Una madrugada de 1998 se esparció el rumor de que esa noche un maremoto iba a impactar a Santo Domingo, rumor que provocó que los residentes de esta ciudad, aterrorizados, acudieron en masa a ponerse a salvo al Parque Mirador Sur, bajo la premisa de que esa área era la parte más alta de la capital dominicana.
Aunque los maremotos se consideraban entonces impredecibles, y todavía hoy siguen siendo muy difícil de predecir con exactitud, cientos de dominicanos y dominicanas creyeron el rumor y llegaron al Mirador despavoridos, en ropa de cama o ropa interior, con rulos, redecillas y tubis.
Pocas horas después, el país se reía de sí mismo, al saber que se trataba de una noticia falsa, sin más consecuencias que un susto colectivo. Aquel simpático episodio ocurrió más de ocho decenios después del aleccionador episodio radial recordado como “La guerra de los mundos” y tres décadas antes de que se globalizara el término “fake news”.
El contexto coyuntural, como suele suceder en estos casos, favoreció la viralización de la fake news, aunque ninguno de esos dos términos fuera entonces de uso común ni existieran las redes sociales y mucho menos los canales de mensajería instantánea como WhatsApp. ¡Imagínense que ese rumor hubiera ocurrido un día como hoy! ?
Si la noticia sale en un medio profesional, si gente con credibilidad la comparte, si el contexto ayuda y si hay ignorancia de las audiencias sobre el tema, tenemos ahí el caldo perfecto para cocinar una noticia falsa.
En aquellos días, el pueblo dominicano estaba hipersensible ante la eventualidad de los fenómenos naturales e inclinado a creer casi cualquier cosa sobre desastres naturales, pues, pocas semanas antes del rumor, el huracán George había arrasado con la vida de cientos de familias en San Juan de la Maguana, quienes, como todos los dominicanos, les creyeron al entonces director de la Defensa Civil, Elpidio Báez, cuando aseguró públicamente que el huracán no representaba un peligro para República Dominicana.
Después de una tragedia de tales proporciones, por causa de la desinformación pública, era entendible que el pueblo creyera cualquier advertencia, por infundada que fuera, antes que optar por el sano escepticismo y exponerse al riesgo de la pérdida de vidas.
No creo que la mayoría de los dominicanos supiera entonces lo que era un maremoto y mucho menos que se consideraba un fenómeno impredecible, de manera que, más allá del entorno de baja de confianza provocado por las autoridades, la ignorancia colectiva también jugó un papel importante para impulsar aquel atemorizador bulo y a la vez cómico episodio.
En mi caso, mi primera reacción, cuando mi novia de entonces me alertó, a través de una llamada telefónica, fue explicarle que se trataba de una noticia falsa, sin dudas, y que volviéramos a la cama, “porque un maremoto no se puede predecir”. Pero ella logró tambalear mi racionalidad cuando me dijo: “Lo acaban de anunciar por CDN”.
Si compartes, endosas
Antes, como ahora, pese a la gran y creciente desconfianza global que afecta el periodismo, si algo sale publicado en un medio periodístico profesional, la gente tiende a creerlo, y en aquel tiempo CDN no era un medio más, sino un verdadero fenómeno de innovación en auge y la referencia por excelencia del mejor periodismo de la televisión nacional.
Honestamente, 23 años después de aquel episodio, no recuerdo si CDN dio esa información, pero lo cierto es que mi última barrera de sensatez fue derribada cuando llamé a mi entonces jefe laboral, un señor mayor, más culto y mejor informado que yo, y él me confirmó que, efectivamente, la cadena de televisión había emitido la noticia.
En los procesos de configuración de una noticia falsa, que una persona que te inspire respeto y credibilidad endose el bulo o siquiera lo comparta en un grupo de chat (como se haría hoy en día), sin su endoso explícito, pero sin ningún comentario aclaratorio, es, de hecho, un endoso tácito y un catalizador para la propagación de la falsedad, por defecto.
Si la noticia sale en un medio profesional, si gente con credibilidad la comparte, si el contexto ayuda y si hay ignorancia de las audiencias sobre el tema, tenemos ahí el caldo perfecto para cocinar una noticia falsa.
De ahí que, en estos tiempos en los que abundan las noticias falsas, es responsabilidad de los medios reforzar sus filtros respecto a lo que entra y lo que no entra en su contenido; es responsabilidad de los ciudadanos no compartir en sus redes sociales ni por chat las noticias no verificadas; es responsabilidad de los centros educativos implementar la alfabetización mediática en sus programas de formación, y es responsabilidad del Estado legislar para penalizar la difusión de noticias falseadas con la intención expresa de hacer daño.