Un programa de televisión por cable se ha dedicado a analizar los debates presidenciales estadounidenses de las últimas décadas.

Es una demostración de cómo la publicidad agresiva y detalladamente planificada, manipula el subconsciente colectivo de los ciudadanos, convertidos, sin darse cuenta, en víctimas propiciatorias del manipuleo cibernético. Una verdadera venta.

Por ejemplo, tomemos la imagen, aparentemente inocente, del entonces presidente de los Estados Unidos, George H. W. Bush, mientras trataba de contestar la pregunta de uno de los presentes, durante el primer debate con Bill Clinton y Ross Perot en el 1992. A Bush se le ocurrió darle una furtiva mirada a su reloj de pulsera mientras contestaba la pregunta. ! Tremendo error!
Esa imagen fue decisiva y contribuyó a la pérdida de la presidencia, según algunos expertos. Dio la impresión de estar impaciente y de no interesarse en la pregunta formulada por el ciudadano de a pie.

Naturalmente, este factor cibernético fue un factor importante pero no fue el único. Hubo otros factores, como el hecho de la agresividad desmedida en ambos lados que, a la larga, se tornó favorable a Bill Clinton, con su aspecto de joven apuesto y experto en el rifirrafe de la palestra. George Bush, Sr., a la sazón presidente y con más edad y experiencia que Clinton, cayó en la trampa cibernética.

Un factor que los estrategas de Clinton explotaron inmisericordemente fue el de que Bush había prometido bajar los impuestos pero hizo todo lo contrario en su primer mandato. La imagen de “read my lips” (lean mis labios) de Bush, repetida ad nauseam por los estrategas de Clinton, es hoy día una imagen clásica.

Cada detalle, hasta la forma de sentarse ante la audiencia (a Clinton intencionalmente lo presentaron en un taburete más alto, con una pierna al aire, listo para entrar en acción y ponerse de pie, enfrentándose cara a cara con la audiencia, mientras que Bush y Ross Parot (candidato independiente), contestaban pausadamente y en sillas más bajas. Todo fríamente calculado de antemano por los estrategas de Clinton.

El primer debate entre Richard M. Nixon y John F. Kennedy es proverbial.
Nixon, a la sazón el flamante vice-presidente de Dwight (Ike) Eisenhower, el General de cinco estrellas, héroe y Comandante en Jefe de los aliados en la Segunda Guerra Mundial, y presidente saliente, estaba afectado del flú. Lució débil y demacrado (había estado hospitalizado) y pensaba que tenía las elecciones del 1960 bajo su manga. Kennedy, virtualmente desconocido, a pesar de ser un héroe nacional y Senador por Massachusetts, lució brillante y lleno de vitalidad.

En realidad, si alguien tenía problemas de salud, era Kennedy, que padecía de la enfermedad de Addison y usaba un chaleco, especialmente recetado para la espalda, debido a un dolor lumbar crónico, contraído durante la Segunda Guerra Mundial en las “Solomon Islands” del Pacífico Sur.

En el segundo debate Nixon pareció más relajado y hasta aceptó que lo maquillaran (cosa a la que se había negado en el primer debate). El hecho de que su amigo, el Dr. Martin Luther King, estaba en una cárcel de Georgia y él no gestionó su libertad (aconsejado por sus estrategas, para no granjearse el rechazo de los votantes del Sur) selló su destino. Kennedy, que no tenía ningunos lazos con Luther King (como los tenía Nixon) y que no se conocía particularmente como defensor de los derechos civiles de los afro-americanos, públicamente hizo una llamada a la esposa del Doctor Martin Luther King, Coretta Scott King… y san se acabó.

Una imagen vale más que mil palabras y esta imagen dio la vuelta al mundo, obteniendo masivamente el voto de los progresistas y de los afro-americanos.

En el debate entre Gerald Ford y Jimmy Carter en el 1976, Ford titubeó refiriéndose a Polonia y dijo: “No existe ninguna área de influencia de la Unión Soviética, ni en Polonia ni en Europa”. ¿Y Polonia no está en Europa? ¿Y Yugoslavia, Rumania, Checoslovaquia etc…no estaban bajo el área de influencia soviética?
Eso le costó las elecciones a Gerald Ford.

Algo parecido le pasó también a John McCain durante su primer debate con Barack Obama en el 2008. Refiriéndose a España, McCain dio la impresión de que ignoraba la diferencia entre un régimen de democracia presidencialista y un régimen de democracia parlamentaria como es el reino de España. Eso lo hundió.

Irónicamente, Gerald Ford fue el primer presidente que aceptó comparecer a un debate televisivo, después de la debacle del 1960, cuando Kennedy ganó las elecciones por televisión, antes de que éstas se celebraran en las urnas.

En otras palabras, que cualquier imagen o gesto desafortunado pueden dar al traste con el mejor de los candidatos, decidiendo ahí mismo el resultado de las elecciones ante un público inmaduro y poco informado.

Un ejemplo fue el de Ronald Reagan, un actor convertido en presidente de los EEUU, tal como había predicho Gore Vidal, el gran escritor estadounidense: “No nos sorprendamos de ver el día menos pensado a un actor de cine, como si se tratara de una película, siendo nuestro Presidente. Somos un país programado por las películas con las cuales nos programan la mente”.

Reagan tenía un gran sentido del humor, antes de que el Alzheimer hiciera trizas de sus neuronas. Durante su debate del 1984 con el candidato Demócrata, Walter Mondale, cuando le preguntaron si su edad (73 años cumplidos) no era obstáculo para una segunda candidatura, contestó muy quitado de bulla:
“He decidido no convertir estas elecciones en una contienda sobre la
juventud de mi contrincante, ni explotar su falta de experiencia en el cargo”. Esa declaración, cuidadosamente planificada, hizo reír a la concurrencia y esa imagen, con su voz de abuelito comprensivo, le dio la victoria. Ahí se ganó el Oscar.

No hay dudas de que el maquillaje de los debates televisados es una estrategia para vender los candidatos a los inaprensivos subconscientes de los ciudadanos. De ahí que el presidente Danilo Medina, a quien las encuestas le dan el triunfo en primera vuelta, haya dicho sin ambages: “Que me juzguen por los hechos, no por mi figura”. Y tiene más razón que er diablo, porque si fuera por la figura perdería de calle.