Siendo Juan Bosch presidente de la República sentenció que “al pueblo hay que decirle la verdad”, explicaba que “cuando uno dice estas cosas hay consejeros que se molestaban mucho”.
Mi difunto padre, un cuasi analfabeta negro (porque serlo es signo de pobreza material en las sociedades cuasi capitalistas latinoamericanas), alojó su esperanza en el Profesor, al punto que fue de los primeros civiles en empuñar un arma para defender la patria y murió fusilado en el 1965 a manos del C.E.F.A. Mi viejo siempre repetía eso de que “como dice juan-bó, primero la verdad”. Ese es un testimonio de mi madre.
Hay que suponer que decir la verdad es una actitud que evidencia la responsabilidad, honestidad y sabiduría de un gobernante, un líder o cualquiera que se precie de actuar con decoro, dignidad, equidad y valentía.
En mi caso, he aprendido una “verdad” como periodista, y la experiencia de haber trabajado en varios medios como El Nacional de Ahora, la revista Ahora, el Listín Diario, y luego en colaboraciones en el periódico digital Acento y en el periódico impreso El Caribe, entre otros; esa verdad es que la misma es objeto de manipulación simplemente porque existen grupos e individuos que la mediatizan. Los departamentos de prensa y periodistas contratados van desde que hagan notar públicamente a quien les paga, hasta hacer desaparecer temas incómodos para quien le paga.
Como militante político he aprendido además que “hay verdades inútiles”, si estas verdades no contribuyen con una buena causa.
Cito, por supuesto, a la frase «Ley Campoamor» se basa en el texto del poema de Ramón de Campoamor que dice: «Y es que en el mundo traidor / nada hay verdad ni mentira: / todo es según el color / del cristal con que se mira», el cual supone una manera de expresar, y admitir, que nada vale, que ningún valor es inmutable, y que inevitablemente impera el subjetivismo, la arbitrariedad, y el relativismo, en todas las facetas de nuestro mundo (por ello, traidor a la verdad y justicia, según el poeta), sin embargo, la afirmación de Campoamor no cae solamente en el relativismo y en el subjetivismo, sino en un desencanto del mundo, en donde la referencia al "mundo traidor" significa que el mundo en sí, la realidad, no es confiable, es sujeto de desconfianza debido a que cambia, se transforma, un día nos muestra un rostro y otro día otro. Ello supone que en el verso de Campoamor lo mismo impera el subjetivismo, con la referencia al color del cristal con que se mira; que la desconfianza en el mundo y su constante transformación”, cierro la cita.
¿La verdad existe? ¿Cómo lo explica la filosofía continental y la filosofía analítica? Vamos a buscar respuestas en el siguiente artículo.