La crisis de valores que vive la humanidad – en su mayoría – provoca que acudamos cada vez más frecuentemente a refugiarnos en los principios que han conformado en nuestras sociedades la forma de vida actual. En este caso, apelo al filósofo y escritor inglés, Francis Bacon, en su obra “De la dignidad y el crecimiento de la ciencia” (1625), donde cita literalmente “Calumniad con audacia; siempre quedará algo”. Esta frase, a su vez, ya provenía del latín: Calumniare fortiter aliquid adhaerebit” (A la calumnia se le adhiere fuertemente algo). No me negarán que tiene hoy más vigencia que nunca.
Esta era en la que somos partícipes y protagonistas, es una época donde la verdad no existe. Importa la difamación, el escándalo, el amarillismo, el morbo. Siempre alimentado por sus más fervientes aliados: Twitter, Facebook, Instagram y, sobre todo, las grandes plataformas mediáticas, que no representan precisamente la cara amable de la moneda. Algunos medios en busca de generar tráfico ejercen también esta dudosa actividad 24 horas los 365 días del año.
Incluso, tampoco importa la rectificación. O el perdón. El daño, casi siempre deliberado, ya está hecho, y eso es lo que les importa a determinados intereses económicos y políticos.
La responsabilidad de no contaminarnos de este nueva enfermedad del siglo XXI, es precisamente de todos nosotros. De conservar y respetar algunos de los valores y principios esenciales del ser humano: el honor, la credibilidad o la lealtad. El poder de la palabra dada era la moneda de cambio más sagrada de nuestros antepasados. La verdad tenía valor, sentido, reputación.
Como dominicano, apelo a la responsabilidad de todos los que amamos este país y los que comparten con nosotros parte de esta maravillosa tierra. Y, como empresario, además, reivindico la verdad. La verdad objetiva, la verdad de las cifras, de las estadísticas, la verdad de nuestra percepción y la verdad de los hechos contextualizados en un mundo competitivo, global y repleto de amigos y de enemigos.
El sector turístico de nuestro país es un claro ejemplo. Según el Banco Central, el sector creció a una tasa superior al 6% el año pasado, representando nada menos que US $7,610.4 millones de dólares para la economía dominicana. Son mucho años de crecimiento continuo y aun más importante, un gran potencial y un futuro prometedor. Para muchos, el verdadero móvil de la batalla de descrédito que vive nuestro país.
Para el cierre del 2018 contábamos con 81,168 habitaciones hoteleras con una ocupación del 81%. Una regla que utilizan los desarrolladores hoteleros es que si un mercado sobrepasa el 70% de ocupación significa que hay demanda suficiente y que hay que construir. El sector turístico de nuestro país está en su mejor momento. Tanto inversionistas como operadoras hoteleras están buscando terrenos y proyectos para desarrollar como nunca antes. Inversionistas institucionales a través del mercado de valores dominicano ya han apostado por el sector turístico y lo ven como uno de los mejores sectores para diversificar sus portafolios, invertir y garantizar rendimientos a largo plazo al mismo tiempo que contribuyen con el crecimiento y el desarrollo del país. No hay un sector económico del país que hoy en día presente los fundamentos de inversión como el sector turístico.
Somos el país que más turistas recibe en el Caribe. Un dato muy positivo para nosotros, pero quizás no tanto para otros destinos. Con estas realidades notorias del éxito de nuestro sector turístico ¿a quién pueden molestar estos datos? ¿Quién envidia nuestro éxito? ¿Quién quiere parte de nuestro pastel? es evidente que República Dominicana tiene muchas oportunidades de mejora, pero no hace falta ser un genio para darse cuenta y comprobar que existe una campaña deliberada contra nuestro país poniendo el foco, precisamente en el turismo. En nuestra “gallina de los huevos de oro”. Estamos siendo testigos desde antenas norteamericanas de cómo han comenzado a aparecer diferentes tipos de noticias: unas, reales, otras inventadas directamente o de muy escasa credibilidad; y otras, sencillamente tergiversadas. O bajo la táctica tan manida (y peligrosa) del humor, como la del comediante Jimmy Kimmel, exacerbando los límites de la decencia comparando nuestro destino con el de un país como Siria. Suena deliberado, orquestado, planificado y evidentemente malintencionado.
Los casos recientes que se han producido en nuestro país, sin negar su veracidad y lamentando lo ocurrido, no sobresalen en absoluto de las cifras estadísticas anuales, ni representan una línea de acción preocupante, simplemente alguien los ha puesto en la agenda mediática más importante del mundo: la de los Estados Unidos.
Precisamente, reivindicando la verdad de las cifras, República Dominicana no es precisamente uno de los destinos donde se producen más muertes. Tampoco entre las 50 ciudades más peligrosas del mundo se encuentra ninguna dominicana. Todo ello no importa, se difama, se calumnia, cuando los datos reales revelan que en otros destinos se producen más muertes, especialmente por parte de estadounidenses.
Estos datos “reales” deben inspirar a nuestro Gobierno de la mano del Ministerio de Turismo a dar la batalla de la verdad objetiva frente al lodazal de la difamación y la mentira. Pero no con acciones reactivas sino con una estrategia de generación de valor proactiva, durante todo el año. Cuanto más valor sostenible generemos, menos nos afectarán estas campañas negativas.
Pero la batalla del desprestigio no solo ataca a la división del poder económico, otros flancos también reciben su impacto a través del enredo y mezcla de hechos aislados. Tales como el de David Ortiz, quien gracias a Dios ya salió de cuidados intensivos y, sin desmerecer la más mínima importancia, no deja de ser una acción puntual que recibirá su debido proceso legal. Fueron varios amigos de EEUU los que me escribieron al respecto de lo sucedido con Big Papi, a raíz de que los medios norteamericanos se hicieran eco del asunto, pero algunos prefieren embarrar con ello la ensalada de desprestigio perfectamente orquestada por parte de determinados intereses económicos y políticos.
Si, políticos también, porque el desprestigio puede proceder hasta desde nuestro propio país; de ciudadanos dominicanos, nosotros mismos sin darnos cuenta y sin calcular consecuencias de segundo y tercer orden. Véanse la difamación de este mes, por parte de un presentador en un gran medio de comunicación de los Estados Unidos. Desde Miami, atacó no solo a nuestro sector turístico, sino también, directamente al expresidente Fernández de recibir supuestamente, de supuestos ladrones venezolanos, dinero para su campaña.
Digo que atacó también al sector turístico porque este presentador manifiesta claramente que estos supuestos ladrones poseen propiedades en Cap Cana y Casa de Campo y que hacen vida allí y repite Cap Cana y Casa de Campo, los dos desarrollos turísticos más conocidos del país alrededor del mundo, varias veces como si fuera relevante a nivel global la cantidad de propiedades que puedan tener allí supuestos ladrones venezolanos en comparación con las que pudieran tener en Miami o en Nueva York o en cualquier otra capital del mundo. En monto de dinero estoy seguro de que el valor de lo que pudieran tener aquí, no es ni un uno por ciento de lo que pudieran tener alrededor del mundo estos supuestos ladrones venezolanos. Pero aparentemente se quiere poner bajo la lupa mediática todo lo que pueda manchar al sector turístico. Igualmente, el presentador deja entrever que aparentemente al aeropuerto de La Romana, destino turístico, se entra y se sale como si fuera de cualquier patio y que aparentemente, en nuestro país no hay leyes ni autoridad ni un departamento de migración capaz de agarrar a alguien entrando con US $200,000 dólares en efectivo en un avión privado. Una acusación bastante seria porque está claro que nadie quiere ir a un destino así ni estar cerca de donde hay problemas.
Igualmente, y de manera muy confusa y contradictoria, dice valerse de un supuesto informe de inteligencia dominicana o de la justicia dominicana o de la americana junto con la dominicana (¿?), para asegurar la supuesta veracidad de lo que dice, hasta con un supuesto número de informe secreto y todo… Lo que llevaría al televidente a concluir, entre otras cosas, que una, o todas estas instituciones, han dejado escapar este supuesto informe secreto con el propósito de interferir en las elecciones del 2020. Dudo mucho que estas instituciones se presten a hacer algo así.
Además, estas “Fake News” confusas, vertidas por este presentador, impactan en daños colaterales, como por ejemplo a un grupo de empresarios dominicanos dentro de los cuales menciona a la persona de mi padre y a la mía, mencionando y sembrando falsedades sin ningún tipo de base. Todo ello, en su momento, será fácil de comprobar ya que menciona fechas y transferencias bancarias que con simplemente mostrar un estado de cuenta bancario se desmonta su ya inconsistente argumento.
La embajada de los Estados Unidos en República Dominicana aclaró que nuestro país es un país seguro y también desmintió a este presentador. Según Wikipedia, la resiliencia es “la capacidad de los seres humanos para adaptarse positivamente a situaciones adversas. Es la capacidad de tener éxito de modo aceptable para la sociedad, a pesar de un estrés o de una adversidad que implica normalmente un grave riesgo de resultados negativos. Es lo que en ti te crees capaz”. Estoy seguro de que tanto la República Dominicana como nosotros vamos a superar esta adversidad y que saldremos mucho mas fortalecidos y mas conscientes de lo males que afectan nuestra sociedad. El perdón siempre llegará tarde. Reivindiquemos la verdad, empoderémonos frente a esta enfermedad y no dejemos que el lodo difamatorio nos ahogue.