Cada cierto tiempo surgen en el seno de nuestras sociedades hechos criminales que por sus vetas dramáticas, trágicas y dolorosas provocan la generación de opinión pública en una u otra dirección. En los diarios, la radio y la televisión se despliegan todo tipo de hipótesis sobre razones, consecuencias y castigos. En los diferentes debates se entrecruzan el dolor de las víctimas, la gente que se identifica con ellos, los que opinan con más o menos consecuencias y los alegatos de los señalados como victimarios.
Hablar de venganza está mal visto hoy día a pesar de que se trata de un sentimiento muy natural. Que sea o no recomendable y que muchas veces no genera la satisfacción que las películas nos hacen creer es tema para otro escrito. Pero, prenda el televisor o escuche la radio un ratico, el Código de Hammurabi (ojo por ojo) está de moda aunque disimulado detrás de todo tipo de eufemismos. Es entendible, el susto colectivo en combinación con la falta de confianza en nuestras instituciones de repente recubren con nuevos brillos lo que al final son formulas sobradamente ensayadas y fracasadas en otros tiempos.
Lo que inquieta, a pesar de tanto ensayo de lo mismo, es que como colectivo social no parecemos tener una idea clara sobre los límites que tiene una condena. Parecería como que se impone la idea de que en materia condenas más es siempre mejor a pesar de que existe amplia evidencia de que la relación entre paz social y condenas, en caso de que la haya, no es directamente proporcional. Y no es que abogue por que se deje de encarcelar, es más, que vengan todas las sentencias que hagan falta. No obstante, sí abogo por más atención a las razones por las que la gente está llegando a las prisiones. Eventualmente, guste o no, tendremos que caer en la cuenta de que, sin negar las consabidas debilidades, a los dominicanos no nos faltan mecanismos de castigo. Y como dicen que para muestra un botón: en los últimos 15 años la población penal se ha triplicado. Hoy por hoy tenemos más presos condenados a sentencias más largas que en cualquier otro momento de nuestra vida republicana.
En la publicación número 32 de "El judicial", publicación del Poder Judicial Dominicano, con el título "14 años de avances", el doctor Pellerano Gómez dijo: "La delincuencia es un problema social, un derivado obligado de la miseria asfixiante, de tráfico de drogas, del crimen organizado, del tigueraje, de la corrupción, no sólo de la administración del Estado sino de toda la sociedad…". Me parece una declaración sin desperdicios.
Mientras nos entrenemos con cantos que invitan a imponer respeto y se denuncia la pérdida de valores, por alguna razón extraña, nos resistimos a prestar atención a las razones estructurales de la violencia. Les dejo un dato para reflexión, según el último reporte del Latinobarómetro, el 34% de los menores de 30 años en RD ni trabajan ni estudian!
¿En qué estarán?…