La crisis política actual por la que atraviesa Venezuela es la peor de su historia, 4 meses de protestas en las calles, 620 presos políticos, más de 120 víctimas mortales y casi 2,000 personas heridas. La intensidad de los episodios diarios de violencia generados por las medidas arbitrarias del régimen de Nicolás Maduro han llevado al país al borde del colapso.
La última muestra del despotismo del gobierno venezolano fue la reciente Asamblea Nacional Constituyente, convocada de manera antidemocrática e inconstitucional, con el propósito de desplazar dirigentes opositores y reformar la Constitución venezolana para así alcanzar el poder absoluto en todas las instancias estatales.
La situación del país suramericano es prácticamente anárquica, y muchos se preguntan ¿hasta cuando?, ¿hasta cuando el oficialismo venezolano seguirá usurpando todos los poderes del Estado?, ¿hasta cuando la dictadura de Maduro continuará atropellando los derechos humanos de los venezolanos?, ¿hasta cuando los ciudadanos continuarán perdiendo la vida por carecer de medicamentos básicos?, ¿hasta cuando continuará acrecentándose el hambre y la falta de alimentos?
La respuesta clave a estas interrogantes radica en la comunidad internacional, y es que a pesar de los encomiables esfuerzos que ha hecho la oposición venezolana a través de un sinnúmero de medidas tendentes a detener las barbaries del régimen, es evidente que el diálogo no es ya una opción. En definitiva, el poder desmedido del gobierno de Maduro nos ha llevado a concluir que los venezolanos necesitan del apoyo de otros países, no los podemos dejar solos.
En efecto, la reacción de la comunidad internacional no se ha hecho esperar, la mayoría de las naciones del continente americano han manifestado su desacuerdo total y categórico contra el régimen de Maduro, y lo han hecho a través de declaraciones contundentes, particularmente por medio del apoyo de la aplicación de la Carta Democrática de la Organización de Estados Americanos (OEA) sobre Venezuela, entre ellos países como Estados Unidos, Colombia, Argentina, Chile, Brasil, Paraguay, México, Canadá, Honduras, Guatemala, Costa Rica, Perú, entre otros.
Ahora bien, ¿qué dice la República Dominicana de todo esto?, resulta que nuestro país ha optado por una posición supuestamente “conciliatoria”, mediante la cual ha preferido abstenerse y abogar por “fomentar el diálogo” entre el oficialismo y la oposición venezolana, es decir, ni con Dios ni con el diablo.
La tradicional y mediocre postura del “deja eso así” o de “eso no es problema mío”, es el bochornoso camino que ha elegido el gobierno dominicano ante la caótica situación de Venezuela, sin advertir que definitivamente es un problema nuestro, es un problema de Latinoamérica y el mundo, es un problema de la democracia frente al cual toda la comunidad internacional puede y debe intervenir.
Aparentemente la posición del gobierno dominicano responde a una especie de agradecimiento hacia el gobierno venezolano por las facilidades que fueron otorgadas a través del Acuerdo de Cooperación Energética Petrocaribe. Sin embargo, nos preguntamos, ¿es esa gratitud capaz de justificar una postura contraria a la libertad y a la democracia?
En realidad es el pueblo de Venezuela el verdadero merecedor de esa gratitud, y no su gobierno autoritario y dictatorial, que reprime cada día más los derechos de sus ciudadanos de forma indolente y con un cinismo sin precedentes.
La posición cobarde e irresponsable del gobierno dominicano es sencillamente incomprensible. Esperemos que, más temprano que tarde, la República Dominicana se sume a los esfuerzos internacionales y tome una postura coherente con los principios de los que tanto se jacta.
Después de todo, la historia no perdona, eventualmente la conducta indiferente por la que hoy opta la República Dominicana frente a un pueblo que pide a gritos apoyo internacional, tendrá consecuencias con sus aliados más importantes.
Lastimosamente, por el momento nuestro país continúa dándole la espalda a la democracia, asumiendo una posición que es, sin lugar a dudas, vergonzosa.