En las últimas semanas, hemos sido testigos de violencia y actos delincuenciales que han invadido nuestra sociedad, numerosos asesinatos, tiroteos indiscriminados, robos a bancos, asaltos a ciudadanos, feminicidios, atracos y numerosos actos delictivos, todos acompañados de una violencia salvaje; hechos que han consternado la ciudadanía, lo que ha dejado al descubierto la situación de antivalores reinantes. Una tragedia que nos exige reflexionar hacia dónde vamos como sociedad.
Por siglos ha sido preocupación, motivo de debates, y diferencias ideológicas en el campo de la metodología científica el tema del hombre, su origen y su conducta dentro de la sociedad. Muchos aseguran que es el hombre dentro de la especie animal, un ser agresivo, territorial, de instinto de competencia y dominio inherente a su naturaleza humana, otros piensan en dirección contraria y sugieren que el hombre es bueno en su naturaleza, que la sociedad en que vive es la que lo vuelve agresivo, ambicioso y desmedido.
Sigmund Freud aseguraba que los instintos primarios de preservación del hombre, tales como el instinto territorial, de posesión y el instinto de agresión, propios de su naturaleza, al avanzar en su evolución y volverse comunitario, el superego,(parte de la mente que concierne con los valores sociales, morales y éticos) se desarrollaba y controlaba al ID (instintos de sobrevivencia) creando así una armonía entre esos impulsos irracionales y una fuerza consciente racional que moldeaba y controlaba esos instintos primarios, creando así,una conducta aceptable dentro de la comunidad que él se incorporaba. Como es de notarse parecería que el hombre debía de ser visto como un animal dominado por fuerzas e instintos internos, los que debía de modificar y dominar en orden de poder incorporarse y subsistir dentro de la colectividad, para convivir con otros humanos.
Friedrich Nietzsche, filósofo alemán quien describió el Superhombre y en sus muchos textos filosóficos habló de la moral de la violencia, atribuyendo al Superhombre rasgos característicos como “la crueldad, la fuerza, la falta de compasión, la brutalidad, gusto por la acción, el combate, la guerra, y el desprecio por los débiles”, teoría filosófica que adquirió numerosos adeptos y que se presume sirvió de base a la doctrina Nazi en Alemania, generando numerosos seguidores en la civilización occidental, quienes se identificaron con la teoría del Superhombre de Nietzsche. En fin, son muchos los autores que justifican esta actitud individualista, egoísta y antihumana del hombre occidental contemporáneo, que favorecen una conducta peculiar que lo caracteriza como una especie animal, agresivo, territorial, egoísta y competitivo amante de la destrucción de sus semejantes y las guerras con una orientación de posesión y dominio.
Jean Jacques Rousseau, filósofo, escritor y pedagogo suizo expresó que el hombre por naturaleza era humilde y bueno, que la civilización lo convirtió en agresivo, competitivo y afirmó “que el hombre en su estado acultural sin civilización era fundamentalmente bueno", proseguía Rousseau “la civilización corrompe y el origen del malestar de la sociedad radica en la introducción de la propiedad privada”.
En la actualidad es un axioma científico reconocido que el hombre y el desarrollo de su personalidad consiste en la transformación de un organismo biológico, que evoluciona a un organismo bio-social. El hombre en su naturaleza animal difiere de otros animales en su interdependencia con su tradición, cultura y civilización, que constituye su sociedad inmediata, por lo que podría interpretarse que existen hombres buenos y hombres malos, al igual que existen sociedades que estimulan y promueven posturas y acciones humanas calificadas como buenas o malas.
La violencia y las conductas delincuenciales en nuestra sociedad, parecen tener raíces multifactoriales, que envuelven el aspecto psicológico, cultural y social; ya que nuestro carácter social está orientado hacia el logro de valores, tales, como prosperidad, prestigio, estatus social, protagonismo y producción de riquezas, que son altamente valoradas en sociedades de consumo de bienes y servicios.
Debido al gran abismo existente entre poderosos y gran número de desposeídos, se nota una marcada desigualdad y deuda social, que conlleva a falta de oportunidades, inequidad y precariedades que impiden el logro de estas metas, produciendo un estado de frustración general, desespero y perdida de la propia estima, la cual conllevaría a comportamientos de violencia, como expresión de una queja a un sistema excluyente, discriminatorio y enajenante, que viola en una forma sistemática y constante, el derecho de vivir dignamente a las grandes mayorías dominicanas.