La era nuclear tal vez está llamada a concluir, o en el menos grave de los casos, a empeorarse, por los mismos medios con que fue iniciada.

El 6 y el 9 de agosto de 1945, el Presidente Harry S. Truman ordenó descargar dos bombas nucleares “fat boy” de 50 megatones sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki, dando inicio a la era nuclear de la historia de la humanidad.

La guerra ya estaba decidida y marcado el triunfo de los aliados en aquellas fechas desde el desembarco de Normandía el 6 de junio de 1944. La rendición incondicional alemana ya estaba decidida también; Hitler muerto desde el 30 de abril, Roosevelt muerto 18 días antes y la rendición japonesa era cosa de tiempo, pero de muy poco tiempo.

Los aliados controlaban  hacia casi un año el frente europeo a cargo de Eisenhower, el hombre con más tropas bajo su mando que registra la historia; Estados Unidos, la Unión Soviética y los Ingleses, aliados en ambas guerras mundiales, se frotaban las manos y organizaban los aprestos para las conferencias de Yalta en Crimea y los juicios de Nuremberg contra los nazis que no les resultaban útiles o no cooperaron con ellos durante o después del conflicto.

Visto así el escenario, con los malos ya derrotados y en desbandada, cualquiera se pregunta si fue necesario aquel genocidio contra Japón: Fue moralmente incorrecto, pero correctas y apropiadas según el pensamiento estratégico  militar.

Con ellas, Estados Unidos estrenaba y mostraba al mundo, un nuevo mecanismo de aniquilación masiva jamás visto y de un efecto letal sin precedentes: Iniciaba así la era nuclear. Con tal capacidad de destrucción disponible, ninguna potencia se atrevería a desafiarlos.

Este sencillo enunciado habría de servir de base para la doctrina de auto contención durante la guerra fría y la carrera armamentista, entre una Rusia ya nuclear y los Estados Unidos.

Pero, que fue del Imperio del sol naciente en los siguientes años del nuevo orden mundial parido por la segunda guerra, preguntamos. Ante la humillación histórica compartida con Alemania y un poco con Italia, el Japón acepto sin replicar su nuevo destino histórico, firmo un acuerdo militar estratégico con los Estadios Unidos, con ls condiciones que ellos impusieron o quisieron, y que sigue vigente aún.

Fue una forma cortes de someter el orgullo milenario Nipón luego de desmembrar sus poderes nacionales y destruir su arsenal estratégico. De ahí Japón paso a ser una especie de país cooptado por ellos, conservó su gobierno imperial junto a su vida Republicana.

Paso entonces a ser un estado tapón y una avanzada o enclave norteamericano en el Asia. Además devino en ser lo que nos atrevemos a llamar un “país de probeta o tubo de ensayo”, condición que comparte con la antigua provincia China de Formosa.

El imperio del derrotado Hijo del Sol, Hirohito, permitió una penetración cultural sin precedentes, como en  ningún otro país se tenga noticia. Se trasplantó allí el american way of life, las cadenas de tiendas, la comida rápida, las gaseosas de marca mundial convivieron pacíficamente con los monjes y monasterios de la vida contemplativa.

Mientras China recrudecía la Revolución cultural en los años dorados de Mao y su Libro Rojo, Japón enviaba una cantidad enorme de jovencitos rigurosamente seleccionados a estudiar inglés y electrónica, a perfeccionar el Transistor de la Bell Laboratories, que había sido creado por el equipo de John Bordeen, en diciembre de 1947.

Llegaron y perfeccionaron el chip de primera generación y a los primeros y monumentales ordenadores en los Institutos Tecnológicos y en Silicón Valley. Fue la fuga de cerebros mas numerosa de la historia.

Los años siguientes trajeron el inevitable intercambio de tecnología, que han facilitado la llegada de los fenómenos y síntomas de la Globalización. La investigación de la energía nuclear para fines pacíficos y bélicos no se detuvo con el genocidio nuclear, y Japón construyó centrales nucleares como la de Fukushima.

Esta planta fue seriamente dañada por el gran terremoto de 2011 y los cientos de réplicas casi a diario, que han seguido golpeándola. El reactor número cuatro tiene unas 1200 unidades de combustible nuclear de alto poder radiactivo, al que los expertos temen o no pueden acercarse a despejar apropiadamente.

Casi a diario hay terremotos de una escala entre 3 y 5 grados y unos siete terremotos en escala sobre 6, hasta la fecha. Algo que inquieta  a la Organización Internacional de Energía Atómica, OIEA, al pueblo y Gobierno japoneses y a la comunidad internacional.

Según proyecciones del margen de riesgo y la actividad sísmica sostenida, en esta segunda gran hecatombe nuclear en suelo japonés, ya que Chernobil fue una especie de juego de niños, en caso de un terremoto entre 7 y 8 grados de la escala Richter y el consecuente Tsunami que originaria, podría rebozar las piscinas de enfriamiento de Uranio enriquecido y sepultar la central nuclear entera.

Provocando una marea nuclear incontrolable e impredecible, que podría arrastrarse con su carga letal por el Océano Pacifico y provocar la evacuación masiva de la costa Oeste de los Estados Unidos: los Estados de Washington, Oregón, California…

Esta podría ser la venganza histórica del Japón contra los mismos que  iniciaron la era nuclear con el dantesco genocidio de 1945. Puede ser asunto de tiempo, solamente.