la única forma de imponerse.

La muerte de Mateo Aquino Febrillet en circunstancias tan trágicas debe movernos a todos a reflexionar sobre la necesidad de sanear la sociedad en sentido general para que la participación política esté motivada por otros fines que no sean obtener réditos económicos, como los quebuscan los ladrones en la noche o el que instala un casino o pone una banca de apuesta.

Los terroristas ya no están solo en el Medio Oriente, Asia, en África o en Europa, también están juntos con nosotros en los partidos políticos, sembrando el terror y cometiendo atentados contra la paz y la vida. Aquino Febrilletfue una de sus víctimas.

La política no puede ser un campo para lavenganza, para acciones delictuosas, para instrumentalizar sentimientos de ira, para desequilibrados mentales, para individuos mercuriales que solo buscan enriquecerse y doblegar la voluntad del otro con malas artes.

Lo lamentable es que seguiremos siendo víctimas de la criminalización de la política mientras ésta sea una herramienta para buscar ventajas económicas, un modo de acumular ganancias, de garantizarles impunidad a los delincuentes que se cobijan en ella, mientras la principal motivación sea el logro de un cargo público a como dé lugar, y solo desaparecerá cuando su finalidadsea la satisfacción de las necesidades del hombre, y no el puro lucro, solo en ese contexto se crearán las condiciones básicas para la extinción definitiva del uso del crimen en la práctica política.