Porque… “Es más fácil negar las cosas que enterarse de ellas”

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Los verdaderos valientes se atreven a todo, menos a hacerle daño a una persona. (P. Sidney)

Cloaca, lugar irrespirable, de desperdicios y nauseabundo; lugar físico pero además moral, donde habitan ratas y humanos peor que las mismas ratas. Por igual y más desagradable aun, existen las cloacas parlantes, aquellas que lo que emiten por la boca, es más fétido que las heces fecales y mucho más hediondas y perjudiciales que los fluidos que se escurren de un basurero.

La cloaca, ese orificio común de las vías urinarias, intestinales y genitales de las aves y otros vertebrado, al parecer, hay perversos, supuestamente humanos, que en vez de tenerlo donde debería de estar, lo tienen donde deberían tener, lo que se llama boca.

Y, como soy el amo de mí mismo y soy la mejor ley para regir mi vida, siendo por demás el mejor rector de mis sentimientos y de mí ser, y por encima de quien sea, mantengo esa desiderata, esos deseos salvajes y fervientes de negarme a ser esclavo de nada ni de nadie. Y, mucho menos, aceptar falsas heroicidades, es esa rebeldía la razón principal por la cual me asquea escuchar casi las veinticuatro horas del día, los siete días de la semana y los trescientos sesenta y cinco días del año, a determinadas personas, políticos y leguleyos, justificando y argumentando su azaroso accionar con su histriónica elocuencia, llena de falsía, odios y rencores.

Todo en ellos es rutinario, años y años con la misma maldad, la misma lengua viperina, el mismo aprovechamiento de las circunstancias para ponerse al servicio de lo peor y el mismo intríngulis perverso en su discurso. No conocen, porque no la conocen, la cortesía, si no es para obtener prebendas políticas o pagar con adulonería los privilegios indebidamente concedido.

Son incapaces dentro de su maldad, de obrar de manera, que al menos parezca justa y, ni pensar de que por su mente pase la loca idea de abrir la boca con amabilidad, con decencia y sin fingimiento, sobre todo, porque en ellos todo es pose y mentiras.

Pero el tiempo pasa y estos buitres con apenas fuerzas ya para volar, prosiguen haciendo daño sin darnos cuenta que el menor o mayor esfuerzo que podemos hacer para contrarrestar el accionar de estos desacreditados políticos, leguleyos o “héroes”, es simplemente tratar de hacerlo. Recordar al gran Gandhi cuando afirmo que “los cobardes mueren muchas veces antes de morir”.

Precisamente, de esta y por esta cobardía, es que tenemos que continuar soportando a estos predictores de desastres, mientras tratan de aumentar su enmohecido ego, en base a la permisibilidad del pueblo inculto y pendejo y las alabanzas de otros pichones, que malamente aspiran a emular a la gran ave de rapiña. Quizás por estas cosas, es que en ocasiones, nos llega ese pensamiento pesimista y vergonzoso, de si esa permisividad y cobardía, no nos hace indignos hasta de poder llamarnos ciudadanos de este país.

Lo peor del caso, es que esta es la vida, llena de luces y sombras; enfermedades y salud; penas y amores y quizás, por conocer esta realidad, es que protestamos tratando de hacer menos triste, la tristeza de sabernos cuasi impotentes ante esta cruda y vergonzante cotidianidad que nos acogota.

Ante todo esto, es preferible, como dice la pantera rosa, huir por la izquierda o derecha, lo mismo da y, como orates de amarrar con cadenas, simplemente escabullirnos de esta realidad y decirle a este pueblo: “Todo el tiempo que paso/tanta historia que hay entre tú y yo/es como una eternidad porque no pasa nada, aquí en mi corazón. Y, cuando creo que ya estoy mejor/ que todo vuelve a la normalidad/te apareces frente a mí y yo sé que no es más que una casualidad/ y como me iba a imaginar que al solo verte me pongo a temblar/ y me di cuenta que yo nunca… ¡me cure! ¡Si señor!

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