Muchos de nosotros vivimos experiencias en las cuales tenemos que tomar la decisión de si nos vengamos de alguien que nos haya hecho daño, o le perdonamos.

 

Una cuestión es la venganza y otra la justicia, tanto divina como terrenal. Al que hace mal, su karma no puede traerle bien. En muchos casos, hay que dejar que la vida fluya y traiga balance en las cosas.

 

La venganza se convierte en una acción desde la mente y el corazón cuyo objetivo fundamental no es hacer justicia sino castigar al otro, hacerlo sufrir por lo que nos hizo.

 

En el proceso de castigar al otro, nos llenamos de fuerzas negativas, de malquerencias… Y al final nos destruimos nosotros mismos, porque reducimos la felicidad personal, perdemos el centro de nuestro ser, embarcamos a nuestro ser en un camino de maldad.

 

La venganza está llena de odio, rencor y rabia. Y si dejamos que esas emociones dominen nuestro proceder, nuestra conducta, esto nos comerá el alma, y es posible entonces que en la venganza sacrifiquemos nuestros propios valores y paz personal.

 

Todos tenemos la capacidad para el bien y para el mal, gozamos del libre albedrío, podemos elegir la venganza o el perdón… Depende de nosotros el camino que elijamos.