En una persona totalmente inmóvil tratamos de descubrir si muestra movimientos respiratorios o pulsos, para determinar si vive. Y es que la vida es movimiento, es un fluir. Es la manifestación de la existencia que percibimos en animales y vegetales.
Realizamos un sinnúmero de actividades, todas requieren una determinada energía. A diferencia de las plantas no podemos captar esa energía directamente del medio ambiente. Éstas pueden tomar minerales de la tierra y utilizar la energía solar para sus procesos biológicos. Nosotros requerimos comer vegetales y/o animales, para poder vivir.
Todo nuestro aparato digestivo procede a desintegrar los elementos que ingerimos, para construir y reconstruir nuestro organismo, además de la obtención de energía. Nuestro combustible es de naturaleza química. El ATP o Trifosfato de Adenosina, es un nucleótido que acumula energía y esa energía potencial, es liberada mediante nuestros procesos metabólicos, proporcionándonos energía para vivir. El fuego no es posible sin oxígeno, por lo que para poder “quemar” dichos elementos y obtener nuestras calorías, necesitamos tomar el oxígeno del medio ambiente. De esto se ocupa nuestro aparato respiratorio. Nuestra temperatura de 37oC, se la debemos a ese proceso y tan pronto se detiene, comienza a enfriarse nuestro cuerpo. Como vemos, tenemos representados en nuestro organismo los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Entre el 50 y 70% de nuestro peso, es agua. “Coincidencialmente” al menos el 70% de la superficie del planeta, es agua también.
El aparato circulatorio, sirve para que todos los nutrientes, oxígeno y desechos, se movilicen entre todas las células y los órganos correspondientes.
Si tuviéramos la potestad de absorber energía directamente del medio ambiente (solar, electromagnética, nuclear), no necesitaríamos ninguno de esos órganos que tenemos especialmente en el tórax y el abdomen.
Hay una serie de procesos electromagnéticos y químicos que mantienen la coordinación en nuestra economía, principalmente mediante el sistema nervioso. Tus pensamientos pueden controlar en gran medida tus procesos vitales. Según piensas, así funciona tu cuerpo. Cualquier “pecado” que cometas, puede afectar alguna función de tu organismo y generar alguna enfermedad.
Un hombre acostado al lado de otro que acaba de morir, luce aparentemente igual. Pero la energía vital, ya no acompaña al muerto y desde ese momento, se inicia un proceso de desintegración de su materia orgánica.
Los elementos materiales que forman tu cuerpo, están sustituyéndose constantemente. La materia que forma tu cuerpo hoy, no es la que te formaba hace 7 o 10 años. Lo que quiere decir que si tienes 80 años, los elementos de tu cuerpo podrían tener solamente 10 años de edad.
Nos identificamos totalmente con nuestros cuerpos físicos, aunque hoy en día muchos se identifican también con sus vestidos. Pero realmente somos seres energéticos y especialmente desde el último siglo, tenemos abundante pruebas de eso.
Existías antes de nacer, ya eras tú cuando solamente tenías una célula. El cuerpo que tienes es como un río que fluye, su cauce se mantiene constante (Parménides), pero su agua nunca es la misma (Heráclito). En realidad todo es temporal en el mundo material, solamente la energía persiste aunque mutando.
Casi todas las escuelas y líderes espirituales han enseñado la inmortalidad del alma, reconociendo que el cuerpo es polvo y en polvo se convertirá. En casi todas las culturas se presenta el concepto de vida después de la muerte.
Somos energía, que se manifiesta como materia durante algunas décadas. Seres espirituales en una experiencia humana. La ciencia actual tiene cada vez más puntos de coincidencia con la espiritualidad, debemos estar abiertos a una concepción más amplia de la realidad.
Nuestra ciencia nos muestra fácilmente nuestro parecido con los animales, pero se le dificulta explicar nuestras diferencias. Tenemos dos posibilidades, vives por pura casualidad o vives por algún motivo existencial que debes descubrir. El aprendizaje no se detiene y de una u otra forma, existimos para desarrollarnos mentalmente. Por las buenas o por las malas.
Si tienes motivos para vivir, notarás en ti algunas emociones, esa motivación, será el motor de tu existencia. Si no, ya estás muriendo y no lo sabes.