Los acontecimientos ocurridos en la semana pasada han herido fuertemente el lado emocional del pueblo dominicano, provocando una especie de depresión colectiva, y no es para menos. Pero, ¿cómo hemos llegado hasta aquí?

Creo que el problema de esta sociedad es que nos hemos ido quedando sin referentes morales y sociales a quien emular. Un diputado fue encontrado trayendo chinos de manera ilegal por la frontera, él mismo confesó el hecho justificando su acción con que “estaba trayendo inversionista”. Sus compañeros congresistas lo protegieron impidiendo se le retirara la inmunidad y resultó ser el diputado más votado del país.

Tres congresistas son acusados de sobornos y sus compañeros repiten la misma acción de protegerlos impidiendo que se le retire la inmunidad dando a entender que si tienes poder estás por encima de la justicia. Un ex diputado salta a la palestra pública porque hizo cancelar una dotación de policías de tránsito por incautarle un vehículo a una de sus amantes. Este señor confesó su infidelidad, sin embargo ha sido convertido en una figura de televisión de un programa dominical donde es recibido con ovaciones.

A un senador acusado de corrupción se le orquesta un expediente con más de cien mil páginas y al final se archiva su expediente porque en toda esa caterva de hojas no se encontraron elementos de causa para enjuiciarlo.

En el plano religioso también andamos mal. Un sacerdote y un Nuncio de la misma nacionalidad son acusados de pederastia probada, un pastor de una Iglesia protestante acusado también de pederastia y otro de violar a varias mujeres, un sacerdote asesina un adolescente que lo extorsionaba porque abusaba sexualmente de él, entre otros muchos casos.

Los héroes y las heroínas están bordados en trapos partidarios, y se abrazan con los verdugos materiales para reducir a cenizas todo intento de soñar con una sociedad diferente.

Como dice Andrés L. Mateo somos una sociedad cuyo código ético funciona al revés. El que va preso es el que denuncia al ladrón.  Desconfiamos del juez y tratamos de piropear al verdugo. El político marrullero se roba los fondos públicos y jura por su madre que es un hombre honesto. El honesto se avergüenza de sí mismo, y se interroga si es que tiene que renunciar a sus viejos combates.

Una marcha verde que parece clamar en el desierto, pide el cese de la impunidad y los corruptos banqueteándose en la opulencia, donde la conveniencia política del momento convierte su infamia en hazaña.

Además del escarnio del presente, quienes nos gobiernan también nos exigen la resignación y además la indiferencia.

Es por eso que lo duro no ha sido la derrota de tantos sueños, sino sobrevivir, sobreponerse día a día al derrumbe y al naufragio de la esperanza, y derrota tras derrota, hay una pena fría que rasga el alma como la fina hoja de un puñal.

Lo duro es responderse diariamente la misma pregunta ¿bajo el clima de vacío e inmoralidad social puede morar el sueño?, levantarse cada mañana con la obsesión del optimismo y procurar, aferrado como un náufrago a los fueguitos del alma, guiñarle un ojo a la desesperanza del camino, y seguir…

A pesar de todo creo que aún es posible la esperanza. ¡Luchemos por ella! Porque estoy mucho más que convencido que esos hechos horrendos no son el pueblo dominicano y como dijo una mártir Teresiana llamada Victoria Díez: ¡Ánimo compañeros, que la vida Puede Más!